Políticos giratorios

Vivimos en una sociedad en la que el charlatán gana mayorías pero a quien la hemeroteca, con el transcurso del tiempo, le acabará condenando como uno de los políticos más mentirosos de la historia. Son muchos los que pretenden ir de ejemplares y en favor del pueblo llano pero eso lo dicen cuando no se ven con el ‘sueldo Nescafé’ en la mano, ganando dinerales como cargos importantes gracias a las multinacionales en las que acaban siendo enchufados.

Aborrezco al político que nos vende humildad haciéndose fotos en su inicial pequeño piso de un modesto barrio al mismo tiempo que ataca a los que tienen chalés con piscina pero que, tras meterse a la política, y una vez que cuentan con la confianza de una gran parte de los españoles, se compran una y mejor que la de aquellos a los que critica. Tampoco trago al cínico que acusa a las eléctricas de ser abusivas con el pobre pero luego, al ponerles un cheque con no sé cuántos ceros, automáticamente se olvidan de todo lo que han manifestado.

Un alto porcentaje de los políticos dejan mucho que desear, tanto de izquierdas como de derechas, pero aún lo veo más grave en los zurdos, que tanto presumen de “ser obrero” y de mirar por el vulnerable al mismo tiempo que demonizan al empresario, a ese “demonio” con rabo y estaca que si le das facilidades otorgará al ciudadano puestos de trabajo pero que si le atacas lo que sucederá es que vendrán los ERTES, ERES incluso el cierre de su propio negocio.

Un político que jura ante los medios -el nuevo Dios del siglo 21- que él es todo un ejemplo en ese momento en el que carecía de peso dentro de su partido pero que, cuando lo obtiene, acaba aceptando lo que un día jamás aceptaría, que es un pobre miserable que manchará su imagen de por vida. Todos tenemos un precio. Perdonad que sea tan explícito y sincero pero nunca he soportado la hipocresía y he de decirlo, con la única diferencia de que cada uno pone el listón de él acorde al valor que considera que tiene.

El problema de los políticos giratorios radica en que en el año 0 o 5º de su carrera cuando no son nadie, juran ante los suyos -simpatizantes incluidos- que van a mirar por el beneficio del pueblo para que estos logren tener una mejor calidad de vida, pero luego resulta que esa calidad multiplicada por mil la obtienen ellos y los suyos, olvidándose de lo anteriormente juraron ante la Biblia del ciudadano.

Recalco lo de que todos tenemos un precio porque es una verdad como un templo. Pero que esta frase, a pesar de que sea cierta, no quiere decir que uno se tenga que vender barato ni mucho menos. El precio uno debe de ponerlo lo más alto posible, hasta tal punto que ni el más rico de los magnates sea capaz de comprarte, cosa que me sorprende que, dentro de la política española, una gran parte de esta se vende “barato”. Por un cargo en una eléctrica o una gran multinacional o por incorporarse a una asociación subvencionada en el que ganarán un sueldo asumible, hay políticos que han manchado su imagen para toda la vida.

Amigo político: si te vendes y estás dispuesto a manchar tu imagen por querer ir de ejemplar, que al menos sea para lograr la economía y el estatus que tiene Donald Trump y no seas tan cazurro de mancharla por una casa en Galapagar, una vicepresidencia en Iberdrola o por un puesto como asesor de una asociación, empresa o ‘chiringuito’ al que has llegado vía enchufe.

Si te vendes, al menos véndete caro para que lo que digan los demás de ti realmente te la traiga al pairo. Y aún con esas, te aconsejo lo siguiente; si vas a practicar las puertas giratorias, al menos no las critiques porque la hemeroteca te delatará. Tampoco digas que no tienes un precio ni que tienes unos principios porque luego un “gordo de las finanzas” vendrá y tus principios comprará y, de nuevo, ese pasado que tienes trascenderá en los medios de comunicación.  

¿El ejemplo? Nadie lo somos, pero mucho menos los que vais de políticamente correctos.  Porque sois vosotros los primeros que cuando no sois nadie os dedicáis a escuchar al pueblo, pero cuando cogéis peso en el mundo de la política o lideráis un cargo gordo en vuestro pueblo, ciudad o provincia -ya no digo dentro del partido a nivel nacional- los dejáis famélicos perdidos y solo en elecciones es cuando acudís a ellos.

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