Adelanto electoral

La situación política en España hierve con indudable incertidumbre entre aquellos que auguran vuelco absoluto a la mayoría de izquierdas, avalados por algunas encuestas, o aquellos otros que aún se sujetan a un barco, el del Gobierno, que no deja de hacer aguas fruto de los enfrentamientos que sus ya tres fuerzas políticas se enzarzan en no dejarse rectificar por los otros y por un encastillamiento que suscita muchos suspiros de decepción y de resignación por igual entre sus filas, agarrados estos al clavo ardiendo de las encuestas del también cuestionado CIS de Tezanos y las encuestas publicadas por medios ideológicamente afines a estos. Ya dije, desde el principio de la legislatura, que la relación de las dos fuerzas políticas que comenzaron ese acuerdo de Gobierno no escenificaban sino el grotesco baile inicial del proceso de apareamiento de dos mantis religiosas antes de consumar y de que una de ellas, la hembra, terminase por devorar al macho como fin natural de su ciclo biológico.

Y, en principio, en ese proceso estamos. Curiosamente, uno de los brazos del macho ha pasado a ser parte del apoyo de la hembra en un acto de metamorfosis extraña en la que ha aflorado un hijo, hija en este caso, antes de la consumación de la cópula, y cuyo nombre no es otro que Yolanda Díaz. La «niña de las cuentas», como era de esperar, se ha posicionado del lado con mayor poder, en este caso de la madre. ¿Qué consecuencias tiene esto? Pues, como estamos viendo, una aceleración del proceso de fagocitación del macho. Y no es para menos porque en esa relación de iguales en especie ideológica el mismo y propio interés de poder gobernar de ambas partes se sustentó una relación que estaba condenada al fracaso, bien por propia deriva de conflicto de intereses o bien por la decapitación de ambos por parte de una ciudadanía que cada vez entiende menos las contradicciones y fracasos de leyes que, naciendo con un fin, sólo consiguieron en su puesta en marcha justo lo contrario, como es la Ley del Sólo Sí es Sí. Pues sí, se la han desmontado a la señora Montero.

La relación entre ambos partidos, en estos momentos, no puede ser más incómoda. Y no son pocos los choques que se han producido y no de poca envergadura por sus consecuencias en los discursos de ambos, los de antes y los de ahora, tales son los casos del Sáhara, la adorada por la ex vice presidenta Carmen Calvo Ley Trans, o la mencionada del Sólo Sí es Sí. Pero la cosa no queda sólo ahí, a muchas más que incómodas concesiones del equipo del Presidente Pedro Sánchez con relación al nacionalismo, presos de ETA, o la atadura de manos de los morados a los rojos en relación a la ocupación de viviendas, se une una política internacional de aliados en la que ambas formaciones tampoco se ponen de acuerdo. Y es que, sin duda, las presiones, enfrentamientos y negociaciones internas en esta legislatura han debido ser, en los despachos, como el hilado más fino del croché más delicado imaginable, bello de cara a gran parte del electorado de unos y de otros, pero a la vez con la fragilidad con la que estas cuestiones de peso han ido profundizando en la división en el seno del Gobierno y en la visión que los votantes han ido teniendo de unos y de otros.

Tal ha sido la tensión, que no han sido pocas las veces que se podía vislumbrar, más cerca que lejos, el final de la legislatura tras la detonación de esta bomba de relojería. Es realmente tan admirable, proporcionalmente, la capacidad que ha tenido Pedro Sánchez de contener cada una de las crisis, las conocidas y las que no vieron la luz pública, como de quitar importancia o saber vender lo malo transformándolo en bueno fuese como fuese, al menos en sus discursos.

Sin embargo, la nueva pieza en la bajara que ha convertido la coalición de Gobierno en un tripartito tras la presentación política de Sumar, ha cambiado por completo el mapa de la izquierda y producido un maremoto en la ultraizquierda que, a mi entender, es más que probable que pueda tener serias consecuencias. No sería de extrañar que tanto Belarra y Montero, como Yolanda Díaz, estén en estos momentos tratando de atraer por todos los medios a los socios nacionalistas con promesas electoralistas con el fin de finiquitar, en la medida de lo posible, a la otra opción política a través de esos apoyos. Con Más Madrid y alguno que otro lo tienen más que complicado los morados, ya que la espera podría haberles valido la pena a los disidentes de esa formación que en su momento sufrieron las consecuencias de enfrentarse al todopoderoso y denostado electoralmente Pablo Iglesias para perpetrar la más radical de las venganzas.

Con todo esto sobre la mesa, las consecuencias de lo que pueda definirse en estas semanas podría traer serias consecuencias sobre este Gobierno. Tanto es así que cabe la posibilidad, apunto que pasadas las elecciones municipales y tras las cifras del descalabro, de que PODEMOS rompa el acuerdo de gobierno, consiga o no los apoyos mencionados, con en fin de provocar un adelanto electoral que evite el progresivo ascenso a su costa de los apoyos al proyecto de Yolanda Díaz y, a la vez, como escenificación de un posicionamiento que se encuentra en una vereda casi intransitable para los suyos en la relación con un partido político que ha sido capaz de llegar a un acuerdo con su adversario político más directo para así conseguir una reforma de una de sus leyes estrella.

El panorama tinta en estos colores a comienzos de esta calurosa primavera cuyas temperaturas no llegan ni asomarse a las que se constatan en las relaciones entre las tres fuerzas políticas que sustentan al Gobierno de España. Y, ojo, que posiblemente también pueda formar parte de la estrategia de un PSOE que no se ha atrevido nunca a retar como lo hace ahora a los morados y al que le interese también ese adelanto electoral tras esa escenificación de ruptura que le haga recuperar algunos de los votos que se le fueron al echarse en brazos de unas políticas que muchos no identifican en absoluto con la socialdemocracia con la que Felipe González inauguró un socialismo en el poder que, a pesar de sus sombras, consiguió durante su gobierno una sorprendente e importantísima transformación de España y el acuñamiento de términos tan perdurables como “Estado del bienestar” o “Estado de garantías”, justo aquellas que, con el tiempo, se han ido diluyendo en inestabilidad económica, financiera, laboral, social y política, con el aporte correspondiente de casi todos los corresponsables grupos políticos que han pasado por el Congreso de los Diputados.

Otro elemento que no debemos olvidar son las fechas. La Ley Electoral indica que deben pasar 54 días desdela publicación de la convocatoria hasta la celebración de las elecciones, por lo que, si esperamos a que pasen las elecciones municipales nos tendríamos que poner o en la segunda quincena de julio o esperar a que se celebrasen en septiembre. En ambos casos, probablemente, esto beneficiaría a la izquierda, tanto por el protagonismo de sus discursos que cubrirían en la medida de lo posible los resultados de las municipales y autonómicas con un delicado velo, como por la coincidencia con periodos de vacaciones que podrían dificultar el voto de aquellas personas que, teniendo una capacidad económica que se lo permita, se encuentren fuera de sus municipios de vacaciones, un voto más favorable a signos políticos de derechas que de la propia izquierda. Un voto a su favor y al propio pacto silenciado en el que tanto PSOE como PODEMOS podrían escenificar esa ruptura de manera que ambos saquen posibles beneficios del centro izquierda los de Sánchez y de la izquierda más radical los de Belarra y Montero.

Cuidado, que también podría producirse el escenario justo antes de las elecciones municipales para intentar poder salvar las mismas. Lo cierto es que el electorado tanto de uno como de otro partido se perciben cada día más distantes no ya del contenido de sus propios objetivos ideológicos como de el precio que ese «matrimonio forzoso» les está imponiendo a ambos en los mismos. Más aún ahora, cuando los dos han descubierto que, a medio o largo plazo sólo una de las tres saldría reforzada de este estado de cosas, la nueva fuerza política presentada recientemente por Yolanda Díaz, que surge de los maderos ardiendo de un PODEMOS que perdió el equilibrio entre la fantasía de lo deseable y la realidad de lo factible, por no decir de la capacidad de tener un discurso coherente entre lo que dice buscar y lo que consigue con sus leyes y propuestas.

Feo este escenario al que nos ha llevado la coalición en cuyo final de legislatura los socios parecen ser más enemigos que nunca entre ellos mismos que respecto a una oposición que, por miedo a meter la pata, permanece expectante, sin hacer mucho ruido, alimentando el frío del destierro del poder con los restos que van quedando del incendio en el seno del Gobierno de España; un incendio alimentado por nacionalistas imaginando con él su extensión al conjunto del Estado. Y si no, que se lo digan a la monarquía, que ha tenido que estrenar varios trajes ignífugos conocedores de lo inflamable que se está volviendo la corona con cada visita del emérito.

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