
Estamos siendo testigos de lo peor del ser humano. Los instintos más pérfidos y ruines están saliendo a flote, removidos por la marejada de ponzoña informativa que a diario y a través de cualquier medio siembran terror entre la población.
Familias que se rompen por un miedo irracional a algo que, si se hacen las pertinentes operaciones matemáticas o la búsqueda informativa necesaria, verían que no es tan fiero como nos quieren hacer ver. Personas están dejando abandonados a familiares y amigos por no haber querido recibir el pinchazo o, habiéndolo recibido, por haber dado positivo a un test de fiabilidad no certera. Cierto es que cada uno es libre de sentir el miedo que quiera, pero piensen un poco… en el peor de los casos, si es algo tan mortal, hay personas que prefieren que un familiar muera solo que acompañarlo tomando precauciones.
Gente que lleva ya tres dosis de algo que llaman vacuna, pero con lo que no se sienten seguros, adorando a falsos ídolos y creyendo que la causa de sus males son los que no han querido pasar por ese trámite. En el “mejor” de los casos, están abandonando a un familiar o amigo por una pesadilla informativa. Personas que hasta ahora veían “La lista de Schindler” y se preguntaban cómo se había permitido que los Nazi llegaran tan lejos, gente a los que se les “rompía el corazón” al ver las lacrimógenas imágenes de niños refugiados, gente que hablaba con admiración de la Madre Teresa de Calcuta abrazando a leprosos y demás parias o de la Princesa Diana, cuando pisaba campos de minas antipersona para concienciar sobre esta terrible práctica de guerra. Esas personas son las mismas que ahora se esconden en sus casas y se alejan de todo el mundo porque la televisión lo dice, incapaces de informarse, de hacer una simple regla de tres, carentes de toda caridad o, como mínimo, algo de empatía, pero rebosantes de un egoísmo infernal.
Todo esto, sarcásticamente, está sucediendo en una época que debería ser alborozo, unión, alegría, ganas de compartir. Una época en la que se debería celebrar el nacimiento del Hombre más justo entre los justos pero la gente se deja llevar por esos medios que enarbolan la bandera del egoísmo, que vomitan miedo para fomentar soledad, para dejar de nuevo aislados y asustados a los ancianos, para engrosar esas listas de depresión que llevan a cometer actos desesperados, para convertir a los niños en enemigos públicos. No sois elfos, sois orcos. Por si no fuera bastante, su bajeza presidencial habla de mascarillas en la calle, dando fuelle al miedo con el dudoso número de contagios, no sea cosa que la gente se relaje, empiece a enseñar la cara y se dibuje alguna sonrisa que recuerde al ciudadano que un día no era esclavo. Mientras sigue dejando a las comunidades comportarse como territorios independientes de un país, con el beneplácito de ese PP de Casado que aboga por una ley de pandemias, porque sentirse como Macron debe dar morbo.
No cuenten conmigo para llevar la mascarilla por la calle, no tiene ningún motivo sanitario, especialmente, porque la gran mayoría de la gente lleva mascarillas que o no están homologadas o no sirven para contener un virus porque no cumple la normativa específica. Mucho menos hacen algo tal y como las lleva la gente desde hace dos años, con orificios por donde sale y entra cualquier virus o bacteria. Pero eso no les preocupa, porque nunca se trató de salud. No cuenten conmigo para claudicar ante medidas para chantajear a la gente, para aislar a los versos sueltos, mientras la gente sigue el juego porque es más fácil que piensen por ti. Qué difícil es vivir en una sociedad libre cuando hay tantos felices de ser esclavos, felices con que papá Estado te otorgue permiso para hacer lo que ya hacías porque has sido un ciudadano bueno, que no te haces preguntas… y si el precio de no malgastar neuronas es no ver a tu familia y amigos, que así sea.
Si el precio es sentirte leproso por un catarro, que así sea, si el precio es inocularte algo que no tienes ni idea que es, que así sea… porque a día de hoy aún hay mucha gente que no sabe que les han inoculado algo que es la primera vez que se autoriza, una biotecnología con un ARNm (un ARN sintético) y cuyos efectos sí que mutan, ya que van cambiando efectividad sobre la marcha y anotando eventos indeseables a medida que aparecen. Eso sí, los inyectados sí tienen patente de corso para sentir cualquier miedo que les diga la televisión que amenaza su seguridad, pero los que no se quieren inocular, precisamente, por eso mismo, no tienen ningún derecho.
A mí lo que me da miedo es este acoso sin tregua para que todo el mundo se inocule cosa, que no había sucedido jamás con ninguna enfermedad, más allá del “póntelo, pónselo” de las campañas contra el SIDA, jamás ha habido una propaganda tan encarnizada, sin tener en cuenta tratamientos menos invasivos o el estudio de la propia evolución de quiénes habiendo pasado la enfermedad ya tienen defensas naturales. Me da miedo el odio de tantos hacia el divergente, me aterra la psicosis colectiva que devora hogares, me da pavor el exacerbado sometimiento de la población a nivel mundial. El virus lo puedes pillar o no, puede ser suave o grave, pero el virus del comunismo global que está arraigando por doquier como una mala hierba…ese es peligroso y de ahí no se sale.
Miren a su alrededor y vean dónde les están llevando, como ciudadanos y, sobre todo, como humanos. Hace unos días cierta mujer, inoculada y orgullosa de su pase, ante mis críticas y las de otros al rechazo a tan nefasta norma, que atacaba todos los derechos fundamentales reflejados en Constitución y declaraciones de derechos humanos, contestaba con rechazo ante nuestra opinión y con orgullo “No estoy de acuerdo voy donde me da la gana y haré lo que me dé la gana”. A todo eso hemos llegado, a este nivel de despotismo social. Un despotismo un tanto extraño, por otro lado, porque ese hacer lo que a uno le dé la gana debe ser siempre tal y como ordene la tele, pues ella y su familia han pasado por el test farmacéutico de moda con resultado positivo, así que se auto confina y toda la familia anula encuentros. Qué cosas, al final los más “protegidos”, esos carentes de empatía hacia otros, esos que se saltaban a la torera derechos fundamentales y creían hacer lo que les da la gana con un pase, son los que van a estar más encerrados que los que acompañamos el GinTonic con chupitos de lejía (un saludo a yayo Fede).
Del mismo modo deberían mirarse al espejo esos que han actuado de jueces al tachar de egoístas a quiénes no seguían la misma dirección sanitaria y luego deben ver en sus propias carnes como el contagio también les toca, supongo que el comer con magnates globalistas y reyes te ofusca la mente. De igual modo debe ofuscar ocupar un cargo político relevante, como Almeida u otros cargos de Génova, al pedir como si sus tuits fueran eco: «cuidaos mucho». Qué precavidos todos de un tiempo a esta parte. Me pregunto si tanto ellos como tantos ciudadanos precavidos se cuidan pidiendo análisis de sangre antes de tener relaciones sexuales con alguien, para descartar ETS, o cualquier informe médico a sanitarios, cocineros, amigos o familiares para eliminar cualquier duda sobre si padecen sarna, hepatitis, meningitis o tuberculosis. No hay que olvidar que la tuberculosis es una de las principales causas de muerte a lo largo de la historia y, según la OMS, es la enfermedad infecciosa más mortífera. En el 2016, fue el agente infeccioso que causó el mayor número de fallecidos, aunque muchos de los casos de tuberculosis no se diagnostican, y muchas de las muertes que causa no se señalan. Sin embargo, ningún ciudadano ha tenido esta enfermedad en mente, ningún gobierno ha chantajeado a la gente para recibir la vacuna la cual, curiosamente, este año cumple 100 años. Curiosamente nos llega inmigración ilegal de países donde la tasa de tuberculosis es alta y eso no preocupa a nadie…Miren a su alrededor y vean dónde les están llevando.
Por mi parte, no esperen que participe en los juegos del hambre. No pienso ponerme mascarilla por la calle, no pienso dejar de ver o cuidar familiares incluso si están enfermos, no tengo intención de ceder mis derechos fundamentales en pro de un croissant en un bar, no voy a regalar mi libertad y mucho menos voy a dejar que me quiten mi derecho a discernir, opinar y decidir sobre temas que conciernen a mi salud y la de mis hijos. Mucho menos voy a permitir que me roben la Navidad, no voy a dejar que arranquen de cuajo mis raíces, costumbres y tradiciones cristianas, las cuales me llevan a recordar un extracto del pasaje de Mateo 25:31-46 y que tantos que se creen salvadores de la humanidad al ceder ante cualquier acto de sometimiento deberían leer entero: “Porque tuve hambre, y no me disteis de comer; tuve sed, y no me disteis de beber; fui forastero, y no me recogisteis; estuve desnudo, y no me cubristeis; enfermo, y en la cárcel, y no me visitasteis. Entonces también ellos le responderán diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, sediento, forastero, desnudo, enfermo, o en la cárcel, y no te servimos? Entonces les responderá diciendo: De cierto os digo que en cuanto no lo hicisteis a uno de estos más pequeños, tampoco a mí lo hicisteis. E irán éstos al castigo eterno, y los justos a la vida eterna”.
Os recuerdo, a los que hayáis hecho una mueca al ver que nombraba escrituras cristianas, que vivir continuamente limitado, gubernamentalmente sometido y sumido en un continuo estado de obligaciones con cada vez menos derechos, también es una forma de castigo eterno. Os han quitado la habilidad de tener pensamiento crítico, que no os quiten la humanidad, a los que todavía os quede.

Un gran artículo que refleja lo que estamos sufriendo muchos. He tenido que renunciar a ver a mis hermanos por el miedo, y mis hijos me miran como una apestada porque no me he vacunado. Gracias. Un saludo
Las miradas furtivas de los que exhiben su miedo detrás de la mascarilla denotan sorpresa, también vergüenza, porque no se atreven a hacer lo mismo. Porque son prisioneros de sí mismos. Solo que ahora es evidente.
Enhorabuena, Sandra