Feminismo: la degradación de la mujer

Sé que lo echabais de menos. Algunos lo añorasteis la anterior semana y lo pedisteis, pero el acontecimiento político de la gran Castilla ocupó mi atención. Así que esta vez sí, vayamos a ello, amigos, narremos las grandes sandeces y majaderías cometidas en las calles de España el pasado 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer.

No hay crisis económica, alza de precios, factura energética, precariedad laboral, pandemia, desabastecimiento, amenaza bélica o fractura interna en el Consejo de Ministros que pueda con Irene Montero y sus secuaces borregas, fieles a su ración anual de alfalfa, personificada en un Ministerio, el cual nos cuesta más de 550 millones de euros, con una única jornada laboral anual. Se ve que poco les parecía el gasto destinado a impartir talleres de felaciones que el mismo país que recibirá 12.000 millones de Europa 3 meses antes para impedir un colapso económico, destina 23.319.000 millones de euros en impulsar políticas feministas de forma transversal en todas las administraciones.

Pobres semáforos, bancos y buzones, la que les espera. Ironía aparte, os preguntaréis como socialmente nos vemos envueltos en tal situación y como una gran parte de la población apoya y defiende la causa, no sé cuál, pero la causa. Bien, el politizado aquelarre feminista al que ya nos tienen acostumbrados los partidos de izquierda desafortunadamente desde hace años a ver, el apropiamiento del concepto mujer, los eslóganes que graznan las manifestantes, las pancartas, el odio hacia el hombre y hacia las mujeres libres, es un cáncer politizado en toda regla que «funciona» gracias a un juego de intereses a tres niveles:

En primer lugar, a nivel político, victimizando a «las mujeres» como colectivo, politizando cualquier problema social. Esto permite a los políticos de izquierdas habiéndose apropiado de ellas, presentarse como sus salvadores y atraer su voto con facilidad. Por este motivo, desde las instancias políticas, se impulsa, promociona y subvenciona generosamente todo lo que venga a reforzar el «feminismo», aunque se trate de una auténtica aberración ética y jurídica. Aquí es donde encontramos la exclusión a las feministas tradicionales, porque estas defienden la idea, de sentido común, de que un hombre que se siente mujer no es una mujer más, sigue siendo un hombre.

En segundo lugar, a nivel académico e intelectual, gracias al impulso político que recibe el «feminismo», sirve a los mediocres para impulsar su carrera. No hablemos de la cantidad de chiringuitos subvencionados dirigidos por auténticas analfabetas funcionales que han hecho de ello una forma cotidiana de vida, en el que sin ir más lejos un problema que genera una inversión de más de 20.000.000 millones de euros, la última finalidad es terminar con él.

Y en tercer y último lugar, a nivel de calle. Son muchas las personas que compran el discurso feminista sin siquiera leer el manifiesto que motiva la concentración o ser conocedoras de la ya igualdad jurídica, y vacío de contenido del término, entre hombres y mujeres desde el año 78. Normalmente, justificando su descontento en la desigualdad social que generan particulares independientes. Basta con ver la distinta variedad de personas en tales concentraciones, muchas mujeres lo hacen por el componente victimista de ese discurso, que les permite culpar de sus fracasos a otros (hombres, sociedad, patriarcado) y liberar frustración, y a su vez muchos hombres, por su parte, también compran ese discurso, porque les permite disfrazarse de mejores personas, algunos sin pararse a pensar siquiera en que están siendo manipulados, y otros porque hacen del «parecer mejores personas» su forma de vida (buenismo).

Todo esto, como se puede comprender, no es fruto de un día para otro. Las asociaciones y partidos de izquierda llevan años con este adoctrinamiento sistemático en colegios, universidades y medios de comunicación. En definitiva, las feministas son al feminismo lo que el progresismo es al progreso, lo que los sindicatos son al obrero y lo que el carterista es a la cartera. En eso se ha convertido el feminismo de hoy en día, lejos de buscar la igualdad ya obtenida, en un negocio hembrista impositivo al varón en el que unas personas se atribuyen la representación de otras muchas más cobrando por ello, cuando ni las representan, ni tienen derecho alguno a representarlas.

¡Informado al minuto!

¡Síguenos en nuestro canal de Telegram para estar al tanto de todos nuestros contenidos!

https://t.me/MinutoCrucial

Be the first to comment

Leave a Reply

Tu dirección de correo no será publicada.


*