Durante estas dos semanas han surgido tantos temas sobre los que hacer una reflexión que me ha costado decantarme por uno. Lamentablemente, todos me llevan a una indignación superlativa.
En un momento en el que parece que estamos viendo los últimos coletazos de la pandemia, la cual nos ha dejado, a parte de las innumerables pérdidas humanas, una nueva crisis económica importante, un momento con una presión fiscal insoportable, la inflación por encima del 7% y el estallido de una guerra que nos va a traer aún más ruina (y que solo quede en eso), el gobierno anuncia a bombo y platillo la aprobación en consejo de ministros del III Plan Estratégico de Igualdad Efectiva entre Mujeres y Hombres con una inversión histórica de 20.319 millones de euros para impulsar políticas feministas de forma transversal en todas las administraciones. Y yo me pregunto, si el mayor avance en este asunto se llevó a cabo en las últimas décadas tras la dictadura, sin ministerio ni presupuesto público exclusivo para ello, ¿verdaderamente es necesaria esa ingente partida presupuestaria como si estuviera todo por hacer y la mujer española se encontrase peor que la afgana?
Y es que encima, no dejan de echar balones fuera y culpabilizar de la situación económica factores ajenos al gobierno, la pandemia y ahora la guerra de Ucrania. La pandemia ha sido mundial, pero no todos los países la han abordado de la misma manera. No todos tenemos las mismas tasas de paro, no todos tenemos la misma deuda pública. La realidad es que en casi todo destacamos por estar a la cola. Por ejemplo, la evolución del PIB entre los años 2019 y 2022, según datos publicados por la comisión europea de los estados miembros coloca a España como el peor siendo el único país con tasas negativas (-1,1%).
Por otro lado, la nueva e incuestionable religión en la que se han convertido las políticas verdes, ahora nos está pasando factura. Putin nos ha recibido con los brazos abiertos, como prácticamente único proveedor de gas, los precios de la electricidad a merced de subastas diarias, especulaciones sobre los derechos de las emisiones de CO2 y unas ingentes tasas impositivas añadidas. Para entender la factura de la luz debes ser como mínimo ingeniero industrial. El caso es que todo es muy sostenible menos nuestros bolsillos. Disentir de esta religión te lleva prácticamente a la hoguera por hereje.
Y es que, 20.000 millones de euros, es un despilfarro obsceno por donde se mire. Por contextualizar, por ejemplo, el presupuesto en educación son 4.590 millones, el de sanidad 6.586 millones, ambos ministerios, según ellos, víctimas de la masacre en recortes que hizo el ejecutivo anterior. Pues acaban de perder una ocasión única de dotarles de todo lo que a su juicio se necesitaba, sobre todo en Sanidad, después de más de 100.000 muertos por covid y de hacer verdaderas campañas a favor de que la sanidad pública. Invito a consultar partidas como la investigación contra el cáncer o lo destinado a reconstruir la isla de La Palma: un drama.
No quiero acabar sin denunciar que la recaudación que le supone al Gobierno la subida solo de la gasolina (la luz es otro pico) son cerca de 10.000 millones de euros extras en impuestos. Por eso, ¡claro que se están forrando! para que luego despilfarren. Son impuestos en su mayoría estatales, no autonómicos (IVA 21% e impuesto estatal 379€/1000tn). De una factura media de 80 euros en la gasolinera, el 41% son impuestos, todo a costa de los bolsillos de todos, seas Amancio Ortega o seas un taxista, con todos mis respetos a ambos. Como ven, esta fiscalidad es muy inclusiva, sostenible, respetuosa, trasversal y ecofeminista. Solo lanzan mantras que la masa identifica con la justicia social cuando solo es postureo. La realidad es que nos llevan a la miseria.
El panorama es tan insostenible, que varias plataformas de autónomos y pequeñas pymes de distribución ya se han echado a la calle ante la vergonzosa inoperancia de los sindicatos, y la respuesta del gobierno, nuevamente está siendo echar la culpa a otros, y utilizar su recurso atemorizante de los radicales de extrema derecha. Al final toda la disidencia va a tratarse de grupos organizados de extrema derecha. Putin también es extrema derecha. ¡El Covid19 también es la de extrema derecha! Los sindicatos están regados por el gobierno con decenas de millones cada año y además les han anunciado ya una subida del 18.33% para este año. Así que, SILENCIO.
Hola Raquel.
Totalmente de acuerdo con tu reflexión.
Solo añadir que no entiendo la necesidad de que la administración se gaste ni un solo euro en «igualdad», ¿por qué no en fraternidad, o en libertad?, ¿o en promover el empleo de lo jóvenes para que no sean los últimos de la lista, ya sean varones o mujeres?
En el universo no hay dos seres o cosas iguales. Cada cosa, cada ser vivo, cada persona tenemos una identidad diferente. Somos unidades existenciales con elementos comunes y elementos distintos, pero cuando se empeñan tanto en igualar es que pretenden eliminar nuestra individualidad diferencial, es decir, son tiranías que usan como pretexto la cuestión de los derechos.
Por otro lado, la discriminación positiva de un grupo siempre implica la discriminación negativa del otro, lo cual, siempre es injusto y acarrea mucha discordia social. Lo que les mola es crear broncas.
20.000.000.000 de euros me parece una magnífica cantidad para hacernos a todos la puñeta.
Muchas gracias por tus aportaciones.
Gracias a tí, Carlos. Efectivamente es importante empezar respetando la identidad de cada uno, sus capacidades, sus aptitudes, sus cualidades y no intentar meternos a todos en un patrón irreal de igualdad. Buscar la igualdad es perverso, y cito unas líneas del libro de Jano García «El rebaño»: nos guste o no, nos hacen creer que todos somos iguales y luego la realidad nos estalla en la cara y nos deja profundamente frustrados, cuando descubrimos que hay gente más inteligente, más guapa, más capacitada, generando la desigualdad propia del ser humano».