Mejor actor de Reparto

Con la que está cayendo, con tantas preocupaciones globales, a saber, crisis económica, huelgas, guerras, y de repente, ¡zas!, nunca una onomatopeya vino mejor que aquí: Will Smith nos alegra la mañana del lunes con un sonado guantazo al presentador de la gala de los Oscar, Chris Rock, que, al margen de polémicas, lo que ha conseguido de primeras es hacer reír a medio mundo inundando las redes de memes. De repente se había convertido en el mejor “actor de reparto”, nominado al “Premio Donostia” o mención especial en la “Palma de Oro”. 

Sinceramente, las imágenes se prestan a ello y no es muy difícil hacer chanza. Pero detrás de todo y al margen de si la escena está o no premeditada, creo que hay varias cuestiones de fondo. Una sería si está justificada la bofetada, si es humano responder así a alguien que te hiere y hace una broma pública sobre la alopecia por enfermedad de un ser querido o si por el contrario, debería haberle arrebatado el micrófono, como artista de primer nivel que es, respondiéndole con humor y con amor, como luego promulgó en su discurso de agradecimiento por la estatuilla al mejor actor. Yo me decanto sin dudarlo por esta última. 

Otra cuestión sería si es o no machista que un hombre defienda a una mujer ya que se podía defender ella sola en aras de la igualdad impostada de hoy en día y, por último, cabe plantearse la polémica racista que se hubiera desatado si Will Smith fuera blanco y hubiera abofeteado a un hombre de color. En mi opinión, estos dos últimos planteamientos, machismo o racismo, serían y son totalmente absurdos y preferiría quedarme con el primer debate, si no fueran precedidos por los últimos años en los que precisamente los Oscar se han convertido en un altavoz de aleccionamiento de causas impostadas y en grandísima parte ya superadas, de una sociedad infantil, victimista y malcriada que desde su superioridad moral pretenden aleccionar a la masa, y ya de paso, dar premios al cine. Y me viene al caso para hacer un símil e intentar visibilizarlo.

Como digo, imaginen que Will Smith no fuera de raza negra, sino blanco y afín a Trump y que Chris Rock además de negro fuera homosexual y hubiera hecho de su condición sexual bandera de la lucha por el orgullo (desconozco la condición sexual de este hombre ni la ideología del Sr Smith, ni me importa). Yo creo que el enfoque habría sido muy distinto. Probablemente no le habrían dejado continuar presenciando la gala, incluso igual el Oscar se lo habría llevado otro o ya se lo estarían reclamando de vuelta. Es más, las plataformas de colectivos se habrían echado a las calles, se habrían inundado las redes con hashtags y quizás el discurso habría llegado a límites de paranoia. 

Insisto, sí, es una conjetura, pero hay miles de ejemplos de situaciones similares precedentes sobre todo en la cultura norteamericana actual en las que se han llegado a dicha histeria. Veamos cómo responderá la Academia al respecto, algo hará, pero estoy convencida que no es igual si fuera una situación que la otra. Ese bofetón es un hecho violento y la violencia nunca se justifica a no ser que sea en defensa propia. Lo haga quien lo haga. Y es que precisamente la igualdad que tanto pretenden algunos enseñarnos desde sus púlpitos, es eso, es que un hecho es deplorable exactamente proceda de quien proceda y un premio o reconocimiento, habrá que dárselo al que lo merezca de igual modo.

Es sorprendente, que en aras de la igualdad deba haber por ejemplo cuotas por raza, sexo o religión. Uno de los ejemplos recientes más delirantes ha sido seleccionar para el papel de Ana Bolena en una miniserie de Netflix a una mujer de color, cuando todos sabemos que fue blanca. Es que es una incorrección histórica sin sentido. A mí como espectadora me lleva a no creerme el personaje, a no concentrarme en la serie. ¿Se imaginan una película sobre los campos de algodón llenos de esclavos blancos? Es llevar las cuotas de igualdad o la visibilidad de la causa al ridículo. 

En los últimos años, lo que se ha originado a causa de esto, es precisamente una tremenda desigualdad por la consideración de víctimas a las personas por el mero hecho de pertenecer a uno de estos mal llamados colectivos y a la demonización de los demás por pertenecer al resto: los hombres llevan la violencia en el ADN, los blancos son racistas supremacistas, los negros nunca son racistas, las mujeres nunca maltratan a sus parejas, etcétera. Disentir de estos hechos hoy en día requiere de cierta valentía, porque estamos ante la tiranía de la igualdad. Esta igualdad mal entendida. El hecho de ser de una raza, sexo o religión no debe ser condición para alcanzar absolutamente nada en la vida o lo contrario, y sí lo deben ser, las capacidades, la preparación, el esfuerzo, la bondad y un largo etcétera de características propias del ser humano que nos hacen ser maravillosamente desiguales y complementarios y que son lo que muestra la verdadera valía de la persona. 

Como diría mi admirado amigo Carlos J. García, pensador, psicólogo y escritor que de todo esto sabe un poco, tanto por el bagaje de su vida profesional, como por su tarea divulgativa al respecto: “somos unidades existenciales con elementos comunes y elementos distintos y la discriminación positiva de un grupo siempre implica la discriminación negativa del otro”.

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4 Comments

  1. «Mejor actor de reparto, nominado al premio Donostia, mención especial en La Palma de oro», me ha hecho tanta gracia que no he podido profundizar en el resto del artículo.
    Recuerdo que cuando estudiaba en el instituto (de 1960 a 1966) si alguien te ofendía a ti o alguno de tus amigos se respondía como Will y había peleas a diario. No recuerdo que nadie saliera traumatizado por ello. Si la agresividad defensiva te la reprimes, te envenenas el alma y acabas volviéndote rencoroso y peor persona. Un guantazo no es tan grave como tampoco lo es que las madres utilicen la zapatilla cuando proceda. La violencia no es eso, sino crear y hacer padecer una atmósfera opresiva, tiránica, injusta, hipócrita y perversa que roba la libertad personal y corroe la espontaneidad.
    Un abrazo Raquel.

  2. Habiéndome hecho pasar un buen rato el espectáculo de la entrega de los Oscar y tu ingenioso artículo al respecto, solo añadir que yo prefiero un maltrato físico del que me pueda defender, ya que se manifiesta a las claras, a un maltrato psicológico sibilino que te puede ocasionar un gran daño sin ser consciente de ello. Éste tipo de maltrato suele tener como objetivo la destrucción del propio ser.
    A la espera de tu siguiente artículo, gracias por compartir tus reflexiones.

    • La verdad es que solo el hecho del gran debate que ha originado, lo que queda claro es que hay una realidad y es que es todo muy discutible. Efectivamente la violencia física es deplorable pero la psicología puede ser infinitamente peor y la libertad de expresión no puede ser infinita.
      Gracias por tu lectura y comentario Valle.

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