Dos grandes premios han sido suficientes para entender que la Fórmula 1 ha cambiado para siempre. No iba desencaminado Fernando Alonso cuando, en su regreso, basó uno de los grandes argumentos de su vuelta en la nueva reglamentación, el límite presupuestario y la igualdad entre los coches en cuanto a la aerodinámica. Por primera vez en años, tres equipos (como mínimo) aspiran a la corona.
Defiende el título de constructores el equipo Mercedes, con Hamilton y Russell como pilotos. En el equipo de la estrella los primeros grandes premios han dejado dudas, pero los alemanes cuentan con algo que no tienen los demás equipos, algo que es un arma de doble filo pero que no deja de ser también un aliciente: la sed de venganza. El final de 2021 ha escocido en el orgullo de los de Toto Wolff, y especialmente en el de un Lewis Hamilton dispuesto a retar a la historia.
Sus grandes rivales son el equipo Red Bull. Los de la bebida energética cuentan con el actual campeón del mundo, Max Verstappen, y con un Sergio Pérez que es sin duda el escudero perfecto. Cuentan a su favor con un núcleo consolidado, un mago de la aerodinámica como Adrián Newey y ganas de conseguir el doblete que ansían desde los tiempos de Vettel.
Y enfrente, el equipo más laureado y el más en forma de la temporada, Ferrari. Son los grandes aspirantes a todo, y cuentan con un español en sus filas. Carlos Sainz afronta el que puede ser su gran año, tras un final de temporada en 2021 inmenso, siendo el mejor del resto, de una clase media de la que los del Cavallino rampante necesitan y quieren salir ya. A su lado, Leclerc es el otro gran peligro para Carlos. Un piloto talentoso que busca su gran sueño.
Y luego está Alpine y «El Plan» De Fernando Alonso. El asturiano necesita volver a estar delante y busca, como mínimo, despegarse de la clase media. La gran ventaja de Fernando es que solo necesita un coche 2 o 3 décimas peor que el resto, porque lo que falta lo suple su talento. Estamos, sin duda, ante la mejor temporada de la historia.
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