Menos da una piedra

Tan utilizado en el argot popular se refiere a tener que conformarse ante unas expectativas mucho menos elevadas de lo que inicialmente esperábamos en relación con el esfuerzo. Desde que nos pedían como trabajo escolar, aquellas maquetas con distintos minerales para su clasificación, yo estoy enamorada de las piedras, lisas, rugosas, con todo el espectro de los colores, las piedras me han llamado poderosamente la atención. No ejercen funciones vitales al uso, pero tienen vida por cuanto no permanecen inalterables ante agentes externos, emiten sonidos, se adaptan a todos los medios y dependiendo de sus átomos de carbono, llegan a ser valiosísimas en el mercado.

Así podría llenar páginas sobre el valor de las piedras, de sus informes formas, de su convivencia maravillosa, en justa reciprocidad, con otros seres vivos, su puente para salir de lo inanimado. Para mi quisiera piedras, montañas cársticas, emergidas durante siglos, longevas, resistentes, agarradas a la tierra, firmes y obedientes al cincel. Amigos, no exigimos pedirle más a una piedra y mucho menos desvalorizarla. Nuevas generaciones de piedras afloran de las entrañas de la Tierra, con nuevos materiales dispuestos a enriquecernos. Con la era del metaverso en los talones y las dificultades que se nos avecinan para saber dónde está la raya de lo virtual y lo real, ellas estarán expectantes, sólidas y duraderas y verán, como siempre lo han visto, nuestra breve y efímera realidad.

No sé qué me ha traído hasta este punto. Seguramente, esa búsqueda de certeza que ansío a través del periodismo, de tanta información contradictoria como nos llega, no entre sí, sino opuesta a la razón, empeñados una mayoría en meternos las dos patas por un calzón. Estamos necesitados de versiones sinceras, de verdades enteras, de medios independientes, donde nuestra elección pase por el atractivo literario, por la fiabilidad en el manejo de la información. Sin embargo, vamos sacando la media leyendo distintos medios, oyendo varias emisoras, intercalando visuales y así por fin, vamos elaborando una idea más o menos fidedigna de los asuntos de actualidad. Pero faltaban las fake news en las redes sociales, ahí ya me pierdo, porque cuando contribuyo a su difusión con la mejor intención de advertencia, me avisan de que es noticia falsa con la consiguiente tarea de desdecirme.

Asisto periódicamente a un debate televisivo sobre temas sociopolíticos. Se suscita en la mesa opinión sobre la invasión a Ucrania, como ya se prolonga, he pasado por tres estados de ánimo con la consiguiente emoción que, a tenor de la información que recabo, se parecen poco. La última ha sido la más concluyente ya que, sin comulgar con ningún razonamiento, he dejado claro que Vladimir Putin deberá tener su propio Núremberg y que su actitud genocida debe juzgarla la Historia y tener su castigo. También pienso que Tribunal de la Haya será inoperante si no encuentra la forma de frenar por la vía del Derecho Internacional, este cruel y sangriento disparate.

Por cierto, que fui rebatida respecto a este último punto en el sentido de que eso no iba a ocurrir. Yo sigo con la esperanza, la mejor actitud para mitigar el dolor que me produce el sufrimiento ajeno. Las carencias, la inflación consecuente, las migraciones de refugiados estarían en un plano subsidiario y solidario. Lo importante es acabar ipso facto con esta masacre salvaje y retrógrada.

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