Aquella izquierda. No esta

Es bien sabida la anécdota de Miguel Hernández, poeta y soldado, que tras combatir en el frente fue invitado por Rafael Alberti, la mujer de este y otros camaradas republicanos a un sarao que tenía lugar en la retaguardia. Al llegar allí, Hernández, tras haber sufrido todo tipo de privaciones en las trincheras luchando contra las tropas nacionales, quedó atónito con los excesos de aquel banquete y el ambiente de jarana allí reinante. Ajeno a los motivos de poco fuste que justificaban aquel despilfarro bochornoso, se dirigió a una pizarra que por allí había y escribió: <<Aquí hay mucha puta y mucho hijo de puta>>.

¿Han sido estos pecado y penitencia de nuestra izquierda el presente y pasado siglo? ¿Por cada hombre recto y comprometido también medraba un gorrón asilvestrado, cuando no algo peor?

Observando a los nuevos apóstoles de la “santa madre izquierda” y su anhelo revanchista de resucitar los fantasmas de nuestra guerra civil, uno rememora con nostalgia a otros que, a diferencia de estos millenials, si vivieron en su piel los rigores del franquismo y la guerra. Muchos de ellos dieron incluso con sus huesos en chirona. Siempre emociona aquel discurso de Marcelino Camacho, hombre honorable, ante el Congreso de los diputados en 1977:

[…]Queremos abrir la vía a la paz y a la libertad. Queremos cerrar una etapa; queremos abrir otra. Nosotros, precisamente, los comunistas, que tantas heridas tenemos, que tanto hemos sufrido, hemos enterrado nuestros muertos y nuestros rencores. Nosotros estamos resueltos a marchar hacia adelante en esa vía de la libertad, en esa vía de la paz y del progreso. […] Señoras y señores Diputados, señores del Gobierno, lo que hace un año parecía imposible, casi un milagro, salir de la dictadura sin traumas graves, se está realizando ante nuestros ojos; estamos seguros de que saldremos también de la crisis económica, que aseguraremos el pan y la libertad si se establecen nuevas relaciones obrero-empresariales y si un código de derecho de los trabajadores las garantiza; si conseguimos de una vez que los trabajadores dejemos de ser extranjeros en nuestra propia patria. Sí, amnistía para gobernar, amnistía para reforzar la autoridad y el orden basado en el justo respeto de todos a todos y, naturalmente, en primer lugar, de los trabajadores con respecto a los demás. [….]

Aquel PCE que aceptó la rojigualda, la monarquía parlamentaria y participó en la redacción de la Constitución repudió la violencia del estalinismo, consciente de la necesidad de sentarse en la misma mesa que los franquistas para trazar un nuevo rumbo para España. Su apuesta era la concordia, no la discordia.

¿Qué clase de izquierda tenemos actualmente? ¿Se parece en una miga a su predecesora? ¿Estos de ahora son excarcelados y víctimas del exilio, o más bien un coro de magufos apesebrados resentidos con una dictadura que no vivieron y una guerra que no sufrieron? ¿Están abriendo una herida ya cerrada? Alguno de ellos incluso se jactaba de las andanzas de su papá en el FRAP, que no era sino el brazo armado del Partido Comunista Marxista-Leninista de España. Este y no otro era la escisión violenta de aquel PCE, la cual no puede contar con el mérito de haber traído la democracia, aunque si con un magro listado de cadáveres.

Observando todo este derroche de zoquetadas, espantajerías y discursos trufados de truismo y lugares comunes, más allá del ideario de cada cual, el testigo imparcial ya los percibe como una cínica sobredosis de buenismo empecinada en el despilfarro y el postureo.

¿Ven ustedes la rectitud y el talante de Julio Anguita en el ministro de consumo Alberto Garzón? Lo que seguramente recuerdan es a este caballerete haciendo el canelo en las redes preparándose un arroz a banda ataviado con un chándal de la RDA. ¡Qué injusto es el sentimiento de vergüenza ajena! ¿Si es usted quien hace el babuino porque soy quien se siente avergonzado?

A día de hoy, ni se plantean porque en las últimas elecciones en Madrid el centroderecha ganó por goleada hasta en los barrios más humildes. Poca reflexión tampoco tras su debacle en las urnas castellanoleonesas ante el hartazgo de las gentes del agro. Yo se lo explico, que también soy hijo de obreros: Porque cuando no te llega para llenar el depósito del coche para ir a trabajar, la factura de la luz se torna en un gasto suntuario y la lista de espera para una colonoscopia supera los dos meses te importa una reverenda hez la pobreza menstrual de las personas no binarias de género fluido, el color de los juguetes,la ecoresiliencia con enfoque marxista y la pauperización del hábitat de la foca del Caspio.  

Sus followers y acólitos son esa extraña nueva cepa de mamerto ibérico que se ofende de forma desmesurada cuando no usas el lenguaje inclusivo y cuando te cascas un chiste políticamente incorrecto. Partidarios de redactar una declaración de los derechos del lémur, te interrogan sobre qué opinas del aborto de las gallinas. Enemigos del cachopo y del vino tinto, son los mismos que de forma groseramente perversa sentencian que Venezuela no es una dictadura.

Más tiernos que el día de la madre en ciertos asuntos, y feroces e indolentes como sicarios de Sinaloa en otros, algunos de sus militantes fueron condenados/as, entre otras bagatelas, por asesinato, atracar bancos, abusos a menores, delitos contra el honor, tráfico de drogas y atentado contra la autoridad. Lo espeluznante es que al menos una de ellas se postulaba para un cargo público electo tras su condena. A continuación, tocaba repasar la biografía del juez que sentenciaba con la vana esperanza de descubrir que su abuelo hubiera combatido defendiendo el Alcázar de Toledo. ¡¡Facha!!

Resucitadores de la gauche divine, pero sin talentos aparentes, claman por una nación libre de gluten, grasas polisaturadas y cortisol. Exigen un referéndum de autodeterminación para Cataluña, pero callan como estatuas con un palomino de pájaro en la frente ante la situación de una Cuba esclavizada. Indignados hace unos años, y ahora hacendados, ahora solo escuchan el «Bella ciao» en su cuenta premium de Spotify.

Aceptaron sus canonjías y ministerios de papel burbuja regados con miles de millones de euros para proyectar seminarios de cambio climático con perspectiva de género, formación reglada para poder adoptar un chucho y campañas de concienciación contra los toblerones y el Red Bull. ¿Si ya existe un Ministerio de Educación por que se funda un nuevo ministerio de universidades? De consumo e igualdad ni hablamos.

Pregúntese, amable lector, porqué en este país son los juguetes los que van a la huelga mientras los sindicatos no mueven ni las pestañas ante una tasa de desempleo que supera el 13%. ¡Qué vergüenza, señoritos y chavalotas!

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