España, patio de recreo de delincuentes habituales

España es el patio de colegio de delincuentes habituales como reza el título y lo peor es que a muchos españoles les parece bien y han normalizado la corrupción, el robo y el “aquí mando yo”. Caminamos hacia una dictadura comunista, de la que ya nos libramos tras la guerra civil y si nadie lo remedia llegarán tiempos muy duros para la mayoría de nosotros.

Algunos piensan que exageramos, que teniendo un Rey eso es poco probable. Vamos por partes, el Rey reina, pero no gobierna y por lo que estamos viendo, hasta lo de gobernar le está quedando muy grande, ya que, según nuestra Constitución, si se comete traición a la nación, puede disolver las Cortes y preparar elecciones generales. Motivos hay, ganas muy pocas, por lo que parece. Nada de esto preocupa al monarca que sigue con su agenda, mientras nos invaden por el sur, miles de ilegales que no huyen de nada, al contrario, son enviados para invadir España en un constante y violento goteo.

Los que conocimos una nación más o menos unida, cohesionada, con sus diferencias, por supuesto, nos echamos ahora las manos a la cabeza ante tanto desastre, da la impresión de que se ha gritado “sálvese quien pueda” y las ratas abandonarán el barco con sus grandes tesoros que nos han robado a todos. Y esto es posible debido a la indolencia de un pueblo que ha perdido su bravura y canta cual cigarra esperando un invierno que se avecina muy crudo.

Cabe preguntarse, si todo esto no obedece a un plan establecido y que hagamos lo que hagamos somos esclavos de unas élites que juegan con nosotros al ajedrez. Esa sensación de, no puedo hacer nada, marca nuestro destino en un sentimiento trágico de la vida, como escribió mi admirado Unamuno. Y si es así y no somos más que meras marionetas ¿para qué luchar? Piensan algunos, mejor dejarnos llevar y al menos que nos den de comer y un techo donde esperar la muerte.

El problema somos los rebeldes, los que no pasamos por el aro, porque hemos comprendido el valor de la libertad que nadie nos puede quitar, ni siquiera, en el peor de los escenarios, que es que acabemos todos en campos de concentración. Urge pues, despertar al dormido y convencer al ingenuo de que otra vida es posible, acabar con la corrupción es tarea de todos, no existen los héroes solitarios, sólo pasa en los cómics.

Si quienes deben defender una nación permanecen impávidos, hablo del Rey y el Ejército, será el pueblo el que actúe en legítima defensa, nos ampara la Constitución, hay que salir a la calle sin miedo a exigir aquellos derechos por los que tanto lucharon nuestros mayores, si quien gobierna lo hace desde la falta total de escrúpulos, entonces no puede estar ni un minuto más en el gobierno. Una sociedad permisiva acaba siendo cómplice de los más infaustos abusos, un ciudadano cómodo acepta lo que le manden, sin apenas protestar. ¿Realmente queremos eso para nuestro país o estamos dispuestos a recuperar el terreno que esta morralla de gobernantes nos ha ido robando?

Empecemos por comprender que no son nuestros amos sino nuestros asalariados, que no tienen carta blanca y, por supuesto, no pueden robarnos como lo están haciendo vía impuestos y creación de chiringuitos, por no hablar de la red clientelar que han tejido unos y otros tras la Transición. Si llegamos a introducir estos simples principios, el valor y la honestidad en las tiernas cabezas de nuestros jóvenes, quizás tan solo quizás, estemos salvados, de lo contrario mejor hacer la maleta y buscar un país decente, porque España no lo será.

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