Cambio cromático

Otro verano encima y vuelta la burra al trigo. Si las previsiones científicas hubieran sido certeras, hoy el desierto de Almería llegaría a la capital de España. Aún puedo ver las simulaciones en los mapas, aterradoras, apocalípticas. También la vigilancia del comportamiento de la capa de ozono. Hemos vivido bajo amenaza de Armagedón y sus predicadores llegan y pasan. A Greta Thumberg ya la han sustituido por un tal Francisco, niño ambientalista de República Dominicana. Los Estados son el Papado que nos anuncia el final para estafarnos legalmente. Marlaska el grande asocia la ola de  incendios con  la emergencia climática sin despeinarse. Nos proponen una lucha en forma de transiciones ecológicas y energéticas porque lo “trans” está de moda. Las políticas concretas se diseñan en despachos bien refrigerados. Los modelos en los que se basan son muy distintos entre sí y condicionan los resultados y las estimaciones. No hay consenso científico.

Se habla del clima como si una suave brisa nos bendijera a todos por igual. La madre tierra benefactora es justa y reparte grados, lluvias, rayos solares. Da lo mismo si está usted en Groenlandia que en Tierra de Fuego. Antes de antes (como dicen los niños) nadie sufría ni frío ni calor. Siguiendo a Gustavo Bueno, no existe la ciencia del clima. La climatología es un conjunto de disciplinas que incluiría la física, la termodinámica, la matemática aplicada, la geología… El registro de temperaturas en todo el planeta provoca un sesgo, por la forma en que se realizan las medidas. Según Paloma Hernández, sólo hay mil observatorios y además están mal distribuidos.

Relacionan el aumento de temperatura con el dióxido de carbono. No tenemos asientos anteriores al Siglo XX ni se estudia el impacto del vapor de agua. Hay que hacer cálculos observando los anillos de los árboles, los sedimentos lacustres, el aire fósil. Los cambioclimatistas hablan de ecuaciones que establecen inferencias que permiten establecer causalidades… En un reciente debate, el geólogo Luis Pomar afirmaba que nunca los niveles de CO2 habían sido tan bajos. Se llevaba las manos a la cabeza, cuando Fernando Valladares, del CSIC, cifraba en “cientos de miles” las muertes provocadas por el calentamiento. Valladares alegaba que “ningún modelo es capaz de explicar lo que pasa, sin introducir los gases de efecto invernadero”. Uno se burlaba de los informes de la ONU y el otro cuestionaba un estudio publicado por la NASA… David Bieites, del CSIC, reconoce que “hay ganadores del cambio climático”. Eso significa que las nuevas condiciones no serían perjudiciales a nivel global. Se celebran cumbres, se destinan fondos, también se retraen. Unos países acusan a otros de contaminar más, mientras sus representantes se toman el cóctel con la aceituna.

Margaret Thatcher fue la madrina de este estado de opinión. A finales de los 70, los científicos anunciaban un enfriamiento del planeta, y no al revés. El conflicto del carbón provocó que la primer ministro cargara contra la combustión de hidrocarburos fósiles. Cincuenta años más tarde vivimos acongojados. Como cualquier virus ideológico, éste se ha hecho pandemia. Si usted se topa con una alusión a la crisis ambiental, en internet se le abre la pestaña del “contexto”. Una mano invisible se lo explicará todo, para que no pueda dormir tranquilo. El relato que le ofrecen es oficial, cerrado y definitivo. Representa el Libro del Apocalipsis en la religión ecologista. La temperatura global aumenta, nos dicen, y seguirá aumentando. O hacemos algo o la tierra quedará calcinada, convertida en un horno inhabitable. La culpa es de la especie humana, definida como plaga devastadora.

Cada vez son más los que te dicen que el desastre ya se deja sentir. Es decir, lo nota a pie de calle todo hijo de vecino. Tengo en mis manos una portada de El Español, a 3 pesetas, de agosto de 1957: “Temperaturas de 50 grados en algún lugar de La Mancha”. Recuerdo el tratamiento informativo desatado desde el huracán Katrina. Era una obsesión recurrente, cuando llegaba el invierno. Los telediarios hablaban de fuerza 1, fuerza 2, fuerza 3, fuerza 4. Cada noche asistíamos a una tesis doctoral sobre tormentas tropicales y ciclones. Con los picos de calor el periodismo carga las tintas. Algún tuitero ingenioso hablaba de “cambio cromático”. Te pintan el mapa en forma de llamarada activa y crepitante, como si el país se hubiera convertido en las calderas de Pedro Botero. Afrontar la información con 39º a la sombra afecta, y mucho. Es casi como confesar en un potro de tortura. Quien esto escribe tuvo amigos en Cáceres y el termómetro raramente bajaba de los 40 grados. En el Madrid de los 80 se me derretían las suelas a la puerta del Café Gijón. Un trasunto del infierno es el fuego. Con sequía y tanto pirómano suelto, es difícil que no arda un monte del que no se puede recoger ni una piña. Ocurre, ocurrió y seguirá ocurriendo, a pesar de las campañas de concienciación. Cuando 1970 incendios arrasaron Galicia (fue en 2006), la opinión pública apuntaba a los espurios intereses urbanísticos.

La plutocracia mundial forma parte de una reacción en cadena: asume dogmas,  aprueba leyes, establece normativas. El mercado de emisiones resulta tan absurdo como ineficiente y tramposo. El objetivo, nos dicen, es salvar el planeta. Sabemos que hubo un período cálido alrededor del año 1000. Cuatro siglos más tarde se produjo la pequeña glaciación. La cuestión aquí es determinar si en verdad hay calentamiento gradual y, de ser cierto, si lo provocamos nosotros. Los más urgidos señalan la fecha de no retorno. Las instituciones le han declarado la guerra a la carne, dispuestas a arruinar a cientos de miles de familias. Más Madrid propone “refugios climáticos”. Oyendo a Mónica García, pensé que se refería a construir catacumbas a un kilómetro bajo tierra. Después leí que hablaba de habilitar bibliotecas, centros de salud, polideportivos. No incluía las iglesias, con lo fresquitas que suelen ser. Tampoco El Corte Inglés, que ofrece su aire acondicionado gratis. Y es que la chica es anticlerical y anticapitalista.

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3 Comments

  1. Yo mismo seguí el debate al que se refiere. Parece que el vapor de agua es mucho más importante, pero no lo estudian por su inestabilidad. El CO2 es Crucial para la vida. Excelente artículo y una más que notable capacidad de síntesis de la autora. Bravo.

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