¿Recuerdan cuando estudiábamos en el colegio el género y el número de los sustantivos o los adjetivos? Pues, dentro de poco, imagino que todo eso se complicará, porque, a saber, un sustantivo como “chica”, podrá ser femenino, masculino y otras 32 realidades diferentes que se llevan ya reconocidas. Y el número dependerá del grado de sostenibilidad o compromiso que ejerza sobre el planeta. Vaya lío. Entiendo que la humanidad progresa y que cosas que hace siglos parecían impensables hoy están aceptadas y normalizadas, pero ¿hasta dónde vamos a llegar para retorcer la realidad y aceptar las cosas que nos están imponiendo? Y digo imponiendo porque se trata en algunos casos de dogmas que no pueden ser cuestionados como la religión ecológica o la extensa diversidad de género. En ocasiones siento como si estuviéramos en la edad media siendo juzgados por la Inquisición.
Esta semana, Àngels Barceló ha declarado y cito textualmente “El cambio climático nos está matando. Y si alguien no lo quiere ver y niega la evidencia, debería estar excluido de la conversación y del debate público”. Imaginen, sustituyan “cambio climático” por “socialismo” y verán qué frase tan entrañable y progresista nos queda. No hay debate, no hay confrontación de ideas, son dogmas que hay que asumir. Me llega a asustar con la normalidad que estamos interiorizando estas doctrinas sin hacer absolutamente nada para evitarlas. Al contrario, aceptar ese discurso te considera hasta buen ser humano y un ciudadano ejemplar.
El principio de cualquier científico o investigador es no dar por seguro nada. Es cuestionarlo todo. ¿Sacamos del debate público y excluimos a cualquier científico que cuestione que exista un cambio climático que nos esté matando? Pues los hay y claro que los están excluyendo, porque detrás hay muchos intereses económicos que ya estamos sufriendo en nuestras carnes y no porque estemos cerca del apocalipsis.
Muchos científicos y muchas teorías cuestionan que el cambio climático sea definitivo o que simplemente no sea cíclico. Y eso sí que está demostrado por las series climáticas del pasado.
Además, se cuestiona si verdaderamente las emisiones de CO2 generadas por la incidencia del hombre tengan tanto efecto sobre el clima llegando a modificar éste. Defienden que el clima tiene su origen fundamental en el sol, la actividad volcánica y los movimientos del planeta y que las famosas emisiones pueden ejercer un insignificante efecto sobre el clima, por no decir ninguno. Sinceramente, cuando detrás de todo ésto hay una transición energética impuesta que nos está arruinando, y que además nos está quitando libertades básicas ó bienes de primera necesidad como es la luz o la refrigeración, ya empiezo a pensar que todo el mundo se esta volviendo loco si tragamos con ésto. Y por favor, no hay que confundir contaminación con cambio climático. No se cuestiona que se utilicen recursos que ensucien menos y que tengamos limpio nuestro medio ambiente, lo que se cuestiona es que estemos ante el fin de la humanidad, que nos estemos matando y que además, la culpa sea nuestra.
Por otro lado, esta semana me quedaba perpleja al ver que el Congreso que está tramitando la ley del deporte, rechazaba que las competiciones masculinas y femeninas se diferencien exclusivamente por el sexo biológico (excepto Vox). Parece que aquí no sirven las evidencias reales y científicas y no las cuestionamos como hacemos con el clima, sabemos que una mujer transexual (nacida biológicamente hombre pero que ha transitado a mujer) se cambia los genitales, se hormona, pero no le cambian ni el grosor de los huesos, ni el tamaño de los órganos principales como el corazón, ni el de su pelvis, ni la capacidad pulmonar o muscular, haciéndole muy superior físicamente a la mujer. Es nuevamente una realidad que no quieren aceptar y que niegan por miedo a que se les tache de tránsfobos o de, ¿exactamente qué? Son capaces hasta de negarles a las mujeres poder competir en igualdad de condiciones. Vamos a ver cuántos hombres trans (nacidas biológicamente mujeres que transitan a hombre) ganan títulos deportivos. Ninguna. Pretenden inculcarnos que no importa el sexo biológico. No existe el género, salvo si hay violencia, entonces sí, hasta la bautizan y crean una ley exclusiva: la violencia de género.
En la violencia de género, también “nos están matando”. Pues la triste realidad es que parece que “nos estamos matando”. Hace pocos días PSOE, ERC, Bildu y el PNV, tumbaban la iniciativa de UPN para crear un Plan Nacional de Prevención del Suicidio. Solo les daré unos datos y éstos sí que no son discutibles, porque no es ciencia, es realidad. Cada día se suicidan 11 personas en España, 8.000 lo intentan al año y no lo consiguen, muchas de ellas reinciden, otras quedan inválidas o mutiladas el resto de su vida. Las muertes por suicidio duplican los accidentes de tráfico, superan once veces los homicidios y ochenta las de la violencia de género. Pero no hace falta hacerle un ministerio ad hoc ni invertir 20.000 millones de presupuesto. Es imperdonable. No encuentro explicación más que el fanatismo.
Y es que estamos ante una religión ideológica, ante un fanatismo político. Por mucho que mientan, por muchas alianzas execrables que hagan, por muchas injusticias que cometan, por muy desprotegidos que estemos, por mucho que nos arruinen, muchos siguen justificando la sinrazón porque lo hace su dios ideológico y están deseando volver a votarles. Pase lo que pase, hagan lo que hagan.
Lo peor es que tienen a los jóvenes convencidos