Otra vez ha pasado

Ayer nos levantamos con la terrible noticia de que una madre había asesinado a sus dos hijas y, posteriormente, se había suicidado. No es la primera vez. Aún no nos habíamos repuesto del lamentable caso hace poco de Olivia, menor asesinada por su madre que, aunque simuló un intento de suicidio, no tuvo el mismo valor para hacerlo con ella misma. 

Hace unos años tuvimos el dantesco caso del padre que secuestró y lanzó al mar a sus dos hijas en Tenerife y luego desapareció o el famoso caso Bretón, en el que, con frialdad, un padre ejecutó y, posteriormente, incineró a sus dos hijos simulando su desaparición durante un prolongado tiempo hasta que la policía descubrió todo lo sucedido. Tampoco olvidemos a Gabriel que, aunque su ejecutora no era su madre, era la pareja de su padre y no tuvo miramientos por el crío, ni por el dolor que le podría causar a su pareja. Por desgracia son muchos los casos que guarda la hemeroteca.

Sin embargo, a este tipo de asesinatos no se les da el mismo tratamiento dependiendo de quién ejecuta a los niños, si es el padre, es violencia vicaria, y se pone toda la maquinaria mediática, el Ministerio de Igualdad, asociaciones feministas y toda la patulea ideológica a denunciar la maldad natural del género masculino y lo desprovistos de seguridad que estamos las mujeres, seres inocentes y siempre víctimas desprotegidas. Incluso, le dan dan más importancia al sufrimiento que deja en la mujer que la brutal muerte de los niños inocentes. Cuando el asesinato a los menores es perpetrado a manos de sus madres, la noticia no se puede ocultar por el lógico revuelo que ocasionan, pero algunos parece que sí les interesara hacerlo o minorarlo.

Ayer, ciertos medios lo hacían descaradamente, como la SER, que titulaba la noticia: “Dos menores y su madre, muertas por arma de fuego en Cuenca”. Parece que llegó el arma solita andando, apuntó y se vengó de ellas cruelmente. Poco después, ampliaban la noticia diciendo: “La agente (la madre era Guardia Civil) había pedido cambio de destino por la mala relación con su expareja: quería llevarse a las niñas con ella a Algeciras”. Qué bonito, se lleva mal con su expareja, parece que la palabra “padre” ofende y lo que quiere es apartarle de ellas. Pues lo ha conseguido. 

Por otro lado, Telecinco Digital publicaba: “Guardia Civil mata a sus dos hijas en Quintanar del Rey”. En este titular además, se refieren a la madre haciendo alusión a su profesión, guardia civil, dato que debería ser totalmente irrelevante, y así de paso, el masculino genérico les va en este caso de perlas, pudiendo hasta confundir si el asesino fue el padre, algo esperable, en vez de la madre, que igual estaría enajenada o sufriría de violencia (seguramente machista) a saber desde cuándo. Lo veo venir…

Con el caso de Asturias, hace poco, Susana Griso llegó a definir el asesinato de la niña en manos de su madre como “suicidio asistido”. Qué ignominia. No puedo entender el doble rasero que hay, salvo que estemos ante el fanatismo ideológico, como tantas veces denuncio en mis artículos, y, sobre todo, haya que justificar las ingentes partidas presupuestarias que van encaminadas a ésto o la existencia de un ministerio hecho ad hoc para ello.

La violencia vicaria, es un neologismo aplicado en el ámbito de esta mal llamada violencia de género. Si el asesinato es, sin embargo, perpetrado por una mujer, es eso, un asesinato. No más. No parece importante analizar los antecedentes, las causas, mucho menos las estadísticas, que por cierto, algunas muy silenciadas apuntan que es superior el caso de madres asesinas que al contrario. La violencia vicaria debería ser indistinta, niños inocentes mueren a manos de sus progenitores con el fin de dañar al otro. Las asesinas y los asesinos deberían ser tratados con igualdad.

Estas definiciones son fruto de los “estudios de género” y los marco entre comillas, porque emanan desde el 2012 de una ideología, no de una ciencia, que a estos días nos trae la “Ley Integral de Violencia de Género”, la “Ley del solo sí es sí” o la nueva “Ley Trans”, muy cuestionadas por toda la sociedad y gran parte de los juristas y profesionales médicos, fundamentalmente por los efectos perversos y las evidencias de fracaso que estamos viendo en las últimas semanas, mujeres victimizadas, hombres señalados, jóvenes arrepentidos porque el cambio de sexo no se hizo a una edad madura, o violadores en la calle o con sus penas rebajadas sustancialmente. Pero no cesan a nadie, nadie dimite, nadie reconoce que haga algo mal en estas autoridades.

El caso es que toda esta maquinaria política, no está consiguiendo precisamente impedir que asesinos malvados cometan esta barbaridad. Es totalmente irracional, porque no hay nada que se quiera más que a un hijo. Yo siempre digo que lo que se les quiere no cabe en el entendimiento y, por ello, no puedo comprender que el odio hacia la otra persona supere ese amor hasta el extremo de poder acabar con ellos con tal de hacerle el peor de los daños al progenitor. Y digo progenitor, porque insisto, el asesinato es el mismo, quienes pierden la vida son los menores inocentes y nos debería dar exactamente igual. 

Las leyes y la educación que vienen impostando esta corriente fanática morada no están funcionando y en mi opinión es, entre muchas razones, porque se está desviado el problema real: no es cuestión de género, es cuestión de maldad. ¿Qué les pasa con la infancia que no la sitúan como eje de protección de la familia y de la sociedad?, ¿por qué no la protegen hasta la extenuación? Si existe un maltrato por excelencia es ése que se ejerce sobre los menores, a todas las escalas, desde cualquier ámbito, en cualquier parte y a manos de cualquiera.

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