Entre idiomas anda el juego

Se ha acabado el Mundial y la resaca futbolística se centra en saber si Messi es el mejor de la historia o Maradona sigue reinando en el Olimpo albiceleste. Para gustos los colores, cada aficionado tendrá sus preferencias y sus amores, compartidos o no. En el panorama político nacional, también sobrevuelan preguntas y dudas; cuando uno piensa que algo no se puede superar, Pedro Sánchez o cualquiera de sus camaradas pone el listón un poco más alto. 

Pero no solo de La Moncloa o el Congreso de los Diputados vive el hombre, a veces da la sensación que eso del Consejo General del Poder Judicial, los delitos de sedición, etc. cogen un poco lejos al ciudadano de a pie. Precio de la cena de Nochebuena, la farmacia que robaron la otra noche, el botellón debajo de casa los fines de semana… son temas que a más de uno le quitan el sueño.

Más o menos lo que le ocurre al Alcalde de Bilbao, el hecho de que sus trabajadores estén a disgusto y le tengan día sí y día también en la prensa, es uno de los peores quebraderos que puede tener la máxima autoridad de un ayuntamiento. Y es que, el descontento de su plantilla de Policía Municipal no es nada nuevo, de hecho no es la primera vez que se trata el asunto en estas líneas. La cuestión es que el Señor Aburto se empeña en hacer sangre, en esta ocasión, con los requisitos para promocionar dentro del cuerpo, lo que dicho sea de paso y que no se le olvide a nadie, repercute en lo principal: la seguridad pública.

Cuando uno piensa en policías, le vienen a la cabeza los que visten de oscuro y se la juegan con un escudo, la cara cubierta y con un fusil apuntando al malo de la película y si no, que se lo digan a los vecinos de Barakaldo que aún no se han recuperado del susto de la pasada semana. A esa gente se les entrena y se les exige que tengan unas capacidades especiales. Nadie lo duda, se da por hecho.

Gracias a Dios, no es la tónica general; por estos lares lo que se lleva es el que roba en la tienda, el okupa, la reyerta multitudinaria, la violencia de género, los accidentes de tráfico, la persona mayor que se cae de la cama a las cuatro de la mañana y no tiene quien le levante del suelo… de todos estos casos, las estadísticas están llenas. Y quienes lo han sufrido, quieren y agradecen que aparezca el policía de turno y les resuelva la papeleta. Que corra detrás del delincuente, que se encare con el sinvergüenza que ha ocupado su casa, que engrillete a quien se cree más por ser hombre, que ayude a rellenar un parte de accidente o que socorra al que está tendido en el suelo y no se puede mover. 

Todo eso es lo que hay que exigirle a un policía. Si es alto o bajo, chico o chica, rubio o moreno, al ciudadano le es indiferente. Al ciudadano, por supuesto, porque el Alcalde de la villa vizcaína, no lo tiene claro, para él lo más importante es que sus policías, los de los vecinos, hablen euskera. Y así lo deja claro en los requisitos exigidos para ascender en la escala del susodicho cuerpo: un punto por ser poseedor de un grado universitario, dos por licenciatura o máster, tres por doctorado y veintiuno por euskera.

Sí, no han leído mal, veintiún puntitos del ala por hablar la lengua autonómica, a pesar de que los datos son concluyentes y abrumadores, ya que solo el 3% de las conversaciones en Bilbao se producen en dicho idioma, siendo, con diferencia, de las tres principales ciudades vascas en la que menos se utiliza. En lo referente a asuntos policiales, los números son aún más ridículos, en 2021 solo una denuncia tramitada en euskera. Pero eso no importa, hay que insistir e insistir con el fin de que parezca que en la capital económica del País Vasco no se habla en castellano.

Para consuelo de Aburto, esto no ocurre solamente en sus dominios. En verdad, es la cada vez más triste realidad en las regiones que disfrutan de su propia lengua. Y sí, disfrutan, porque hay que decirlo alto y claro: la variedad lingüística española es un tesoro cultural que hay que cuidar, preservar y fomentar. Pero no a costa de marginar, excluir o hacer distinciones que lo único que producen es, cuando se hace referencia a la Administración, perjuicios y malestar en la sociedad, que es la que debería de salir beneficiada.

Y en el fondo, a determinados políticos les da lo mismo que se hable euskera, catalán o pastún, para ellos no son más que una moneda de cambio, una más para poder negociar sus intereses, que no dejan de ser los mismos de siempre, mantenerse en el trono. Un trono que ni la mano de Dios les podrá arrebatar.

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