Desde hace unos años y especialmente hace unos meses a esta parte, parece que el discurso político-económico se centra en elegir por lo público o lo privado. La izquierda pretende defender que es de justicia social que todos los servicios al ciudadano se realicen exclusivamente a través de empresas públicas. Para ellos, el Estado es el que debe sostener con becas, subvenciones, bonificaciones, pagas y deducciones fiscales, cientos de causas nobles, y también parecen ver al capital privado como el demonio.
Por otro lado, se le atribuye a la derecha, fundamentalmente desde los ojos de la izquierda, que quiera privatizarlo todo para aprovechamiento del empresario avaro y ricachón, exprimiendo a los trabajadores, prestando servicios paupérrimos al ciudadano, desprotegiendo a los necesitados de cualquier ayuda social y forrándose a discreción. La verdad es que he exagerado un poco, pero en líneas generales, todos los días vemos ejemplos de discursos políticos en este sentido.
Voy a contarles algo, hace muchos años, tendría unos dieciséis años y como es muy habitual con esas edades, confieso me había calado el mensaje de que la izquierda era la justicia social y la protección del trabajador y la derecha la defensa del empresario explotador, el enemigo, vaya. Compartía convencida la famosa frase de “eres más tonto que un obrero de derechas”. Sin embargo, un día escuché a un amigo explicar un simple símil entre la gestión de un estado y la gestión de una empresa y me llamó poderosamente la atención y me hizo reflexionar. Vaya si lo hizo, tanto que hoy varias décadas después me estoy acordando.
Resumir en un breve artículo de opinión lo que es la gestión pública y la privada y lo importante que es la complementariedad entre ambas es una osadía. Pero hoy me he acordado de ese simple ejemplo porque me gustaría visibilizar precisamente esa tozudez que algunos tienen con defender al extremo que todo sea público. Es evidente que hay que sostener los servicios públicos y atender las necesidades de la ciudadanía, pero, el presupuesto de un estado, igual que el de una empresa, es finito. Hay que manejarlo para intentar optimizar sus recursos, no tiene como objetivo sacar beneficio económico, pero tampoco debe despilfarrar el dinero que es de todos y que puede traer como consecuencia la quiebra de un país.
De la misma manera que las empresas no producen todo y externalizan ciertos servicios, el estado debe hacer lo mismo. No es pues ninguna barbaridad que exista una sanidad o una educación privadas, porque una no quita a la otra, si no que se complementan, fundamentalmente donde el estado no puede llegar. Y esa es la clave que creo que muchos deberían entender que se piensan que el estado es un pozo sin fondo: no, el estado, no se puede permitir pagarlo todo, gestionarlo todo o mantenernos a todos.
El coste que le supone al estado una plaza escolar pública, es muy superior al que le supone el de una concertada, por ello, con ambos modelos de colegios se consigue cubrir generalmente todas las plazas que se necesitan en un municipio. De la misma manera, existen servicios sanitarios externalizados en la sanidad pública que se realizan a través de la sanidad privada a los que probablemente no se podría acceder si no existiera esa colaboración. Un ejemplo, muchas de las pruebas de detección precoz del cáncer de mama en la sanidad pública de Madrid se llevan a cabo en clínicas privadas y el motivo no es que los socios de esas empresas privadas se llenen los bolsillos, sino de hacer llegar al ciudadano servicios que de momento, de otra manera no llegarían.
Durante la pandemia y desde entonces, no paramos de escuchar lo loable que ha sido el servicio de los médicos y personal sanitario públicos, dejando a un lado sin reconocimiento alguno a los de la sanidad privada. Parece que ellos no se dejaron la piel, que ellos no se contagiaron, que ellos no sufrieron igualmente el colapso. Imaginen cómo habríamos vivido la pandemia sin hospitales privados. Además, todos esos trabajadores de la sanidad o la educación privada cotizan y todas esas empresas pagan por sus beneficios, por no hablar de que los que acuden a un seguro privado u ocupan una plaza en un colegio no público le están ahorrando otra en la pública o una cama en un hospital. La sanidad o la educación privada, ahorra costes al estado, que falta nos hace, todo suma.
El otro día leí una publicación en redes de un “erudito” que decía algo así como: “La empresa privada tiene como prioridad obtener beneficios económicos. La empresa pública tiene como prioridad garantizar servicios y riquezas para todos. Cuando te dicen que es mejor lo privado que lo público te están diciendo que es mejor beneficiar a unos pocos que beneficiar a todos”. Ya sé que lo que se ve por redes no es precisamente fruto de grandes intelectuales, pero, ese es el nivel. Nadie dice que sea mejor lo privado que lo público, nadie dice que haya que acabar con los servicios públicos. Pero de dónde se piensa esta gente que se mantiene lo público, ¿del aire? Existe lo público gracias a lo privado, y el equilibrio entre ambas es necesario para todos.
Imaginen que hubiera puesto “el trabajador de una empresa privada tiene como única prioridad ganarse un sueldo, el funcionario tiene como única prioridad prestar servicio al ciudadano”. Igual así se entiende mejor. ¿Qué problema hay con que las empresas privadas ganen dinero? Al contrario, cuanto más ganen más recauda el estado. Ambas tienen su función y ambas son necesarias. Las privadas generan riqueza y lejos de que el término riqueza sea peyorativo debería ser sinónimo de prosperidad para todas esas cabezas acomplejadas. ¿De dónde se cree esta gente que se mantiene el estado si no es de la recaudación fiscal que proviene fundamentalmente del capital privado?
Por último, un dato que es verdaderamente preocupante. En España ya hay los mismos trabajadores públicos que privados, a saber, si sumamos los funcionarios con los pensionistas nos sale prácticamente el mismo número de trabajadores del sector privado, (del sistema de pensiones que nos va a llevar a la ruina ya hablamos otro día). Este entre otros es el motivo fundamental de que la deuda española supere ya el 116% del PIB. Juzguen ustedes mismos. Si en su casa entran 100 y se gastan 116 todos los meses, ¿están gestionando bien su economía? ¿Cuánto tiempo podrán mantener esa situación antes de que no puedan hacer frente a las deudas?
Muy buena explicación
Muchas gracias, lo escribí pensando en su algún joven me leía.
Me gusta Raq. En mi opinión la financiación de los servicios públicos es una intromisión brutal en la propiedad privada en la que se nos ha educado y enseñado a admitir. Los servicios públicos los pagas si o si, te gusten o no y te traten bien o mal, no tiene sentido. Por otro lado, la financiación de estos servicios públicos por su modelo de financiación generan inflación y en nuestro país son el principal activado de esta. Una pena tan escasa educación financiera y económica en este país….
Con que se tuviera cultura ya sería un gran avance. Gracias J. por ti comentario.