Dos latidos y una dura decisión

No hay nada más difícil como mujer y articulista que escribir sobre un tema tan espinoso como el aborto. Pero lo importante es ser objetivo, desnudarte de cualquier idea preconcebida y exponer una realidad que nos golpea día a día. Ni que decir tiene que cada persona encierra un mundo en si misma y meter todos los abortos en un mismo saco no sería justo. La mujer que aborta lo hace por múltiples motivos, quizás el más doloroso el de la pobreza extrema y el del miedo a recibir una paliza si lo cuenta en casa.

Para empezar, habría que aclarar varios conceptos que la sociedad actual ha dado como buenos y sin embargo debemos revisar. Cuando una mujer se ampara en: “Mi cuerpo es mío y yo decido”, se equivoca, nadie duda de que su cuerpo es de ella, pero el otro cuerpo que se va formando en su vientre no. Para ser exactos entonces, pertenecería a ambos progenitores. Por otro lado, a la gente más joven se les ha hecho creer que el aborto es un método anticonceptivo más, que no supone ningún riesgo para su salud. Introducir esta idea en una mente que se está formando es despiadado, ya que le niegas la parte dolorosa de un aborto y ya no hablo sólo del riesgo físico, puedes morir en el proceso. Me refiero más concretamente a las secuelas psíquicas que pueden quedar cuando la mujer comprenda que ha privado a su hijo de nacer.

Por desgracia, dentro de los más de 90.000 abortos provocados en España en 2022, la mitad de ellos son de mujeres que repiten, hasta tres abortos queridos y buscados. La mayoría de mujeres esto no lo comprendemos, sin embargo, lo financiamos a pesar de estar totalmente a favor de la vida. Pero quitando a este grupo y sus motivos, lo que lleva a una mujer sana a abortar tiene muchas lecturas y como tal deben ser tratadas.

Niña de pongamos trece años que se queda embarazada, mujer cuyo marido no usa métodos anticonceptivos ni quiere que ella los use y ya tiene seis hijos, pobreza absoluta que te impide tener a ése hijo, prostitutas captadas por las mafias, adolescentes con padres violentos. Así estaríamos horas y horas, exponiendo motivos, tantos como abortos. He expuesto el problema, pero como trabajadora social, paso a hablar de las posibles soluciones.

Algunos países como Noruega y últimamente Hungría, tienen políticas encaminadas a proteger la natalidad. Así nos encontramos que las mujeres gestantes disponen de bajas más largas y una vez nacido el niño, el Estado se hace cargo de su manutención, al menos tres años. Hay muchas más medidas, pero sería muy largo enumerarlas todas aquí. Con esa seguridad económica es más fácil ser madre, sin duda alguna. También al nonato se le trata como un ser humano desde su concepción, algo que en España amparado por gobiernos progresistas no pasa, ni siquiera cuando el latido del feto es perfectamente audible a las siete semanas. Con este panorama, nos encontramos con la paradoja de abortorios llenos de españolas y paritorios llenos de mujeres de otras religiones.

Algunos me tacharán de racista y se equivocarán, nada más lejos de mi intención. Los escritores nos dedicamos a exponer una realidad y a diseccionarla con precisión de cirujano sabiendo que no a todos les gustará lo que leen. Pero también, yo tengo mi opinión personal al margen de la brutalidad al destrozar y sacar el feto a pedazos cuando ya está demostrado que siente dolor. Hay que agotar todos los recursos antes de tomar una decisión que acompañará a la mujer para el resto de su vida. Si una mujer no quiere o no puede mantener al hijo que va a nacer, lo comunica a los servicios sociales del hospital que hablarán con ella y trabajarán la mejor solución.

Una de las posibilidades es la adopción. Si el niño es fruto de una violación, dispondrá de un psicólogo para tomar la mejor decisión y si el niño viene con grandes malformaciones, el ginecólogo y pediatra, así como el resto de médicos, deben de informar a los futuros padres de todos los riesgos que conlleva ése nacimiento. Es decir, ante la posibilidad de un aborto, la sociedad debe proporcionar a las mujeres no sólo información de lo que está apunto de hacer, sino también todas las alternativas posibles si decide llevar a cabo su embarazo, acompañarla desde la concepción y protegerla a ella y al bebé. El nonato es un ser indefenso e inocente, alguien tiene que darle voz en este mundo de gritos absurdos.

Si seguimos alimentando métodos para acabar con un ser humano, aborto y eutanasia, nos estamos condenando a la destrucción. Nada es tan valioso como una vida, da igual que tengas siete semanas o setenta años, todos somos necesarios y únicos, por eso merecemos vivir plenamente.

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1 Comment

  1. El aborto legal se ha llevado ya a un diez por ciento de la poblaciøn mundial, casi todos en países desarrollados

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