De disidentes y traidores

La entrevista de Jordi Évole a Macarena Olona, más allá de lo que me pareciese, me sirvió para sacar varias conclusiones. La más relevante, en mi modesta opinión, que el Congreso de los Diputados, el epicentro de todas las decisiones que se toman y que son determinantes para nuestro futuro, como país y sociedad, es un ambiente altamente tóxico donde la primera regla es pisotear a tu rival político y no el bienestar de tu país.

La política en España no está siendo una herramienta para mejorar nuestras vidas, para recuperar nuestra soberanía o defender los derechos y los intereses de la ciudadanía, sino todo lo contrario. Hemos derivado el sentimiento de indignación contra la clase política y sus abusos a una polarización de la sociedad, donde confrontamos continuamente contra el resto, donde lo único importante es que «nuestro partido» gane. No importa a quién se vote, no importa qué proponga, importa que es «nuestro equipo» y, de esa manera, el político se lava las manos siguiendo a lo suyo mientras nosotros confrontamos. De esa falta de rigor y sentido crítico, la política hecha un circo.

Si bien fue la extinta UPyD la primera en sentar el precedente la cual fuese quien rompiera las reglas del bipartidismo en España, no sería hasta el ya mencionado 15-M cuando llegaron las primeras escisiones de IU de la mano de unos completos desconocidos que procedían desde Vallecas y que fueron directos a Galapagar. No fue hasta hace unos años, hace dos años y medio respectivamente, cuando un señor que confrontaba a la banda terrorista ETA en el País Vasco, quien decidiera montar su propio partido político, uno que ha llegado a convertirse en la tercera fuerza en España representando la esperanza y la voluntad de los españoles. Partido con el que he compartido ideales durante mucho tiempo.

Así son los nacimientos de los partidos, rodeados de heroísmo, de hazañas, de ilusión y de esperanza hasta que se acaban convirtiendo en «más de lo mismo». También tienen su punto en común: todos ellos fueron en algún momento «disidentes» y «traidores» de otra formación política. Vaya por delante que estos términos peyorativos han sido empleados por diferentes líderes políticos para dirigirse a aquellos sectores de simpatizantes que decidieron libremente romper con la formación por diferentes razones y no los comparto, pero es importante remarcarlo para entender el contexto en el que se dirigen a ellos.

España vive un momento de confrontación política que ha contagiado a la sociedad civil hasta el punto de que nos veamos como enemigos. El 15M no ha sido el punto de inflexión una sociedad que puso contra las cuerdas los abusos políticos uniéndose por algo común, como debió haber sido, sino que ha sido una mala digestión para nuestros políticos que han sabido darle la vuelta a la tortilla. Ahí lo tenéis: Agenda 2030 a todo trapo, la gente cada vez está más empobrecida, los políticos más blindados y el Congreso de los Diputados no es, sino un teatro macabro donde los problemas de la sociedad. Son un segundo plano y en el que los extremismos han cobrado fuerza hasta el punto de radicalizar a la sociedad civil ¿Dónde está el hartazgo de la ciudadanía? Canalizado en forma de fanatismo político. No hay pan, pero el circo está servido y nosotros somos cristianos y leones.

España no remontará hasta que no nos despojemos de esos complejos, hasta que no recuperemos los valores de unión y concordia de otras épocas y pensemos más en lo que nos une que en lo que nos diferencia. No pienso que haya traidores o disidentes, sólo españoles que estamos hartos de ver que nada cambia y que por alguna razón nos culpamos mutuamente de una responsabilidad que les hemos encomendado a otros con nuestro voto.

¿Y si dejamos de verlo todo con el prisma del partido por el que simpatizamos y nos paramos a ver el país que tenemos? ¿Y si dejamos de llamar disidente y traidor al que reflexiona y se da cuenta de que algo no funciona y quiere darle una vuelta y tratamos de entenderle? ¿Y si recuperamos un espíritu de concordia civil y les decimos a nuestros políticos que estamos hartos de su teatro? ¿Y si España, vuelve otra vez a ser España… empezando por los españoles?

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