Fumando espero…

Queridos lectores de Minuto Crucial, comienzo mi opinión de este año con una pataleta y el título de un conocido tango, cuya versión más famosa es la que Sara Montiel interpreta en la película de Juan de Orduña, El último cuplé. Si hoy en día fuera tan popular como lo fue en el siglo pasado, probablemente acabaría siendo prohibida por delito de incitación al “neo pecado social”: fumar en público, alegando que “fumar es un placer, genial, sensual…”.

Este nuevo año continúa la persecución a los fumadores y pretenden que hasta fumar en una terraza sea prohibido. Me encanta, ¡Qué maravilla! A más democracia, más restricciones y prohibiciones, porque a mí no me parece muy democrático eso de limitar la libertad de los empresarios, ni tampoco la de los fumadores.

Democrático hubiese sido dejar que los empresarios decidieran si hacer de su local un espacio libre de humo o no, especialmente después de haberles hecho gastar aproximadamente 12.000 euros para reformar sus negocios, construyendo zonas para fumadores y no fumadores. ¿Recuerdan, o de esto también nos hemos olvidado? ¿Ese dinero se lo devolvió este Gobierno, especialista en “donde dije digo, digo Diego”, cuando aplicaron la prohibición total dentro de los locales? Creo que no.

Estoy de acuerdo en que el tabaco es perjudicial para la salud. Pero, como siempre digo, es un veneno que los fumadores ingieren cuando quieren y porque quieren, lo cual no sucede con los venenos que las autoridades sanitarias permiten en todos y cada uno de los alimentos que, inevitablemente, consumimos a diario. De hecho, el colorante E122, muy habitual en pastelerías, helados y caramelos, ha demostrado, tras experimentos en ratones, que produce anemia, tumores y linfomas; el E127 altera la función tiroidea; el E151 produjo quistes en los intestinos de cerdos de laboratorio. Incontables conservantes contienen sustancias ajenas al organismo que, acumuladas en grandes cantidades, se convierten en tóxicas, y algunas, mezcladas con el conservante E222, provocan problemas neurológicos.

Asimismo, estudios llevados a cabo con animales con el E214 produjeron ataques epilépticos, mientras que en ratas redujeron su crecimiento. Por otro lado, el E221 causa irritaciones en el tubo digestivo y, tras un uso prolongado, puede producir avitaminosis (carencia de vitaminas). El E230, muy utilizado en cítricos, no se elimina al lavarlos, pues penetra en la cáscara, y es un conservante que produce afecciones hepáticas y renales. Además, resulta macabro e irónico que las mismas autoridades sanitarias que permitieron la inoculación del experimento de ARN mensajero, a través de las llamadas “vacunas COVID”, hayan demostrado no solo ser nefastas, sino que en ocasiones han llegado a provocar la muerte, hablando de salud…

Estos son solo algunos ejemplos mínimos de los químicos nocivos que podemos encontrar y que perjudican nuestra salud, a los cuales estamos expuestos diariamente con el permiso de las omnipresentes autoridades sanitarias. Resulta un sarcasmo deleznable la brutal persecución hacia el tabaco. ¿Y qué sucede con los llamados “fumadores pasivos”? Pues que son unos gorrones, porque sí, en teoría, también fuman parte de mi tabaco. ¿Por qué no me pagan parte del precio del mismo? Además, si tenemos en cuenta lo que cuesta una cajetilla y la parte que se lleva el Estado, los fumadores contribuimos mucho más a llenar las arcas del Estado. Y si es cierto que morimos antes, hacemos menos uso de los servicios estatales: pagamos más, gastamos menos… para que luego digan que los fumadores no somos solidarios.

Hablemos un poquito en serio. A ver, se dice que aproximadamente unas 600.000 personas fallecen en el mundo a causa del humo del tabaco y que son fumadores pasivos, y, por ende, víctimas inocentes de nosotros, los insensibles aniquiladores fumadores. Las estadísticas están muy bien, pero… ¿hasta qué punto son certeras? ¿Acaso estos mismos “fumadores pasivos” no estaban expuestos a otro tipo de humos, como pueden ser los de automóviles o fábricas, entre otros? Y, ¿por qué no hablamos de las terroríficas cifras de suicidio y su vertiginoso ascenso?

Por otro lado, sería necesario contemplar qué es lo realmente cancerígeno: ¿el tabaco en sí o los químicos que componen su fabricación? Pues los químicos, naturalmente. Lo realmente nocivo, por ejemplo, en los cigarrillos no es la nicotina, sino el alquitrán. Tampoco se pueden hacer juicios extremos al respecto, ya que hay estudios que avalan que, si bien el tabaco generalmente resulta poco beneficioso, en ciertos aspectos, cabe espacio para contemplar aspectos no tan perjudiciales.

Hace ya algunos años se publicó un estudio neurológico en el que se determinaba que, en familias afectadas por el mal de Parkinson, las personas fumadoras eran menos propensas a desarrollar principalmente esta enfermedad, lo que sugiere que los factores genéticos son tan influyentes como los ambientales. Si bien estos estudios deben ser tomados con cautela, no cabe duda de que la Nicotiana tabacum, la planta, puede aportar propiedades beneficiosas, como pueden ser pesticidas naturales, tratamiento para ciertas enfermedades, materiales biodegradables, etc. Por lo tanto, llego a la conclusión de que se debería hacer un tabaco más natural, con menos químicos añadidos.

De todos modos, con este artículo no trato de defender a capa y espada el tabaco, sino que lo que busco defender es que cada uno ejerza libremente su derecho a consumirlo. Que cada uno viva como quiera, siempre dentro de unos márgenes de respeto y, por tanto, muera como mejor desee. Concluyendo: una prohibición total no es democrática y, teniendo en cuenta los químicos nocivos permitidos por las mismas autoridades prohibicionistas, me parece bastante hipócrita.

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