
“Hoy las ciencias adelantan que es una barbaridad”, expresan Don Hilarión y Don Sebastián en la más que reconocida zarzuela La Verbena de la Paloma, estrenada en 1894 bajo libreto de Ricardo de la Vega. Y tanto adelanto tanto adelanto, con todo, al final, dio al trasto, demostraría la vida si pensamos en que en conceptos empresariales los problemas pueden ser oportunidades, pero en la ciencia las oportunidades se pueden convertir en problemas dependiendo de quién tenga el poder de su uso y para qué quiere utilizar esos avances.
Y esto viene a colación, en principio, de la impactante imagen que nos ofreció esta semana la prensa de la mutación genética de unos ratones a los que se les consiguió hacer crecer pelo de mamut. Los titulares resucitaban, a modo de Jurasik Park, la ilusión de la humanidad por recuperar tiempos perdidos o, mejor dicho, animales perdidos; aquellos que pertenecen a otra época de la que no saldríamos bien parados si nos trasladáramos accidentalmente a esos tiempos pretéritos.
No todo el mundo sabe que gran parte de los avances científicos y tecnológicos no surgieron sino de la investigación bélica; de investigar, básicamente, como destruir, curiosamente. Hoy en día las universidades, los intereses económicos, las farmacéuticas o ciertas instituciones también se han lanzado al gozoso arte de investigar, descubrir y crear. Las nuevas tecnologías han abierto esa grieta, tan necesaria por una parte pero, como decía, tan peligrosa por otra. A nadie se le escapa el hecho de que exista esa idea generalizada de que hay más de un personaje viviente que dispone de un maletín con un botón que todos imaginamos en rojo sobre fondo aterciopelado negro que, si lo aprieta, desata el desastre terrenal, la explosión definitiva de una era atómica con pocos supervivientes, si los hay.
Mientras el pálpito de gran parte de la población, la más católica en rango, lleva a cabo un pulso a modo de latido del corazón en redes, acabando con la vida del Papa Francisco y resucitándolo a la vez, a uno y otro lado de Europa, la vieja Europa, Trump y Putin negocian como repartirse las migajas de lo que fuesen capaces de dejar tras arrasar estratégicamente al viejo continente o África, en un definitivo golpe, o seguramente la parte más al sur de Asia, aquella parte a la que no aspire China, tercera en concordia en un nuevo sentir de la geopolítica que pasa por el excentricismo de los dirigentes y del ego absolutista resultado de la lucha sin cuartel contra otro absolutismo de izquierdas que condenaba a los que no pensaran según su nueva fe (que se contradice en mucho sobre lo defendido en otras épocas, que no la de los dinosaurios, y no me refiero a los políticos), al ostracismo o a un apartheid ideológico que en nada procesa con ningún concepto de democracia o igualdad que con tanto golpe de pecho algunos defienden desde el púlpito de esa nueva fe social, fe ciega.
En España, mientras tanto, los de Feijóo, como casi siempre este partido, viéndolas venir, ante un líder que no hay manera de que conecte en el ámbito nacional con las masas, como debería producirse en estos tiempos de crisis, y rezando porque los demás sigan sumando errores, como el que ya señalé hace unas semanas que afectaba a los de VOX por su apoyo al pollo de flequillo erecto. En este país, pasan las décadas y sigue sin haber alternativa, no interesa, sólo alternancia, y por inercia, porque ni unos ni otros son capaces de pasar más de 10 años sin cagarla, con perdón, con todo su equipo.
Visto lo visto, hay veces que muchos preferiríamos que un agujero negro del tiempo nos devolviera a esa época de los mamuts que, al menos, podría ser algo más divertido, aunque peligroso, que sobrevivir a la carga existencial a la que nos enfrentan cada día unos y otros frente a un desequilibrio y una opresión fiscal y económica que hace que trabajar sea la herramienta disponible para poco más que pagar, que no poco más que para vivir.
Y, sorpresa, que después de todo lo que pagamos hace nada nos han hecho partícipes de que, a pesar de todo eso, a pesar de que nunca antes hemos tenido tamaña presión fiscal ni hemos pagado tantos impuestos, no hay dinero para sanidad, ni para educación, ni para pensiones… ni para defendernos, porque habíamos depositado esa confianza en un tercero, llamado USA, que ahora aspira a ser más y más grande a costa de hacernos más y más pequeños. Y aún hay quiénes defienden su elección, no entiendo tamaño error estratégico y político.
En fin, me voy a buscar algún cursito, aunque sea virtual, para aprender a montar mamuts por lo que pueda pasar, que nunca se sabe. Porque es que la ciencia avanza, que es una barbaridad…

Periodista, Máster en Cultura de Paz, Conflictos, Educación y Derechos Humanos por la Universidad de Granada, CAP por Universidad de Sevilla, Cursos de doctorado en Comunicación por la Universidad de Sevilla y Doctorando en Comunicación en la Universidad de Córdoba.
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