
No hace falta ser juez, fiscal ni médium para oler la peste. Basta con encender la tele o posar un dedo sobre la pantalla: la política española ya no gobierna, se limita a improvisar, ocultar y facturar a discreción. Una tragicomedia teñida con tinta de notaría, favores reciclados y ese perfume barato que deja la moqueta institucional.
Esto no va de ideologías, sino de un ecosistema podrido que respira poder y exhala corrupción con naturalidad. Una maquinaria tan bien engrasada que hasta el silencio tiene precio.
Ahí tenemos a un exministro que se autodenomina “el imbécil de todo esto”, a un chófer que saltó a gestor millonario, a asesoras reclutadas con métodos que ni LinkedIn recoge, y una corte de cortesanos capaz de hacer parecer al Lazarillo un aficionado sin contactos.
Y el decorado, antaño impoluto, ahora cruje. Registros de la UCO en casas de altos cargos como Isabel Pardo de Vera y Javier Herrero, concursos públicos con más precisión que un reloj suizo, y una empresa como Acciona negándose a formar parte del sainete.
Mientras, el PSOE adopta posturas de contorsionista. Cierra filas en un Comité Federal que huele más a pólvora que a estrategia, barre barro bajo alfombras de eslóganes y reza porque no salga otra grabación comprometedora.
Pero aparece. Porque Andrea de la Torre, ex de Ábalos, no trae rencores: trae mensajes, pruebas y reuniones en Moncloa. Según ella, Sánchez avisó al exministro del vendaval, y Santos Cerdán (el hombre que siempre está, pero nunca habla) intentó comprar el silencio como quien coge un sofá en rebajas: rápido, caro y sin garantía.
Y si alguien pensaba que las exparejas solo arrastran emociones, no ha escuchado a Andrea desplegar grabaciones como un testamento de traición finamente encuadernado.
En medio de este circo, Ábalos no susurra ya. Filtra. Amenaza. Advierte. Habla como quien está dispuesto a arrastrar a todos si le empujan. No por despecho, sino por estrategia.
“Tengo mensajes. Tengo pruebas. Tengo memoria. Y si caigo, no voy solo.”
No es una declaración, es un disparo al aire con el dedo señalando al palco.
El sistema lo margina. Él responde con bisturí mediático. Sabe lo que sabe, sabe que los demás saben que lo sabe. Y eso, en política, no es una posición: es una amenaza con corbata.
¿Y las cabezas que pueden rodar? Las que firmaron sin leer. Las que callaron a cambio de favores. Las que protegieron y ahora fingen no haber visto nada.
Y el ciudadano. El que paga, trabaja, vota y después calla. Cree que si no está en el Congreso es por méritos, no por padrinos. Al que se le exige civismo, esfuerzo y, sobre todo, no molestar.
Este sistema no se tambalea por la corrupción: la necesita para sostenerse. Si chirría una puerta, se maquilla. Si alguien canta, se le tacha de traidor. Y si estalla una bomba, se cubre con campaña y media sonrisa.
Nosotros reímos el meme. Comentamos el escándalo con el café. Y el lunes, vuelta a la oficina, al alquiler inflado, a la rutina de más impuestos y menos certezas.
En este país puedes desviar millones y seguir en el consejo de administración. Pero si escribes “mujerío” en un examen, te crucifican.
Aquí la tilde pesa más que el delito. Y el espectáculo continúa.
Pero cuidado:
cuando la pólvora llega al moño…
ya no hay moño que valga.

Autora de Siente y vive libre, Toda la verdad y Vive con propósito, Técnico de organización en Elecnor Servicios y Proyectos, S.A.U. Fundadora y Directora de BioNeuroSalud, Especialista en Bioneuroemoción en el Enric Corbera Institute, Hipnosis clínica Reparadora Método Scharowsky, Psicosomática-Clínica con el Dr. Salomón Sellam
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