
Pero ¿qué está pasando hoy en día? ¿O acaso estamos llegando al final de nuestra era? ¿O es la autorregulación que la civilización activa cada 50 años? El ser humano siempre ha tenido épocas en las que estaba inquieto. Desde tiempos inmemoriales, como mamífero gregario que es, ha luchado por territorios, por alimentos y por controlar la población y, de forma periódica, necesita vaciar el planeta de personas.
En una parte del mundo, los avances científicos van alargándonos la vida cada vez más; en la otra, se autorregula de forma natural: climas extremos, luchas tribales e intereses bastardos de invasores extranjeros… vaciando sus países de lo peorcito y mandándolos a otros con la triste excusa de las razones humanitarias, dejando que estas personas se alejen de sus hogares, y dejen sus terrenos a estos invasores que extraen de sus aparentes pobres tierras ricos materiales para el mal llamado primer mundo.
Hay sin duda todo un entramado, un gran ovillo de lana difícil de desentrañar, una especie de grupo gigante de intereses en el que unos explotan las tierras y los otros se aprovechan de explotar a los seres humanos que las habitan, engañándoles con el “sueño europeo”, concretamente el sueño español, mientras, con la ayuda de algunos mangantes, nos engañan a los españoles para que nos durmamos la siesta o en los laureles, pero que nos quedemos bien quietecitos.
Todo, pero todo está bien hilado. Unos aparentes “buenos seres humanos” que les sacan de la pobreza les presentan a aquellos que le venden el paisaje al paraíso, cobrándoles más de 2.000 euros o incluso hasta 7.500 por plaza en un barco para atravesar el mar Mediterráneo, el Estrecho de Gibraltar… y se meten en España. Estas pateras van remolcadas por un barco de una ONG que se dedica —o eso aseguran ellos— a rescatar a estas personas, pero en realidad son ellas quienes vienen fletando estas lanzaderas al paraíso, un barco con bandera de Liberia que hace de intercambiador en el mar.
No, no van con pasaporte, ni con ningún tipo de documentación. A estos barcos entran varones adultos en edad militar, no infantes, ni mujeres… Algunos, bien instruidos, afirman ser menores para que los metan en Centros de Menores, porque les han relatado que somos una sociedad muy blanda en lo que a medidas correctivas respecta. En zonas turísticas y en grandes capitales los acaban instalando en hoteles de cuatro y cinco estrellas, a cuerpo de rey, mientras que los ciudadanos españoles se las ven y las desean, por desgracia, para llegar a fin de mes. De hecho, algunos de nuestros compatriotas llevan más de tres años viviendo en contenedores, habiendo perdido sus hogares por la erupción del volcán de La Palma o hace un año, tras la trágica inundación donde perdieron la vida, según cifras oficiales, aproximadamente 300 personas.
La solución a este drama de la inmigración ilegal, para este Gobierno, es repartirlos por la península sin control, mientras algunas “celebrities” aprovechan sus altavoces para rasgarse las vestiduras y decir lacrimógenos eslóganes como: “Ningún ser humano es ilegal”. Bueno, bueno, que no lloren tanto, tenemos seres humanos en situación irregular para que adoptéis los que quieran ilegales en sus hogares, pero eso en absoluto quieren.
La doble moral de esta gente es abismal. Mientras leen los nombres de los niños fallecidos —seguramente nombres inventados— en una guerra a 5.000 kilómetros, que es una tragedia con la cual me solidarizo (de la que ya hablaré más adelante), no hicieron lo mismo con los niños asesinados por ETA o los fallecidos en la DANA. Pero claro, eso queda guay. O peor aún, por los que no han llegado a nacer por los abortos que se practican diariamente, porque han decidido convertir un delirio en un derecho. No solo lo despenalizan, sino que tratan de reforzarlo como un derecho cuasi fundamental que choca frontalmente con el derecho a la vida.
Casi tres años de guerra entre Rusia y Ucrania, por anexionarse una antigua república satélite del gigante comunista de la URSS, con miles de muertos por ambos bandos, sumada a la de Israel, respondiendo con crudeza ante el terrible ataque del 7 de octubre del año 2023, donde los terroristas de HAMAS asesinaron a 1.400 personas, además de secuestrar a 252 rehenes.
Sí, Israel respondió con dureza, como no podía ser de otra manera, eliminando a esas ratas inmundas de HAMAS que se esconden en túneles, utilizando a los gazatíes como escudos humanos. Toda mi solidaridad con los civiles que, en cualquier conflicto armado, sufren en sus carnes la cobardía de sus máximos dirigentes. Se está orquestando una campaña de descrédito contra el país que está eliminando del mapa, de forma muy eficaz, a los líderes terroristas más sanguinarios; el antisemitismo crónico que eso exuda me da náuseas. Mientras Israel actúa como muro de contención, como rompeolas de esta marejada de islamismo radical, se le está insultando, llamándolo genocida. ¿Quién dirige esta campaña? No se sabe con certeza, pero comparten los mismos ideales de terrorismo.
Por último, se ha sabido que HAMAS se ha rendido 48 horas antes de expirar el plazo ante el ultimátum de Estados Unidos, y eso ha puesto muy nerviosos a los que habían comprado el relato de Palestina como víctima de Israel, soltando improperios porque les han dejado en paños menores con su apoyo. Si lo consigue Israel con la ayuda de USA, se habrá conseguido un paso hacia una paz que esperemos sea duradera. Aun así, en el ambiente suenan tambores de guerra, y si no es allí será en otro lugar, porque los hilos se siguen moviendo, y quien los maneja es el demonio de la guerra y la muerte.






Estás mezclando churras con merinas. Y no es lo mismo justicia que venganza