Dale una bandera a un necio

En el día de hoy voy a escribir sobre Palestina desde la más absoluta ignorancia. Por tanto, mis impresiones vienen dadas por las noticias que van apareciendo sobre un conflicto enquistado, de muy difícil solución. Por supuesto, no estoy en ningún bando; esa no es mi guerra. Bastante tenemos en España, donde también mueren niños por malnutrición o de cáncer sin que el ministerio compre medicamentos porque, según dicen, son muy caros.

A lo que íbamos, los escritores somos curiosos de por sí y capaces de leer todo antes de dar nuestra opinión a calzón quitado. Así que he buscado, indagado y aprendido sobre por qué esa zona ha pasado de mano en mano durante cientos de años; es como la falsa moneda que de mano en mano va y ninguno se la queda.

La historia de por sí es bastante complicada, para un territorio no muy extenso, donde no parece haber riquezas naturales por explotar, pero sí una zona estratégica dentro del Mediterráneo. El pueblo palestino no es homogéneo, está compuesto por etnias que, imagino, quieren cada una su parte del pastel… y luego está Israel, que reclama esa tierra porque hace miles de años pertenecía a los judíos.

Pero de lo que quiero hablaros es del globalismo, que nos empuja duro como las olas: ahora Afganistán, luego que si Ucrania y Palestina… Las élites nos tienen entretenidos y, lo que es mucho más maquiavélico, divididos. Nos lanzan un conflicto y pretenden que lo hagamos nuestro; saben que un grupo de neuróticos sin remisión les hará el trabajo sucio y que parte de la población hará suya una bandera porque no dan para más. Y así se desestabiliza un país, como si, para salvar al niño, al cocodrilo le echas un carnero. Juegan al despiste y se divierten.

Mucha gente en España se manifiesta contra la masacre de niños en Gaza, criaturas que Hamás utiliza como escudos humanos, sacrificándolos sin miramientos. Por no hablar de que todo el que llegue a Gaza con buenas intenciones quedará en manos de unos terroristas sanguinarios que no dudarán en asesinarlos si hace falta. Pero les importan un bledo los niños masacrados en Nigeria junto a toda su familia… o los homosexuales colgados de grúas en esos países que ellos defienden. Y luego está el gran circo mediático: meten a diez vagos sin demasiadas luces en un barco, y que empiece el espectáculo. El populacho necesita entretenerse para que olvide que le están robando a manos llenas.

No será el último espectáculo que monten; son los amos del mundo y, como en el Monopoly, venden, compran, meten a gente en la cárcel, derrocan gobiernos y nunca pierden. La banca siempre gana, y nosotros, pobres desgraciados, nos agarramos al trozo de madera para que las olas no nos engullan. Con suerte, algunos llegaremos a la orilla, cansados, hartos pero libres, o eso quiero creer.

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