La revolución de la familia

Hace unas semanas contemplaba un spot publicitario de una marca de ropa y complementos en la que parecen concluir que tener hijos es de rebeldes, animando de manera subliminal a ello. Sin ánimo de querer hacer publicidad de esta marca, no puedo por menos considerar que es una arriesgada apuesta llevarle la contraria al pensamiento único, a papá Estado y a sus secuaces quienes predican y actúan de manera totalmente opuesta, intentando convencer a la sociedad de que no casarse, no tener hijos, vivir al día y sustituir el cariño familiar por mascotas es muchísimo mejor.

Desde hace años venimos padeciendo en Occidente la imposición de unas políticas que, a través de eslóganes facilones y apelando al sentimentalismo más absurdo, nos pretenden inculcar unos valores y unos principios totalmente contrarios a los que por costumbre, instinto y herencia hemos recibido. Actualmente, vemos hasta en la sopa las políticas que se quieren implementar desde todos los ámbitos sociales mediante la denominada Agenda 2030, entre las cuales aparentemente se encuentran objetivos tan atractivos y deseables a primera vista que prácticamente cualquiera sin un mínimo análisis de lo que esconde detrás esta agenda apoyaría, a saber: eliminación de la pobreza, supresión de las desigualdades, protección del medio ambiente y apuesta por la sostenibilidad… Sin embargo, en la práctica, podemos observar cómo todas esas políticas tienen un objetivo claro: el aislamiento del individuo dotando de más poder al Estado, y ello pasar por ir suprimiendo el pilar básico y último de protección del individuo, la familia.

Por supuesto, todas esas acciones, como deducirán, tienen como objetivo último y destinatario a usted y a mí, puesto que, como observarán, la recua de cafres que tenemos al mando del timón en nuestra Patria hace totalmente lo contrario de lo que a nosotros nos demandan: ellos tienen hijos, mejor tres que uno, véase como ejemplo a la Ministra defensora del aborto y los delincuente sexuales; ellos apoyan a su familia y la favorecen, véase como ejemplo a Paula Chávez, que fue colocada por su papaíto en una gran empresa, o el marido de Nadia Calviño, que a punto estuvo de conseguir un puesto de responsabilidad, sólo por ser quién es. Ellos suelen llevar a sus retoños a esmeradas y privadas escuelas, colegios y universidades privadas, pero a nosotros nos dicen que tenemos que llevar a los nuestros a los públicos, mientras inundan el contenido lectivo de estos últimos con feminismo, falso ecologismo y lo dejan huérfano de los contenidos esenciales para poder desarrollar unas competencias futuras profesionales.

Por todo ello, no nos dejemos engañar y demos todos, en nuestro circulo interno, la batalla cultural. Defendamos el valor de la familia como núcleo fundamental de la sociedad, así como los valores, costumbres y tradiciones que nos han hecho prosperar, desechando toda ideología que no busca el bien común, sino adoptar a través de la política y sus satélites mediáticos la nueva esclavitud de la Agenda 2030 que favorecerá a unos pocos, vendiéndola como la panacea.

Como el Papa Benedicto XVI explicó en su discurso durante la Asamblea Plenaria del Consejo Pontificio para la Familia: “La familia, fundada en el matrimonio, constituye un patrimonio de la humanidad, una institución social fundamental; es la célula vital y el pilar de la sociedad […]. Es una realidad por la que todos los Estados deben tener la máxima consideración, pues, como solía repetir Juan Pablo II, “el futuro de la humanidad se fragua en la familia”. Seamos rebeldes. Tengamos familia.

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