El cuento de hadas de Pedro Sánchez

Un cuento de hadas comenzaba para Pedro Sánchez aquel pasado 7 de enero de 2020 en el que fue investido presidente del Gobierno. Mejor dicho, aquel día comenzó su “cuento de hadas” y el de sus nuevos y variopintos socios de gobierno. A la vez comenzaba la peor de las pesadillas para nuestro país, esperada por unos y sorpresiva para otros.

Aquel emotivo y envenenado abrazo entre Sánchez y Pablo Iglesias en el centro del Congreso de los Diputados, rodeado de los aplausos de la bancada de Esquerra Republicana, PNV y Bildu, inició el principio del peor drama social y económico de nuestra nación desde la última guerra civil. Y no porque lo diga yo, cual soberbio vidente de gabinete televisivo, sino por todo lo que ha acontecido durante los últimos siete meses en nuestra sociedad.

Debemos contextualizar el momento y todo comenzó pasados tres meses desde aquella investidura. Llegó marzo y con él una alerta mundial en forma de pandemia que amenazaba a todos los países, empezando por China (donde el virus COVID-19 acabó con decenas de miles de personas en cuestión de un mes), hasta llegar a nuestra vecina Italia, donde los estragos fueron incluso mayores. El virus se expandía como el fuego, azotando todas las sociedades de los países asiáticos y europeos, pero en nuestro país esto todavía no era latente o eso nos decían desde el Gobierno. Lo cierto es que la OMS avisó a principios de febrero a nuestro Gobierno del riesgo que suponía el coronavirus para nuestra nación y de las graves consecuencias que estaba ocasionando en nuestro país vecino, pero Sánchez y sus socios no escucharon o no quisieron escuchar estos avisos, pese a ser reiterados y continuos por parte de la OMS. Una semana después, como cada año, llegaba uno de los días preferidos por toda la bancada socialista y podemita: el 8M. El día de la mujer, como todos sabemos, estaba marcado en rojo y morado en la agenda política y propagandística del Gobierno de Sánchez y nada ni nadie iba a impedir que cientos de miles de personas saliesen a manifestarse por las calles de todas las grandes ciudades de nuestro país en plena pandemia mundial. ¿Y todo por qué? Porque, como dijo la vicepresidenta del Gobierno Carmen Calvo en sus declaraciones el día previo al 8M ante la pregunta de un periodista sobre qué les diría a todas las mujeres que dudaban de ir o no a las manifestaciones convocadas en toda España, “les va la vida en ello”. No como a las víctimas mortales de la enfermedad, a esas, por lo visto, no les ha ido la vida en ello según la señora Calvo.

Y se produjo aquel 8M por supuesto; no podría haber sido de otra manera. El ego socialista de Sánchez pudo pasar por encima de cualquier advertencia, de cualquier virus y de cualquier riesgo para la vida de millones de españoles. Pasaron solo tres días desde aquel 8M y de manera “sorpresiva y espontánea” los contagios en nuestro país comenzaron a multiplicarse de manera exponencial y peligrosa. De repente ya no eran “unos pocos contagios, muy controlados y de los cuales no pasaríamos de apenas unos pocos casos diagnosticados” como el señor Fernando Simón, director de emergencias sanitarias, nos había dicho el pasado 31 de enero a todos los españoles en rueda de prensa. Tras haber realizado las masivas manifestaciones feministas, mandando a cientos de miles de personas a morir a las calles, el Gobierno de Sánchez se vio en la obligación de decretar, por segunda vez en la historia de nuestra democracia, el denominado “estado de alarma”, obligando a todo un país a confinarse en sus hogares, con restricciones de movilidad y cierre de todos los comercios e industrias no esenciales durante más de dos meses y medio.

Ahora es cuando realmente empieza la parte terrorífica de la película.

Todo un país quedó parado, encerrado en sus hogares, con sus familias viendo en televisión cada día cómo los contagios se disparaban de manera desorbitada y cómo los hospitales y las camas UCI de los mismos quedaban colapsadas, mientras los sanitarios de nuestros hospitales se contagiaban unos a otros por la falta continua de medios, los cuales no gestionaba el mismo Ministerio de Sanidad. Todos veíamos los números de muertes que cada día ascendían de manera progresiva mientras el ministro Salvador Illa manipulaba de manera deliberada los datos de fallecidos para no contabilizarlos en su totalidad. Todos vimos cómo una mentira tan grande como la que Sánchez nos vendió para lanzarnos a las calles el 8M, mientras no tomaba las medidas de cierre y control de fronteras que partidos como VOX le habían exigido a mitad de febrero en el Congreso necesarias para contener la pandemia, estaba generando un drama nacional y se convertía en esa pesadilla de la que antes hablábamos. Esa pesadilla que los medios de comunicación subvencionados por su Gobierno nos intentaban ocultar bajo unos simples aplausos a las ocho de la tarde en los balcones de toda España, con la canción de “Resistiré” de fondo. Ni un ataúd, ni una morgue llena de nuestros compatriotas fallecidos por sus negligencias y mentiras, ni una lágrima de los familiares que ni siquiera pudieron despedirse ni enterrar a los suyos. Ni una imagen de las residencias “gestionadas” por el señor Iglesias, donde todos los días fallecían decenas de personas mayores. Nada. Solo los aplausos. Aplausos que intentaban enterrar la mentira de Sánchez, la gran mentira hecha puñal para nuestro país.

Hoy, después de todo aquello que marcó la vida de todos los españoles, miles de personas han fallecido, concretamente más de 45.000 según datos contrastados, a pesar de la intención continua del Gobierno de vendernos que tan solo eran 27.000. Denigrante el usar a los fallecidos como simples números, sin respetar ni su memoria ni su dignidad.

“El cuento de hadas” de Pedro Sánchez también tiene un drama económico y social sin precedentes. Hoy mismo se conoce que el PIB de nuestro país se ha hundido un 18,5% en el segundo trimestre y que nuestro país lidera la tasa de desempleo de toda Europa con un 15,6%, por delante incluso de Grecia. Si nos ponemos a hablar de los famosos ERTE que han empobrecido a toda nuestra clase trabajadora podemos saber que hoy, tras más de cuatro meses, hay en nuestro país 150.000 personas que aún no han cobrado sus prestaciones y que se encuentran al borde de la indigencia por culpa de la falta de gestión del Ministerio de Trabajo de la ministra Yolanda Díaz. Nos han enterrado nuestra esperanza y nuestra prosperidad.

El futuro de España es terrible según todos los indicadores y hemos de afrontar esta época tan dura con el peor Gobierno posible. Un Gobierno inerte, totalmente incapaz y encima falto a la verdad.

¿Qué nos deparará el futuro? Nadie lo sabe. De momento sí sabemos lo que le deparará la vuelta de las vacaciones al desgobierno de Sánchez e Iglesias: una moción de censura presentada por el señor Santiago Abascal, que dudo mucho que vaya a servir para sumar una mayoría alternativa, pero que sí servirá para desenmascarar a todos aquellos que, tras todo lo que nuestro país ha sufrido y está sufriendo, desangrándose por la actitud totalmente criminal de este Gobierno, sigan abrazando y ayudando a que el cuento de hadas se alargue. Yo estaré siempre del lado de quienes quieran acabar con la pesadilla, el drama y la muerte que nuestro país ha vivido y está viviendo. Hasta entonces recemos, luchemos y mantengámonos unidos.

La última parada de Sánchez está cada día más cerca. Su tren se detendrá y nuestro país volverá a renacer de la ruina a la que nos están intentando abocar. Recordadlo y nunca lo olvidéis: el tren comunista se detendrá.

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5 Comments

  1. El tren comunista se detendrá, eso es una certeza. La cuestión es si lo pararemos a tiempo de evitar males mayores o si descarrilará, llevándonos a todos al desastre con él.

  2. Maravilloso análisis de la triste realidad que estos comunistas nos estan dejando en nuestro país. Poco o nada mas que añair. Chapó

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