El peligro de hoy ser cristiano

Dicen que los pueblos que olvidan su historia están condenados a repetirla y aquí estamos a punto de vestirnos de Cruzados para salvar a Europa de un islamismo que avanza sin encontrar apenas resistencia. Para que el mal avance sólo hace falta que el bien se eche una siesta y así estamos.  

Europa es cristiana y nuestra civilización bebe de esas raíces. Algo que no hemos tenido que defender porque, sencillamente, no estaba en peligro. O eso creíamos, absortos en nuestras vidas no vemos o no queremos ver de qué estamos metiendo en casa al Caballo de Troya, lo que a veinte años vista habrá sido un error quizás irreparable. 

La entrada de ilegales de religión musulmana es continua. Muchos no vienen a delinquir, se establecen, trabajan y forman familias, normalmente son numerosas. Su religión no permite abortos y el buenismo europeo les proporciona ayudas por hijo con lo que el desequilibrio es ya innegable. Pero además, si lees el Corán, por mucho que ellos lo nieguen, el infiel debe ser eliminado. Sí, bingo. Nosotros somos los infieles.  

Evidentemente, no podemos meter a todo el mundo en el mismo saco como se dice vulgarmente, pero es un hecho comprobado que los cristianos ni queman mezquitas ni andan con un machete causando el caos. El islam es más que una religión, es un entramado político que va ganando terreno sin que apenas nos demos cuenta. Y, por supuesto, supone perder de golpe todos los derechos alcanzados, mujeres y homosexuales los colectivos que sufrirían leyes como la Sharía. 

Desde mi punto de vista, gran parte de europeos siguen con la venda en los ojos negándose a asumir lo que se nos viene encima. Lo ven poco probable y viven despreocupados hasta que estos lobos solitarios entran en una discoteca de Paris, Berlín, da igual el país y asesinan a decenas de personas. Entonces, se echan las manos a la cabeza y ponen velas y flores, peluches, hasta la próxima masacre. 

Ni podemos, ni debemos consentir esta invasión silenciosa que acabará con la cristiandad y veremos de nuevo unas modernas catacumbas donde poder ejercer nuestro culto. Acogerlos si vienen a trabajar y a integrarse… sin problema. Permitir que nos maten de uno a uno como coderos no, definitivamente, no. Me niego y si hay que pelear, pues a pelear, después de todo, de eso se trata, de luchar por aquello en lo que creemos ¿o no? 

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