Llega un momento en la vida en que tienes que diferenciar bien entre lo urgente y lo importante, porque te puedes liar y perder un tiempo precioso en cosas que no son útiles.
La jerarquía es fácil; primero hay que solucionar lo que sea ambas a la vez, después lo importante y por último lo urgente, ya que por mucho que lo sea, su importancia puede ser ninguna.
Así, llevamos días con la situación del Rey emérito, pero a nada que rascas, ahí no hay importancia mientras no haya ningún tipo de imputación ni aquí, ni en Suiza. Teniendo como tenemos al Rey Felipe VI reinando, a no ser que asalten la Zarzuela a gritos y con banderas republicanas, será urgente, pero no importante.
Importante es tener 50.000 fallecidos por una gestión inexistente y mentirosa, tomar decisiones políticas para una desescalada amparada en un comité de expertos inexistente, las compras más que opacas de material defectuoso con pingües comisiones, la existencia de un Vicepresidente cargado de casos oscuros con mando en el CNI, la avalancha de ilegales colapsando a las fuerzas de seguridad, los cientos de miles de personas agrandando las listas del paro, los cientos de miles de negocios cerrados, ERTES sin cobrar, la burocracia imposible para cobrar ayudas, las colas del hambre.
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Y ya lo último, la vuelta al cole en medio mes y ni un solo protocolo salvo el «póngale la mascarilla al nene, que se lave las manos y si sale con barba, San Antón, y si no, la Purísima Concepción».
Luego vendrá el «no se podía saber».
Ellos ya se reunirán a finales de mes a ver qué hacen, porque lo urgente es irse de vacaciones y aplaudirse; ya hablaremos después de lo importante. Y, ¿queréis que hable del Rey? Lo único que puedo decir es que daría cualquier cosa por irme con él al Caribe, oiga.
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