La venda de la juventud

Hoy toca improvisar, pues mi idea del artículo para esta semana era hablar de temas de actualidad, de la agenda política, pero algo que me ocurrió cambió mi decisión. No suelo escribir sobre estos temas porque considero que está bastante clara la posición que mantienen unos y otros, igual que es evidente la postura en la que deberíamos posicionarnos.

Todo ocurrió el martes pasado, al salir del despacho, después de una larga jornada de trabajo, debía pasarme por algún local donde poder comprar tuppers (si, esos cacharros donde puedes meter la comida que ha sobrado para días después, o llevártelo al trabajo para comer ahí). Acabé en un bazar de los que tienen de todo, y de esos que desde fuera engañan, pero al entrar recorres innumerables pasillos hasta llegar a tu destino.

Tras unas cuantas vueltas, conseguí llegar a un pasillo, “el pasillo”. En éste, un hombre, mirando menaje de cocina. Al principio ni me percaté de él, ni le di importancia a la mirada que me echó. Pero luego lo relacioné todo. Cuando llevaba un rato, y después de unos cuantos comentarios por su parte indicándome la cantidad de artículos de los que disponían, terminó por pronunciar las palabras que desencadenarían todo:

“Perdona, ¿te puedo pedir tu opinión como mujer? ¿Crees que esta olla es buena?”.

Silencio.

Lo que le contesté (por supuesto, siempre de forma respetuosa) lo dejo a vuestra imaginación.

Pues bien, sorprendida por el comentario, no pude más que compartirlo en una de mis RRSS. Mi intención no era provocar indignación, ni siquiera sensación de victimismo, simplemente poner en el tablero como están las cosas. Hablar de esa especie que, por suerte, se encuentra en (creía) peligro de extinción, Yo, por suerte, siempre he sido una persona que ha marcado territorio ante comentarios de este tipo, por lo que nunca me han afectado, así que mi objetivo era únicamente contar lo sucedido.

Cual fue mi sorpresa, cuando, lejos de que se quedara ahí, empecé a recibir contestaciones, unos quitándole importancia a lo sucedido y otros hasta defendiéndose como “hombres”. (Por supuesto, también de quienes pensaban como yo, pero esto no me chocó). No voy a reproducir
las palabras de esos comentarios, pero por supuesto, para aquel o aqulla curioso o curiosa que quiera saber las palabras empleadas con exactitud, están de exposición en mi perfil para tener un “bonito recuerdo”, por lo que podéis verlo cuando queráis.

Cualquier persona que me conozca sabe que soy feminista, al fin y al cabo, ¿Qué persona que esté a favor de la igualdad no lo es? Como he dicho, siempre he sabido marcar hasta donde podían o no llegar, los que me conocen, pero las RRSS tienen la peculiaridad de que quién no te
conoce puede dejarte un comentario, y contra eso no puedo luchar. Sin duda, dejando a un lado la anécdota de la que fui protagonista, digamos que las reacciones negativas han servido para quitarme la venga de los ojos. Puede que la juventud y mi entorno me hayan engañado con la percepción de la realidad, creyéndome que ciertas cosas estaban superadas.

Es decir que las reacciones a compartir la anécdota en las RRSS han servido para darme cuenta de lo mucho que tenemos que evolucionar aún en pro de la igualdad entre hombres y mujeres, (por supuesto hay mil ámbitos más en los que debemos seguir evolucionando, no seamos tan
optimistas), y por supuesto, debemos de valorar lo ya recorrido, pero que en otros lugares del mundo se comentan atrocidades no nos sirva para conformarnos y dormirnos en los laureles, porque eso no nos ayuda.

Y llegados a este punto compartiré mi reflexión.

El feminismo no es un movimiento que trate de poner a la mujer por encima ni en contra del hombre. Es un movimiento que lucha por la igualdad real y efectiva. Ver todo lo que hemos evolucionado en estos años no debe ser motivo de omisión a la crítica sobre los que podemos
seguir mejorando. Tampoco el feminismo trata de atacar al hombre.

Evidentemente, por su esencia, va en contra de cualquier desigualdad, y, por tanto, choca con las mentalidades machistas. Pero que seas hombre no significa que seas machista. Tampoco que seas mujer te hace feminista. Es decir que feminismo no es antónimo de machismo. Feminismo es sinónimo de igualdad. No seamos simplistas con el término.

Igualmente, cuando una mujer, en nombre del feminismo degrada al hombre, tampoco es feminista, que si lo decimos lo decimos todo, sino una persona cegada por el odio (sin entrar a analizar los motivos, porque todos somos humanos).

Hoy día esta lucha no es solo de la mujer, sino también del hombre, igual que la lucha por los derechos del colectivo lgtbi no es solo de dicha comunidad, sino de todos los ciudadanos que están a favor de la tolerancia, la igualdad y el respeto a los Derechos Humanos. Es decir, que se trata de luchas con una coherencia extrema que no debe provocar confrontaciones sino hermandad para lograr superarnos cada día como sociedad.

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