Irás y no volverás

Muy buenas a cuantos tenéis la atención puesta en mis humildes letras en este momento no coincidente con el mío. Pero para leer no es tan necesario, como en el beso, ser coincidentes, donde el contacto físico es el único capaz de despertar emociones, sensaciones placenteras. El momento de la lectura carece de ese requisito, la emoción es intemporal, sin caducidad, sin obsolescencia. Es fácil generar emociones, sensaciones multiorgásmicas a veces, gran poder de la escritura y quien es capaz de colocar las letras de forma que las despierten, será escritor.  Quien no lo logre -o lo haga en raras ocasiones-, es solamente escribidor, que tampoco está mal, ni mucho menos, quien la sigue lo consigue, dice el viejo adagio.

Es loable el deseo de comunicar. Lo que se queda en nosotros perece al compás de nuestra propia oxidación. Una vez que emprendes ese camino, vas y no vuelves, ya forma parte de la propia realización personal. Si me tildáis de escribidora, es vuestro derecho, yo me he propuesto ser escritora. Voy poco a poco, sin compararme, contagiándome de los escritores que lo lograron y sé que solamente lo conseguiré cuando mi misma mismidad, se lo crea. Amor y política son mis temas preferentes, aparentemente, están en la diáspora, pero guardan ciertamente relación, ¿Acaso no se puede enamorar uno de la política?

Lo inmediato que seguramente estaréis pensando es que es un amor interesado en el poder, en el dinero, en la escalada social. Pero no hablo de ese amor que está contaminado por intereses espurios y enfermizos sino de un amor de entrega, que como todos los amores precisa respuesta. Desvivirse por los conciudadanos produce sensaciones placenteras que son propias y asimilables al amor. Conozco a muchos políticos de aquí, de allá y acullá que son un amor. Algunos… muy alejados de nuestros lares. Nelson Mandela me viene a la cabeza. Pero en el acá, vi el otro día una entrevista a Paco Vázquez y me pareció el prototipo de un amor a la política.  Siendo yo seguidora pepera, in illo tempore, tuve que convenir que Paco Vázquez, alcalde socialista de la Coruña, con seis mandatos de mayoría absoluta. Estaba en la línea que, ausente de ideología exacerbada, estaba por hacer la vida fácil a los coruñeses.

Hombre, también me agradó sobremanera el hecho de que pusiera al Presidente Sánchez en el sitio, en el lugar en el que lo tenemos a inmensa mayoría, llamándole  mitómano, grandísimo mentiroso y que no tiene el más mínimo escrúpulo a la hora de cargarse toda la convivencia entre los españoles, de aliarse con los herederos de los asesinos, de los enemigos de nuestra Constitución, de una progresía absurda y más retrógrada que el propio machismo. Que se levanta con la chequera abierta y con el dinero de todos, tapa y actúa como quieren los indeseables a golpe de talón y, todo ello, para poder ostentar el poder presidencial, una desgracia enorme para los españoles de bien. 

Algunos podéis pensar que he dado muchos rodeos para decir finalmente lo que mi mente clamaba por exteriorizar, pero no sabéis cómo me ha ido templando el impulso salvaje de crítica feroz y justificada, el hecho de dar rodeos lingüísticos. Escribir, amigos, es mi camino de irás y no volverás. Gracias de esta humilde escribidora.

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