Recuerdo un viaje en mi adolescencia junto con la familia de unas amigas, en uno de esos monovolúmenes de 7 plazas. Yo atrás del todo, con Lola, como si fueramos de aquellos alumnos que eligen las filas traseras para poder hablar, tanto en clase como en los viajes en el autobús.
Cuando estábamos llegando a nuestro destino, empezamos a lanzar muestras de nuestras ganas por llegar, entre ellos un cántico que fue recurrente durante todo el viaje: “¡Gallinero, gallinero!”. Así nos calificaron y nos calificamos por el escándalo provocado tal y como sucede en un gallinero.
El nombre iba perfecto para la ocasión, pues Lola y yo no parábamos de llamar la atención y de hacer ruido durante todo el viaje; riéndonos, gritando, por lo que la parte de atrás del monovolumen se convirtió en un auténtico gallinero. Han pasado los años, y ese recuerdo sigue intacto. Unas veces me viene a la memoria para hacerme sonreír y otras como símil perfecto para describir la situación de la política actual.
Hace unos días pudimos ver uno de los espectáculos más bochornosos de la política actual. La Ministra de Igualdad, la Sr. Montero y Teresa Rodríguez, intercambiándose una serie de opiniones de forma pública por la red social Twitter. Por lo visto, esta última, había sido “despedida” encontrándose curiosamente en la actualidad embarazada. Y claro, ahí empezaron las discrepancias entre la que opinaba que deshacerse de ella no había sido lo correcto y la que pensaba que sí.
Lo bochornoso de la situación no es la discusión en sí, al fin y al cabo, todos somos carne de cañón en una discusión cuando tienes opiniones diferentes a otros. Lo aberrante fue la publicidad que ambas dieron a dicha discusión. (Imagino que tanto Irene como Teresa tienen sus respectivos contactos, por lo que una simple llamada hubiera bastado para aclarar la situación).
Lo peor de todo es que, lejos de ser la primera vez que somos espectadores de este tipo de espectáculos lamentables, es común ver, ya sea en redes sociales como en los medios de comunicación, que los políticos actuales se dedican insultos de lo más variopintos, olvidándose de su verdadera misión: mejorar la vida de los ciudadanos.
Pero es más llamativo aún cuando dichas discrepancias se producen dentro de un mismo partido político, pues deja claro que el objetivo no es estratégico, sino que es una muestra egos. ¿Es eso lo que necesitamos para dirigir el país?
Sin duda, todas estas circunstancias deben ser analizadas por los ciudadanos con independencia del espectro político del que estén más cerca, porque con independencia de ello, la política debería estar concebida para acercar posturas, no para imponer un tipo de gestión o mentalidad para así alcanzar un sistema en el que todos los miembros del país podamos estar orgullosos del lugar del que formamos parte.
Que uno de los objetivos elegidos por nuestros políticos sea el de descalificar, al contrario, dice mucho de lo que persiguen en realidad. Y dice aún más que una ministra del Estado, se rebaje a discutir por Twitter algo que podía haber aclarado con una simple llamada, provocando una sensación de inestabilidad institucional y vulgarismo.
Nunca se me olvidará aquel viaje ni aquellos momentos de plena efervescencia adolescente, en la que con la simple compañía de alguien podíamos tenerlo todo. No lo cambiaría por nada, pues un gallinero en la adolescencia es parte de ella. Pero sin duda, cambiaría toda la política, cuyas bases son llamar la atención y descalificar como modo de vencer, convirtiendo el Congreso de los Diputados en un lugar lleno de niños necesitados de llamar la atención, un auténtico Gallinero político.
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