Antinomia

Hace muchos años, cuando estaba en la universidad, un compañero ahora profesor, como parte de un rito iniciático, nos hacía aprender la antinomia Heráclito Parménides y recitarla como papagayos. Fue aquella, sin duda, una de esas novatadas que dejan huella ya que aún hoy me acuerdo de la dicotomía que planteaban aquellos dos sesudos griegos y por supuesto también de mi compañero.

Por aquel entonces, yo me inclinaba más por la teoría del devenir, la que plantea que todo fluye que nada permanece y que por lo tanto hay cosas que no tienen por qué volver a pasar. Una de las pruebas que consideraba irrefutables para sostenerla era que me parecía impensable que volviésemos a vivir una ola de puritanismo amparado en la religión que hiciera que las mujeres vistiesen recatadas. Me equivocaba.

Parménides 1 – Heráclito 0

No contaba con que hay más religiones que la católica y que la doctrina de lo políticamente correcto podría obrar el milagro de que ya en la segunda década del siglo XXI, se justifique por parte los mismos que quemaban sujetadores, el que si perteneces a determinada cultura esté sea normal que “tus mujeres” vistan los más medievales ropajes.

Pero esto que puede parecerles una lastimera queja no lo es en absoluto. Es posible que nada podamos hacer contra esta ola de sucesivas mentiras y promesas incumplidas de nuestros políticos. Ellos se apoyan en el voto útil, en la división de la sociedad, en el facha y en el rojo y por ahora nada puede “la razón” contra tan “sesudos” argumentos.

Recuerdo, no sin cierto escalofrío, aquello que estudiamos en la EGB de que el antiguo imperio romano pagó a unos vecinos bárbaros para que les protegiesen de otros bárbaros más lejanos y no puedo dejar de relacionarlo con cómo la Unión Europea está pagando a ciertos vecinos para que le hagan el trabajo sucio con los inmigrantes y los alejen de sus fronteras. De nuevo Europa ante la misma tesitura y de nuevo cometiendo el mismo error. Pero no perdamos de vista que este es un artículo optimista.

Que la historia tienda a repetirse no significa que no podamos influir en el giro de la misma. Ya conocemos bastante pasado como para caer en las mismas trampas y no es imposible acelerar ciertos procesos de manera que salgamos mucho más rápido del trago amargo.

Si reivindicamos el pensamiento antes que la víscera, si elegimos a los que menos gritan y a los que más escuchan, si ponemos de moda el acuerdo, tal vez no consigamos nada mañana nada, pero al menos mantendremos viva la llama con la que luego otros prenderán la antorcha.

Confiemos, mantengámonos fieles a nuestros principios y mandemos al carajo a esa diosa inmediatez que parece gobernarlo todo. Al final lo conseguiremos, todo vuelve porque la historia así nos lo demuestra y de los resistentes es siempre la última palabra.

También es posible que todo lo anterior se base en la premisa equivocada y sea el señor Heráclito y mi yo universitario, los que tuviésemos razón. Que nada condicione esta noria en la que se ha convertido el mundo. Pues tanto mejor, no tendremos que luchar contra el destino, seremos libres para elegirlo.

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