Vergüenza ajena

Ocurre todo tan deprisa que apenas da tiempo a fijarse en los detalles y analizarlos.

Como ya he dicho en otras ocasiones, estoy completamente convencido de que esto no es algo fortuito, sino que está perfectamente orquestado para que suceda así, para que no nos demos cuenta de los comportamientos tan sumamente irresponsables de nuestros representantes.

Y es por eso que supongo que el hecho de que el Madrid haya perdido o que a los de Podemos les saquen su enésima contradicción, hará que dejemos de prestar atención a lo sucedido entorno a la sanidad madrileña en la última semana.

Estamos en tiempos muy complicados. No sólo es que tengamos que lidiar con una enfermedad que está llenando de dolor a las familias de todo el mundo y que a buen seguro va a teñir de lágrimas estas navidades, sino que las consecuencias y secuelas que deja en aquellos que la han pasado, aún no están del todo claras y es probable que el rosario de dolor no acabe con la tan deseada vacuna.

Ha ocurrido a lo largo de la historia que es en las situaciones de crisis cuando el ser humano es capaz de sacar lo mejor de sí mismo y realizar sus mayores gestas. Son los tiempos de sangre, sudor y lágrimas cuando se espera que los políticos dejen a un lado sus diferencias y trabajen codo con codo por superar la desgracia.

Ahora, desgraciadamente, no ocurre así. Por todo ello y antes de que se borre de nuestras memorias, es obligado recordar y también, por qué no, denunciar, el comportamiento absolutamente infantil que hemos vivido en Madrid en los pasados 7 días.

Todo empieza por una presidenta que, en un alarde de orgullo extraño se dedica a viajar a Cataluña para dar lecciones de cómo se tienen que hacer las cosas. A continuación, con un presidente y un ministro que aprovechando su ausencia, cambian sus respectivas agendas para visitar un hospital de modo que ella no salga en la foto y en esto, vemos como el alcalde sale corriendo para frustrar el plan y como luego su partido se queje en las redes sociales de que les han dejado fuera.

Todo sigue, porque sería una suerte decir que termina y mucho me temo que esto va a ser lo cotidiano en los próximos años, todo sigue decía, con la inauguración de un hospital a la que nadie de la oposición acude en señal de protesta. ¿De verdad nos merecemos esto? ¿De verdad tenemos que aguantar que nuestros representantes se anden con estos juegos infantiles del no te ajunto?

En vez de acudir de manera coordinada a visitar un hospital para así dar ante el ciudadano una imagen de unidad y de acción conjunta, se busca lo contrario. En vez de apoyar una infraestructura a la vez que se hace una crítica constructiva, se le da la espalda. En vez de demostrar que se es capaz de estar a la altura del dolor y del desgarro de una nación, se hace evidente que son incapaces de demostrar el más mínimo respeto al votante.

Todos, da igual del color que sean, da igual el trozo de tierra que digan defender y que al fin y al cabo es toda la vieja España. Todos nuestros representantes están escribiendo las hojas más vergonzantes de nuestra reciente historia. Ciegos de ira y ebrios de ansias de poder se dedican a sacar lo peor de sí mismos y exhibirlo en público sin el menor pudor.

Ocurre todo tan deprisa que apenas da tiempo a fijarse… Pero hay que hacerlo, hay que recordar y no olvidar para cuando podamos, no volver a cometer el mismo error.

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