Comienzo a escribir estas líneas en 2020, este año que tanto nos ha enseñado de la naturaleza y sus terribles caprichos, de la importancia de elegir adecuadamente a quiénes van a gestionar tus aportaciones al Estado porque, al final, también van a gestionar tu vida y, en circunstancias como esta, literalmente, tu vida. Son las 16:00 h de la tarde de un día más. Llama la atención que la preocupación por el Coronavirus y las medidas y recelos a contagios estén superando la expectación que en cualquier otro momento habría despertado la separación definitiva de Reino Unido de Europa a través del Brexit.
Hace frío, pero no sólo ese frío que hiela la piel, también hace frío humano, hace ese frío que congela el espíritu ante la desazón de ver a tanta y tanta gente absorta en seguir batallando por cuestiones ideológicas cuando la peor ideología es la ignorancia de la verdad y de la vida, de aquellas esencias que para tantos españoles dejaron de ser el fruto de su existencia.
Y es que España, no sólo se desangra en lo vírico, en los afectados que no pudieron superar la enfermedad provocada por el Covid 19; España también se desangra, una vez más, en lo político. Y lo hace, como siempre, por la falta de diálogo, por la falta de consenso, por la falta de acuerdos, por la temible y terrible imposición ideológica de unos contra otros, como en los viejos tiempos, y caiga quién caiga. El conmigo o contra mí es el pan nuestro de cada día. Jamás ningún país en la Historia ha estado tan abiertamente lleno de fachas y rojos como España conviviendo.
Y en medio de este caos de salud mental pública los únicos que realmente se benefician son los partidos de los extremos, los partidos que más se alinean con consignas de imposición, de odio y censura sobre el que piensa distinto y aquellos que usan el poder para consagrarse o la oposición para convertirse en unos mártires de una causa que, lejos de ser religiosa, en ocasiones hasta se fusiona con fórmulas teológicas de difícil digestión en los tiempos que corren. Y no lo digo por lo deseable de muchos argumentos religiosos, sino por lo indeseable que se presenta en nuestros tiempos ver a ninguna confesión aferrada al poder, mucho menos la cristiana, que cuando más lo ha hecho más se ha alejado de Dios.
En medio de este cisma aprovechan gozosos los independentistas para hacer relucir a un Estado convertido en una caricatura triste y lamentable de sí mismo, para así jugar con los despojos de aquello que van consiguiendo destruir con la complacencia de los partidos en el poder y, así, seguir viviendo del relato inventado de unos tiempos que nunca fueron y de un futuro que, esperemos, nunca sea, por los ciudadanos de esos territorios y por los ciudadanos del resto, miembros de una misma familia que nunca debería de mirar en distintas direcciones si quiere alcanzar el mayor rendimiento a los esfuerzos individuales y comunes.
En medio de este tremendo caos encontramos a una formación política como Ciudadanos, fruto de un centro político que surgió para ofrecer una alternativa centrada y denunciar, precisamente, que todo esto podía pasar si se seguía jugando con el interés general a través del despotismo “desislustrado” de un independentismo traidor a propios y ajenos y de una corrupción política que no deja cabida al crecimiento y a la mejora de las instituciones y de los servicios públicos, del progreso necesario, tan necesario en España; y no hablo del progresismo de golpe en el pecho e imposición por decreto, sino de ese progreso que ofrece a todos los ciudadanos una igualdad real de oportunidades. Y en ningún espacio social puede haber igualdad de oportunidades si no existe un marco de libertad en el que ejercerlas.
Y es que, de esa libertad e igualdad es de dónde surgen las oportunidades y es la perspectiva a través de la cuál se desarrollan los procesos de crecimiento, esfuerzo, rendimiento y reparto de riqueza. No es nada progresista la libertad para que cada uno disfrute de la sexualidad que desee, del reconocimiento de género que considere oportuno… si no se dispone de libertad para desarrollar el resto de valores y aportaciones que generan riqueza personal y al conjunto de la sociedad. De nada sirve ser transgénero para crecer y vivir el día a día en libertad si, teniendo un negocio, te suben los impuestos, te asfixian y te obligan a cerrar o te despiden porque no pueden pagarte.
Es como imaginar la construcción de una enorme tarta muy decorada, con colores muy llamativos, pero que está podrida por dentro, porque no sirve para comerla. La ideología del vestir de libertad una libertad que no existe es muy propio de regímenes de extrema izquierda, como disfrazar la igualdad de únicamente recursos para poder crecer en lo económico no permitiendo por la vía de lo moral un crecimiento y una realización personal, sexual, en absoluta igualdad, es una quimera de la rancia derecha.
Ciudadanos, sin lugar a dudas, representa la quintaesencia de las virtudes de una libertad y de una igualdad reconocidas y cuidadas con la libertad e igualdad que permiten el desarrollo integral en todos los aspectos de la vida de una persona. Ése es el ideario y es el fundamento que consigue enamorar, y es el motivo por el que a Ciudadanos le es imprescindible no permitirse el lujo de no pactar, de no llegar a acuerdos, cuando el poder que le han dado los ciudadanos es que consiga el máximo de esas propuestas que generarían igualdad y libertad. Y por eso mismo los independentistas son el enemigo número uno a los que combatir, porque representan, precisamente, la desigualdad, la intolerancia y la falta de libertad y la escenificación dramatizada de una desigualdad que presumen pedir mientras se aferran a consignas de un falso y manipulado progreso (especialmente ERC).
Yo estoy convencido de que un cambio en la forma en la que interactúan las fuerzas políticas es muy necesario, sin duda. Pero también es absolutamente necesaria una visión menos ideologizada y más cívica centrista con perspectiva económica, ecológica y de respeto a la diversidad dentro de un marco de libertad e igualdad. Y, sinceramente, actualmente en el panorama español sólo Ciudadanos encarna todos estos propósitos y es capaz de, incluso en las actuales adversas circunstancias, conseguir mediante el diálogo objetivos que le son muy positivos al conjunto de la ciudadanía.
Cuando se publique este artículo será ya 2021. Será un nuevo año con nuevas oportunidades. Será un año en el que, si consiguiéramos tener una ambición de Estado, común, podríamos salir sin demasiadas dificultades de la actual situación que vive España. Será, por tanto, un año de oportunidades para aportar a nuestro proyecto común, mucha más esperanza, más luz y más libertad e igualdad. Y confío en que, cada vez más ciudadanos abrirán sus ojos al ilusionante proyecto para todos de esta formación política naranja, un color lleno de la energía que necesitamos para conseguir ser un gran país para todos nosotros y para el mundo. Son las 16:50 de la tarde. Desde el 2020 aún os deseo a todos un Feliz año 2021. Y para que todos seamos felices, y no unos sobre otros, debemos buscar la felicidad común. Gracias.
Periodista, Máster en Cultura de Paz, Conflictos, Educación y Derechos Humanos por la Universidad de Granada, CAP por Universidad de Sevilla, Cursos de doctorado en Comunicación por la Universidad de Sevilla y Doctorando en Comunicación en la Universidad de Córdoba.
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