Construir realidad y ficción: la izquierda fallida

Iré al grano. El discurso que la izquierda tradicionalmente ha abanderado es francamente un modelo fallido tras la experiencia del nuevo virus. Especialmente demoledor ha resultado contra el electorado joven, estudiante y relativamente culto que llevaba años defendiendo ciertas cosas para acabar en un total fracaso. No, no es mi opinión sin más, veréis… es que la realidad ha superado ese discurso. 

¿Cómo se lleva, queridos amigos de izquierdas, que tras pasar décadas parafraseando a Foucault para denunciar el abuso de poder ejercido desde la medicina en relación a los conceptos de salud/enfermedad, escandalizándose por la existencia de manicomios y prisiones, ahora hayáis estado mendigándole al Estado restricciones y castigos para encerrar, sin ver dilema moral en ello, ya no sólo a enfermos sino también a sanos?

¿Cómo se lleva eso de haber admirado a Nietzsche porque defendía el valor de la vida libre y poderosa que asume riesgos y, como un superhombre, encara la muerte sin miedo para acabar aterrados en los conventos particulares que son nuestros hogares y exigiendo a las autoridades que nos protejan para seguir soñando el delirio de la inmortalidad? ¿Cómo se lleva que vuestro (sí… ¡vuestro!) lema «mejor morir de pie que vivir arrodillado» se haya invertido, y hoy todos debamos preferir vivir arrastrándonos antes que morir libres?

¿Cómo se lleva que tras décadas criticando a las malvadas industrias farmacéuticas, porque comerciaban con nuestra salud, y recomendando homeopatía, hierbas y marihuana, hoy os dediquéis a hacer una defensa ciega y a ultranza de una carrera entre compañías farmacéuticas para lanzar al mercado lo primero que al parecer ha funcionado contra el virus?

¿Cómo se lleva que todos los discursos sobre la libertad como parámetro clave desde el que responsabilizarnos de nuestras acciones y por tanto, condición necesaria para una ética con que regir nuestra vida, hoy quede reducido a la defensa de la privación, del poder verticalmente organizado, del castigo como medio de enmendar la rebeldía y la desobediencia? 

Poco más hay que decir: habéis fracasado. Esta pandemia ha desmontado por completo el discurso del marxismo cultural, que ya era un parche para camuflar el fracaso del marxismo económico tradicional, que ni ellos mismos quieren en el fondo. Si la realidad les ha desbordado todo su ideario sobre la realidad misma, su único modo de subsistencia es la construcción de la meta-realidad.

Ejemplos no faltan: Los que se equivocan son los expertos. Los herederos de bandas terroristas son los hombres de paz. España es un país nuevo artificialmente construido. El fascismo sigue vivo. El machismo mata más que el virus. Hay gente en la cárcel por poner urnas. El dinero se puede imprimir. El experto principal se mete un dedo en la nariz. Hay tantos sexos como individuos. La economía remonta. Los vikingos eran inclusivos y la comunidad autónoma que más aporta a la caja de las autonomías es la que roba. Éste es el circo. 

La deconstrucción del ser es así de frívola y gratuita: todo vale si sirve para la subsistencia de una causa política. El problema es tan grave que asusta que haya aún quien aplauda este circo.

La nueva izquierda es el delirio de la deconstrucción postmoderna, vacía por dentro, pero con potentes mensajes e imágenes. Es una puesta en escena, es decir, una performance.

Quizás, si resumo el problema utilizando terminología inglesa, se me entenderá mejor. El problema es que la agenda de este Gobierno es, como he dicho, una performance… Y lo que la situación exige para el país es simplemente management. Y es que nada bueno cabe esperar de quienes defienden discursos tan simples… tan simples… que caben en las pancartas de una manifestación. 

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