Lo que se está viviendo estos días de campaña electoral en Cataluña evidencia el gran trabajo que ha hecho el separatismo durante las últimas décadas a la hora de implantar la semilla del odio frente a la idea de España como estado nación unido, soberano y próspero. Los continuos ataques a Vox, con máxima violencia en Vic (Barcelona) y Salt (Gerona), son el síntoma de una enfermedad incubada desde 1978 y que empezó a “dar la cara” en octubre de 2017. No bucearé más en el grave error que supuso la división de España en comunidades autónomas. Esta, que nadie se confunda, es la base de la problemática catalana de hoy, pero no la causa más próxima y directa. No. Para conocer las herramientas que han servido como plataforma de lanzamiento para la generación de un clima político y social insostenible tenemos que hablar, ineludiblemente, de la educación y los medios de comunicación.
Como dijo una vez Nelson Mandela, “La educación es el arma más poderosa que puedes usar para cambiar el mundo”. Pero no concretó más. Para bien o para mal, sirve tanto para construir como para destruir. Y en Cataluña se ha utilizado de forma perniciosa con el único fin de enfrentar a un pueblo entre sí y de sumirlo en una crisis para la cual, de momento, no tiene visos de solución alguna. El considerarse español equivale a ser un enemigo del pensamiento único y va en contra de lo que se espera de unos ciudadanos “esclavos” de una España totalitaria que “nos roba”. El envenenamiento sistemático de generaciones enteras no podría traer otra consecuencia que unos materialicen el odio con violencia y otros lo justifiquen por acción o por omisión. Y, frente a todos ellos, una gran parte de la población catalana -silenciada- que solo quiere vivir en paz y en libertad en una de las regiones más bonitas y con mayor potencial de nuestra Nación.
Pero ¿cómo hemos llegado a esto? Para entender este asunto hay que analizar el sistema electoral español para las elecciones generales. Su mecanismo de circunscripción territorial provincial sobrerrepresenta a los partidos regionalistas -la mayoría de ellos con aspiraciones nacionalistas- y, por ende, siempre han sido necesarios para la gobernabilidad de España. Pues bien, estamos en situación de afirmar que tanto el Partido Popular como el PSOE han accedido de forma sistemática al chantaje político de esta clase de partidos. Desde Aznar (que necesitó de los separatistas de CiU y PNV) hasta Sánchez. Todos han alimentado a la bestia a cambio de un puñado de votos. El poder por el poder. Y un animal salvaje siempre hace honor a su naturaleza. No tiene dueño. Siempre muerde la mano que le da de comer.
Las ideas implantadas en los colegios -donde se persigue la lengua, la cultura y el sentimiento de pertenencia a España- necesitan de un altavoz mediático para anular cualquier oportunidad de visión crítica. El nazionalismo catalán -quitando medios privados al servicio del separatismo- tiene su máximo exponente en TV3. Una parrilla televisiva, pagada con los impuestos de los catalanes y del resto de españoles, destinada prácticamente en su totalidad a extender la supremacía de los oprimidos catalanes frente a los colonizadores españoles. Cualquier partido político que según la Ley tenga derecho a intervenir en dicha televisión, siempre encontrará una caterva de periodistas y contertulios -debidamente subvencionados- dispuestos a convertir los programas de análisis políticos en auténticos aquelarres contra todo lo que huela a España. Y a libertad. Nadie puede disentir cuando se trata de la balcanización de nuestra Patria.
No es casualidad que Vox haya pasado a ser prácticamente el único objetivo del odio separatista. Fue el partido de Santiago Abascal el que impulsó en solitario la acusación popular en el juicio del procés que dio con los huesos de los líderes de la Generalidad de Cataluña en prisión por el golpe del 1-O. Y, además, es el único partido que propugna la recuperación de las competencias de educación para el Estado y la desaparición de las televisiones públicas. Ya hemos hablado de que la educación y los medios son las principales armas de las que se valen los que se alimentan -también económicamente- del odio. Vox ha acertado de pleno en su planteamiento y así se lo están haciendo saber cada vez que realizan un acto electoral en cualquier rincón de Cataluña. Si el nazionalismo catalán -o de cualquier otra región- es derrotado algún día -no me cabe la menor duda de que ese día llegará- será precisamente por lograr que la educación y los medios representen los valores constitucionales que rigen nuestro Estado social y democrático de Derecho.
Hasta hoy, nadie ha sido capaz -más bien no ha querido- de ponerle la mordaza a la bestia. Pero cada vez hay más dispuestos a vencer el miedo de intentarlo. Cataluña, así como el resto de España, bien lo merecen.
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