Más allá de la transexualidad

Tras un atractivo contorno, se dibuja en el espejo el precioso perfil de una belleza de tez pálida, angelical rostro, inocente mirada, y frondosos cabellos. La bella criatura debe tener en torno a los quince años de edad. Parece estar en la flor de la vida. El retrato en el cristal no puede ser más hermoso. Sin embargo, a un escaso metro de distancia, frente a tan bella imagen, un hombre de descuidada envergadura y huérfano de aseo diario,  con una inteligencia inversamente proporcional a los centímetros de su cintura, observa con esquizofrénica auto-complacencia aquel reflejo. La disonancia entre lo que éste morlaco cree que ve de si mismo, y lo que en realidad se proyecta en el espejo reza de una, por mucho que se auto convenza (y le permitan convencerse) de lo contrario, insalvable y enfermiza divergencia.

Cree ser una preciosa joven de quince años. Más aún, merced al rumor de fondo de esa New Age que ha prostituido la psicología moderna, con estupideces del estilo “el universo conspira para que seas lo que decidas ser», ésta corpulencia erguida sobre un amorfo esqueleto, alejado años luz del aspecto fisionómico que una joven adolescente proyecta, se dice así mismo, “he decidido que soy una lozana de quince años… y por tanto, a partir de ahora eso soy, una preciosa adolescente”. Y con tal persuasión de si mismo, este neandertal sonríe frente al espejo convencido ahora de ser una sublime y excelsa fémina en pubertad. Porque así lo ha decidido, y nadie le puede por tanto discutir que, pese a tener el tosco aspecto y atributos de un orco, sienta en realidad ser una jovencita de quince años.

Los anteriores párrafos no pasarían de ser el inicio de una sombría novela de ficción, de no ser porque en nuestro insoportable, lúgubre y fantasmagórico presente, lo gore supera con mucho a la realidad, y la descripción de un hombre que se mira al espejo viendo en su reflejo a una joven adolescente, no se queda ya en el estricto campo de lo carnavalesco o cinematográfico, por no decir psiquiátrico, sino que abre abruptamente sus puertas a una nueva dimensión legislativa en la que, ya sin escollo que lidiar, hasta la fuerza gravitaría podrá ser sometida a votación y enmienda parlamentaria.

Así las cosas, nos están empujando, alevosía, premeditación y gónadas mediante, a un nuevo escenario en el que ser heterosexual y tener meridianamente claro lo que uno tiene y siente entre las piernas, será una abyecta e imperdonable consecuencia de ese heteropatriarcado fascista al que se debe perseguir. Nos encaminamos pues e indefectiblemente, so pretexto de una legislación que expone,  ensalza y exhibe una igualdad que en realidad desprecia, hacia la homosexualización de la sociedad.

Como un proceso indeleble y sin vuelta a atrás, es ésta homosexualización tendente y escorada a la transexualización lo que se nos impone e impondrá. Los hombres y mujeres serán forzados a dejar de sentir lo que a su instinto les llama, cayendo vertiginosamente así en un laberinto de confusión en el que ya desde la infancia (y ésta es una de las cortantes aristas pretendidas ya en el horizonte legislativo), se incubará en los niños la más abyecta duda sobre su identidad. Comportarnos como lo que en realidad somos, hombres y mujeres, se convertirá en objeto del oprobio de unas masas hace ya hace varios lustros anestesiadas y alineadas con el advenimiento de esa religión cuyo mesías es el sexo no binario. Una perversa manipulación de la realidad, prostitución del lenguaje mediante, inoculada  en el imaginario colectivo de un orbe incapaz de ver más allá del instante fisiológico de su presente.

Claro que, no contentos con proyectar todo el esfuerzo posible en fabricar una tóxica y moderna atmósfera en la que la homosexualización sea ya no sólo la conducta habitual, sino además y muy por encima de ello, la nueva forma y filosofía  de vida, nos expulsan con fuerza a un inquisitorial escenario en que todo se trueca en efímero, desdibujado y género trans. Hasta esas universales leyes de la naturaleza, esas que no entienden de encuestas ni de aritmética parlamentaria, serán transgredidas por un neo-lenguaje que como una nueva religión, acabará llevando a sede parlamentaria la ley de la gravitación universal, para decidir que en adelante, los cuerpos celestes ya no pueden orbitar entre si.

Por obvio en el devenir de los acontecimientos, es ya más que evidente que todo ello no es casual, ni responde a esa pretendida  lucha por la igualdad entre homosexuales y heterosexuales,  ya más que superada , sobrevalorada y mega-dimensionada. No, no responde a eso. Es ya innegablemente palmario que éste avieso asedio por el que nuestra sociedad atraviesa, la transexualización hasta del Estado mismo, revela una agenda en la que la relación natural entre un hombre y una mujer, consecuencia de esas fascistas e implacables leyes naturales que hacen que en condiciones normales un hombre sienta atracción por su sexo opuesto y viceversa, debe ser aniquilada.

Y he aquí que con la inmolación de ese binomio hombre-mujer pretenden iniciar un perverso viaje más allá de las gónadas para dinamitar definitivamente la concepción tradicional de la familia, y de la sociedad misma. Van en definitiva, tras el siniestro y maquiavélico objetivo de dar paso a un nuevo tipo de sujeto, inidentificable,  a un nueva sociedad sin identidad propia, e incluso a un Estado-Administración transexual. No es sólo legislar la imposición de la homosexualidad. Es un viaje sin retorno, más allá de las gónadas. Más allá de la transexualidad. Hacia un universo trans.

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