Dolientes «madridales»

Decía el gran Don Manuel Machado en uno de sus poemas más conocidos, “Dolientes Madrigales”:

“Por una de esas raras reflexiones
de la luz, que los físicos
explicarán llenando
de fórmulas un libro…,
Mirándome las manos
-como hacen los enfermos de continuo-,
veo la faceta de un diamante, en una
faceta del diamante de mi anillo,
reflejarse tu cara, mientas piensas
que divago o medito,
o sueño… He descubierto
por azar este medio tan sencillo
de verte y ver tu corazón, que es otro
diamante puro y limpio.
Cuando me muera, déjame
en el dedo este anillo.

Estoy muy mal… Sonrío
porque el desprecio del dolor me asiste,
porque aún miro lo bello en torno mío,
y… por lo triste que es el estar triste.
Pero ya la fontana
del sentimiento mana
tan lenta y silenciosa, que su canto,
sonoro otrora como risa, es llanto.”

Manuel Machado nos dibuja a través de estos versos una historia pasada de amor, pero herida en el largo tiempo de los recuerdos. Pero hoy quisiera ver en ella otros símbolos, el amor a la Democracia que a algunos dio la espalda “por uno de esos raras reflexiones de la luz que los físicos explicarán llenando de fórmulas un libro”. Y tanto que han llenado. Han llenado telediarios, periódicos, revistas, entrevistas… y como físicos mucho me temo que sólo han descubierto la pataleta como respuesta y el insulto hasta los votantes como mísero ejemplo de que, para algunos, cuando el amor no les corresponde, lo desprecian… luego no era amor por la Democracia… ni siquiera por los votantes.

Y son estos votantes los que deberían tomar nota de ello, de los desagravios, de los menosprecios de aquellos que unos días antes endulzaban con lisonjas vanas los oídos de aquellos que exigían debían confiar en ellos porque su disciplina ideológica se lo exigía, porque no se puede ganar 900 euros y votar a aquellos que apuestan porque aquellos que tienen que pagarte cada mes puedan seguir haciéndolo. Porque la culpa de los nuevos despidos, de los eternos ERTEs sin fin, de las catástrofes que han llevado a la ruina a muchas familias, de ser capaces de medir hasta una crisis sanitaria bajo la brújula de una ideología de género desvirtuada en sectaria y carne de subvenciones…

Históricamente ha habido lucha de clases, es cierto, tiene su momento histórico, y de esos choques surgieron diversas versiones de control, autoritarismo y deslegitimación de Derechos y borrado del sentido democrático en estructuras organizadas para forzar desde el poder, y ambas fueron funestas, devastadoras, ciclónicas y destructivas para las sociedades y para el humanismo, tanto los comunismos como los fascismos. Sin embargo el fascismo tuvo un momento determinado, fue un producto más asociado a un supranacionalismo en la mayoría de las ocasiones justificado desde la necesidad de hacer políticas sociales y de corte de izquierdas, y el comunismo, mucho más fundamentado como ideología y como forma de gobierno extrapolable.

En España, en 1936, España no se encontraba en el limbo de una República maravillosa y progresista. Gobernaba una coalición llamada Frente Nacional entre cuyas filas el Partido Socialista y el Partido Comunista no preparaban sino un cambio de régimen a una mal llamada República Comunista al estilo y al auspicio de una Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas sanguinaria dirigida por un Stalin exterminador de cualquier disidente (y hay proebas documentales de ello). Por otra parte había una fuerza militar y política que, a tenor de lo que sucedía en el resto de Europa, defendía un nacionalismo exacerbado pero que, ante todo, protegía los derechos religiosos y la propiedad, así como los derechos democráticos por todos conseguidos hacía años. Estos, que finalmente llevaron a cabo un levantamiento militar con el objeto de dar un golpe de Estado que evitara que el comunismo se instaurara en nuestro país, terminaron por ganar en 1939 una sangrienta guerra e instaurar un régimen dictatorial de corte semifascista y con mucha relación con el social catolicismo y con el nacionalsindicalismo y el anticapitalismo (curioso).

Lo que nos dice la Historia es que en ese 1936 el futuro de España no tenía visos de pasar por un feliz periodo democrático en el tiempo. O ganaba el comunismo de la mano de un PSOE que hoy idealiza aquellos tiempos sin admitir las atrocidades que en su nombre y su  connivencia de un Partido Comunista que también mostró su rostro más sanguinario en muchos momentos, y a todos se nos vienen a la cabeza los asesinatos de miles de inocentes en Paracuellos del Jarama mostró.

El gran triunfo de la Historia de España en el siglo XX no fue la II República, con más sombras que luces, en la que se quieren olvidar situaciones como en la que se vio el Congreso con la negativa de la socialista Victoria Kent de conceder el derecho de voto a las mujeres y el sí apoyo a esta medida de gran parte de los representantes conservadores de la cámara… El gran triunfo de la Historia de España fue la transición pacífica en la que protagonistas de ambos bandos se miraron cara a cara, se asumieron y aceptaron su pasado y se abrazaron por el bien de España, por el futuro democrático de nuestro país.

Sirvan estos párrafos para acabar de una vez con aquellos discursos de buenos y malos, de mejores y peores y de víctimas y victoriosos. El 20 de Noviembre de 1975, con la muerte de Franco, acababa la dictadura y finalizaba ese largo ciclo de semifascismo. Desde esa fecha el fascismo o semifascismo jamás ha sido una opción política porque no cabe en democracia. El Comunismo, sin embargo, sí fue el comunismo. El 9 de abril de 1977 el Partido Comunista de España era legalizado y entraba a formar parte de los partidos democráticos de la nueva era política de nuestro país. Ese gran encuentro de influencias políticas, y con la participación de miembros de todas las ideologías de los partidos existentes en el país fueron los padres de la Constitución Española, votada a favor por una inmensa mayoría de los españoles (como dato curioso el mayor apoyo por regiones vino desde Cataluña) y entró en vigor el 29 de diciembre de 1978.

30 años después resurgen al amor de la recuperación de una memoria parcial de la Historia promovida y motivada desde sectores de la izquierda en el poder de este país, los recelos y el odio olvidado, la sensación de que la Historia no fue justa como si alguna guerra lo fuera, la visión parcial de que en 1936 sólo había un enemigo de la presunta democracia que desgobernaba el país a palos, asesinatos selectivos y no tanto, matanzas religiosas y hasta declaraciones de independencia cuyos autores el Gobierno republicano no tardó en mandar a la cárcel.

La llegada al poder del Gobierno de coalición del partido que mejor supo despertar el odio y dibujar una España de buenos y malos (PODEMOS),  de víctimas no resarcidas y de ganadores idolatrados, el partido que trató de desdibujar una transición que proporcionó las mejores épocas de la Historia de nuestro país en evolución en derechos, en prestaciones y en bienestar, en estado del bienestar, logró redirigir toda frustración social a la culpa de aquellos que no han sido sino los artífices del milagro español. Muchas cosas eran y son mejorables, y para ello está la Democracia y las instituciones públicas, pero nunca jamás un cambio de régimen como el que ellos anhelan y que sólo han llevado dolor y hambre, cuando no muerte y dictaduras a aquellos lugares donde se ha intentado implantar.

Los resultados de las elecciones de Madrid no son sino un giro más de vuelta en un proceso de reconocimiento de que no es ninguna ideología la que proporciona aquellas aspiraciones que anhelamos, que las familias no comen de palos en las calles ni de ver cómo se roban prendas tras escaparates rotos. Que la verdadera revolución en Democracia es la de poder elegir libremente el voto para quién consideramos que es la mejor elección para el futuro de todos, porque sólo si el futuro es bueno para todos será un buen futuro para los ciudadanos de Madrid.

Y tengo que reconocer, ya lo sabéis los que me habéis leído, que siento una enorme consternación por la no entrada de Ciudadanos en la Asamblea de Madrid. Un partido que no sólo ha sido corresponsable de los grandes triunfos de la pasada legislatura, sino artífice, a través de la dirección de consejerías como Economía o Cultura de los logros más destacados ya apreciables.

Esto me lleva a una serie de peros en estas elecciones democráticas. Por un lado considero que no ha ganado el Partido Popular sino Isabel Ayuso, que no es una presidenta, ni una política de su partido, sino un producto creado y diseñado, casi de laboratorio, para convertirse en líder indiscutible con aciertos tan destacables como haber sabido enfrentarse a la izquierda combatiente con muchas verdades como puños ganando en ese discurso de que ya no valen tanto las mentiras de los que prometen y no cumplen, como están demostrando en el Gobierno. Ayuso, además, ha sabido absorber ese espacio de centro de Ciudadanos “usurpando” sus logros pero también encandilando con parte de su discurso. Era la ocasión para absorberlos y como estrategia política chapó.

Ciudadanos, por su parte, hizo una magnífica campaña, pero no superior a la contracampaña llevada a cabo desde derechas e izquierdas con el objetivo de hacerse con ese espacio y, especialmente, sus votos. Era fácil en un momento de bipolarización como la que vivimos.

Edmundo Bal, el candidato mejor preparado y con un currículo más impecable, se mostró sereno, sincero, cercano y fue el único que en campaña no mostró ninguna altivez. Siento decir que siendo tan magnífico representante no fue bien aconsejado en el ritmo de sus magníficos discursos y era una figura que los ciudadanos relacionaban directamente con la crisis de Murcia, el gran lastre del que no supo desprenderse la formación. Y no lo hizo porque el orgullo y el ombliguismo, quizás, provocó querer justificar lo que a la vista de la inmensa mayoría ya no tenía justificación, y no ya en los hechos, sino en las formas. Quizás una candidata más combativa, más directa y alejada de todo ese ruido como Contestí hubiese despertado más el interés y hubiese sido capaz de transmitir con mayor rapidez y eficacia las ideas del proyecto consiguiendo ilusionar.

Los madrileños tienen dos años para poder analizar la diferencias que hay entre un Gobierno formado sólo por miembros del PP y otro condicionado por las políticas de progreso y eficacia de un partido de centro como es Ciudadanos.

Por su parte Ciudadanos tiene esos dos años para poder recomponerse del golpe, de recapacitar con sinceridad introspectiva los errores cometidos más allá de los aciertos, que no fueron suficientes como para llegar al 5 por ciento, y asumir la necesidad de establecer los cambios necesarios como para que los votantes entiendan lo ocurrido y descubran un proyecto que vuelva a ilusionarles. No seré yo, al menos por el momento, el que diga al menos algunos pasos que sí serían imprescindibles para conseguirlo porque entiendo que pueden ser muy obvios. Eso sí, no me guardo en la mochila de la conciencia decir que la celebración de un Congreso abierto, con grandes e importantes planteamientos, hasta de liderazgo, sería algo mucho más necesario de lo imaginable, más aún ante la necesidad de exponer y exportar de forma pública desde el verdadero análisis de lo ocurrido, la corrección de los errores, y los nuevos elementos que enciendan el fuego del Ave Fénix para que vuelva a resurgir mostrando lo necesario que es un verdadero centro político en España, el que nunca tendrá como referente ninguno de los bandos de una historia pasada y que ninguno de los españoles de bien queremos ni deseamos revivir.

Manuel Machado escribió “Dolientes Madrigales” en 1921.

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