El mito liberal de los que huyen del socialismo

Hubo situaciones llevadas a los ciudadanos a través de procesos de comunicación, generalmente visual o audiovisual, que hace unos años afectaban enormemente a las audiencias o lectores y que hoy en día, por la continuidad del mensaje y por el conocimiento de la realidad en el tiempo sin que ésta se solucione, que pasa al estado de la normalidad o la continuidad, de la existencia.

Recuerdo de pequeño cómo a las personas se les saltaban las lágrimas cuando veían esas imágenes de pequeños y escuálidos niños africanos, habitualmente con los vientres hinchados, y que se encontraban, según se intuía y te contaban, al borde de la muerte por inanición. Yo solía preguntarme qué hacía ese fotógrafo disparando con su cámara y no dándole la mitad de su alimento para que ese niño no estuviera en esas condiciones.

Estos días hemos visto en Ceuta cómo miles de personas se echaban al agua para salvar la frontera entre Marruecos y España para conseguir llegar a nuestro país. Dos imágenes son las que mayor calado han podido tener. Por un lado la de una chica de Cruz Roja abrazando a un hombre que lloraba en sus brazos. Por otro, la de uno de los tantos héroes españoles que ayudaban para salvar las vidas puestas en riesgo de esas personas, entre ellas la de un bebé, uno entre otros tantos que fueron rescatados.

Los medios de comunicación se han llenado de comentarios; las redes sociales, para variar, se han llenado de defensores y detractores del hecho de infringir las leyes y normas de Derecho Internacional, unos basándose en una interpretación personal y desvariada de los Derechos Humanos y otros en una cerrazón absoluta a estimar cualquier otra idea que no sea la del socorro internacional y, precisamente, ese Derecho Internacional que avala el cuidado y protección de los menores de edad.

España falló en sus fronteras una vez más y Marruecos usó y utilizó a los migrantes y a sus propios menores de edad como arma arrojadiza, como chantaje ante una acción, la atención hospitalaria del líder del Frente Polisario en nuestro país, que no tuvo la gestión diplomática necesaria y obligada ante las autoridades marroquís para evitar la tensión sufrida en nuestras fronteras y las malas formas de actuar de nuestro vecino pueblo marroquí en el nombre de su rey Mohamed VI.

Pero me asusta, me da miedo, me horroriza ver cómo prácticamente nadie se aterra al ver cómo una madre es capaz de poner a su hijo en un riesgo mucho más alto que el que pueda depararle seguir viviendo en Marruecos. Me angustia ver cómo se analizan las lágrimas de un sueño basado en mentiras y engaños, en retos sin destino fijo, sin más ambición que conseguir todas las ambiciones que constituyen vivir en cualquier condición en el lugar que te han mitificado.

La soberanía de los pueblos, nos guste más o menos, es una garantía en Derecho Internacional que avala que el futuro de los países está en manos de su pueblo, de sus ciudadanos, del devenir de sus acciones y decisiones. A muchos de los que hablan de la situación de sometimiento al primer mundo de muchos países se les olvida mencionar que la mayoría de los países más sacudidos por la miseria en África son países víctimas de regímenes socialistas y comunistas. ¿Les sorprende? Pues investiguen, porque es absolutamente cierto. Consulten qué pasó en Etiopía, de dónde procedían las mayoría de imágenes que niños raquíticos que nos hacían llorar hace treinta años. Consulten qué pasó con el asesinato de más de 50.000 personas en ese país. Consulten, investiguen, conozcan.

No todo lo que ocurre en África es culpa de los países industrializados. Hay auténticos regímenes internos que sacan su riqueza de ese tipo de relaciones comerciales y de oprimir a su propio pueblo. La solución de África pasa en primer lugar por la propia África. Los seres humanos que han nacido en África merecen unos gobiernos mejores, merecen poner en valor sus recursos, merecen tener opciones, las opciones que sueñan con tener al cruzar esa frontera de Melilla. Y merecen tener garantizados sus derechos asumiendo, asimismo, sus obligaciones.

Muchos de estos países no son democráticos, la inmensa mayoría. Pero tampoco firmaron la Declaración de Derechos Humanos, como tampoco lo hicieron la mayoría de países islámicos. El mundo de los Derechos Humanos es el mundo de las democracias y de las Constituciones, es el mundo del progreso alejado de dictaduras de todo tipo. Y por dictaduras debemos entender las personalistas y las ideológicas. El gran valor que impone el liberalismo es precisamente la posibilidad de desprender al ser humano de aquellas ataduras que lo convierten en esclavo de cualquier idea y dueño de sí mismo, de su vida y de sus decisiones. Ni los absolutismos, ni el socialismo, ni el comunismo, ni los fascismos, ningún sistema ha otorgado mayor grado de libertad y progreso que el liberalismo.

Yo he estado en África en varias ocasiones, he conocido a muchas personas, y he estudiado muchas situaciones y les diré algo que es la respuesta a esas dos imágenes que hemos podido ver estos días y que han afectado tanto. En primer lugar en África, más allá de las situaciones de inseguridad y de falta de lo más elemental, muchas personas se levantan cada día sabiendo y siendo muy conscientes que no es una nueva oportunidad para vivir sino para no morir o para sobrevivir. Pero esto tiene un doble filo. Las personas que viven en ese estado no tienen el mismo valor a su propia vida y a la propia vida que los que vivimos en nuestro entorno. Y, como consecuencia de ello, encontraremos a personas que necesiten ese abrazo como encontrarás otros que, una vez lleguen a nuestro país, sigan viendo un mundo hostil en el que sobrevivir y que, para conseguirlo, no sabrán distinguir ni apreciar los límites de lo correcto. Tampoco los voy a culpar de ello… pero si veo a un héroe español salvando la vida de un bebé en medio del Mediterráneo os aseguro que sentiré antes el rechazo hacia su madre y su padre que el sentimiento de culpa de que eso ocurra por nada que tenga que ver con nuestras acciones o asunción de responsabilidades.

Y la última cuestión que me gustaría poner sobre la mesa, más allá del sistema de Gobierno y del poder de Mohamed VI, es si Marruecos es un país que oprime a su pueblo, lo persigue o les provoca hambrunas. Yo, que he estado allí, saco la conclusión de que la respuesta no está en Marruecos, sino en el mito creado en África dónde la meta está en Europa, y no en Marruecos, ni en Arabia Saudí, ni en Egipto, ni en Argel, ni en ningún otro país. La meta está en Europa como la de los cubanos no está en otros países latinos sino en Estados Unidos. Yo estoy convencido que son las consecuencias de un liberalismo no globalizado mientras otros insisten en un socialismo o comunismo que esclaviza y ha provocado tanta muerte y dolor en el mundo a lo largo de la Historia.

Para terminar, sólo quiero recordarles que la protección de los menores es una consecuencia más del liberalismo y de la exposición legal de los Derechos Humanos, nos guste o no. Y sí, ya sé que todo es mucho más complejo. Pero lo es mucho más que lo que estoy leyendo estos días en redes sociales y en algunos medios de comunicación, por no hablar del Gobierno.

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