Mujercitas

Parece que estaba diagnosticada como “hiperactiva”, tratada con medicación y tutelada en un centro de menores. Se habla de carencias afectivas y de comportamiento rebelde. Ahora es libre, mayor de edad y ha sido madre. Estuvo perdida en el sistema, abandonada por todos y en las garras de un desaprensivo depredador. Se había ganado su confianza, jugando el papel de padre putativo. Era, por supuesto, mucho mayor que ella y responsable de la institución. Se colaba en su habitación para tranquilizarla, para masajear su cuello casi núbil, liberándola de tensiones, hasta que una noche… Es un crimen repugnante, brutal, definitivo. Deja una huella perenne en quienes lo padecen. Aquí hay agravantes, si cabe un daño mayor: la muchachita se creía predilecta, aliviada por los cuidados inocentes de su tutor.


Al principio calló, como sucede siempre en estos casos. El hombre lobo estaba relacionado al más alto nivel y ella lo sabía. Pero un día se lo contó todo a una amiga. Dos policías alertaron del caso, presentándose en el centro, casi de modo fortuito. Nadie creyó (ni quiso creer) a la demandante. Se creó un cinturón hostil, de silencio, de abuso de poder. El día que llegó a declarar, después de un viacrucis, iba esposada con la excusa de que “podía escapar”. Como para no hacerlo… Fue una jueza compasiva quien preguntó el porqué de las esposas. Dio orden inmediata de retirarlas. El abusador era (¡Santa María madre de Dios!) nada más y nada menos que el marido de la Vicepresidente de la Generalidad Valenciana.


Desde el minuto uno el aparato cerró filas para tapar el escándalo. Cuando se produjeron los hechos, Mónica Oltra vivía con Luis Ramírez Icardi. Habían adoptado dos niños en común. Ahora están divorciados. Él fue juzgado y condenado a cinco años de prisión, es cierto. El caso apenas trascendió a la opinión pública. Hay formas de rezagar noticias, de silenciarlas, de hacerlas desaparecer de las búsquedas. En ciertos medios estaban muy entretenidos con Franco, con la emergencia climática, qué sé yo. Una periodista había seguido el caso y recogió el testigo. Puso su empeño en que todos los implicados pagaran ante los tribunales. Finalmente Oltra ha sido imputada y dos veces. Se la acusa de prevaricación, abandono de menores y omisión del deber de perseguir delitos.


Era una joven nacionalista en los tiempos de Camps y Rita Barberá. Exhibía camisetas acusatorias, se disfrazaba, montaba pollos. Defendía la dimisión inmediata de un cargo público, en cuanto hubiera una imputación. Hoy una bilis amarga amenaza su carrera política y sus cinco mil euros mensuales. Paco Camps salió absuelto nueve veces y Rita murió libre de todo cargo. Un clamor exige la dimisión de Mónica Oltra, que enseña su peor cara: empieza llorando, baila su desdicha y acaba disparando contra Isabel D. Ayuso. Chimo Puig, su socio del PSOE, permanece aletargado como un zombi.


Irene Montero, la que llamó a Tele 5 para solidarizarse con Rocío Carrasco, calla. Ana Pardo de Vera alega que “no era Oltra la que entraba en la habitación”. La Sexta ha publicado un párrafo del último código ético de COMPROMÍS: por lo visto, sería coherente con la permanencia de la Vicepresidente en el cargo. Rosa Díez, Álvarez de Toledo y Lucía Etxebarría se están mojando hasta el cuello, ¡bien por ellas! Colau, Belarra, Yolanda… ¡todas guardan silencio! Baldoví se ha dejado la decencia en una caja fuerte y apoya a su amigacha de partido. Joan Ribó, el alcalde guay que iba al trabajo en bicicleta, también.


Mónica Oltra tuvo la inmensa desgracia de casarse con un cerdo. Si se hubiera ido, cuando se descubrieron unos hechos que acabarían por arrollarla, hoy podríamos respetarla y hasta compadecerla. Sin embargo, prefirió sepultar la basura, enarbolando la batuta de su poder, maltratando doblemente a la víctima de abuso sexual que debía proteger. Con la Vicepresidente podrían caer otras trece personas. Joan Baldoví declara que “si la tocan a ella, nos tocan a todos”. Pues sí, de tocamientos va este sórdido asunto. Eligen el encubrimiento para salvar al grupo en una provocación pública y festiva. Se creen impunes hasta la náusea. Existe un precedente, de los tiempos de Felipe González. El ministro Barrionuevo y Vera entraban en prisión. El propio presidente del gobierno y cientos de militantes acompañaron a los acusados hasta la misma puerta de la cárcel. ¡Qué poco hemos cambiado!


Camps dimitió, Soria dimitió, Cifuentes dimitió. Imaginemos por un momento que estuviéramos hablando del marido de una alto cargo del PP. Llamazares, Papell, Maestre prefieren culpar a “la ultraderecha” y al «fascismo». El País saca una portada distractora sobre pederastia en el seno de la Iglesia. El tiempo juzgará a todo aquel que elige y eligió ser cómplice. Juzgará a cargos políticos, periodistas, votantes ciegos o indiferentes. Pensemos en una cría de catorce años, abusada, maltratada, llevada de aquí para allá. Podría ser su hija, su sobrina, su nieta. Ahora miremos a la cara a Chimo Puig, al bueno de Baldoví, a Ribó. Miremos a Colau, a Pardo de Vera, a Yolanda Díaz. Miremos a Irene Montero, a Ione Belarra, a la propia Oltra. Preguntémonos qué bula tiene la izquierda.

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1 Comment

  1. Es increíble! Es que no lo puedo entender. ¿Qué gente es esta que no condena algo tan terrible? Ya sé, ya sé que de momento no está condenada; pero es lo que dice la autora del artículo: Mónica Oltra predicaba la dimisión en casos muchísimos menos graves y sin estar condenados. ¡Encima lo festeja! ¿En dónde están las feministas, las que defiende a las mujeres siempre? No me salen ni las palabras de la indignación que me produce este caso.

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