Positivismo, idealismo y quimera

Anoche retomamos las tertulias vespertinas como año tras año con amigos, por vecindad en nuestra zona de veraneo y lo más importante, porque nos une un gran respeto, amistad y cariño.

Nuestra evolución en el físico –la menos importante para mí- en nuestras ilusiones, en los sentimientos que afloran en cuanto nos tomamos la copa van acompasados a acontecimientos de los que de alguna forma hemos sido testigos y partícipes comunes ,desde los potitos –alimentos infantiles aclaro por los lectores jóvenes –las modas, los conflictos de pareja, las vicisitudes de los hijos, nuestras relaciones con los mismos ,sus divorcios ,sus éxitos en el trabajo , sus pérdidas de los ídem… todo ha cabido y encontrado acomodo en nuestras tertulias y en nuestro interior a fuer de desahogos. ¡Ah! Si volviera para atrás se lamenta alguno, con lo que ahora he aprendido y yo digo para mí… ¿habrías hecho lo mismo?

Anoche me recogí con la percepción de que nuestros desconciertos, se basan fundamentalmente, en que la única manera que hemos tenido de vivir alejados de la permanente frustración es la relativización de nuestros pilares fundamentales. Voy a profundizar algo más a fin de no quedarme en la generalización. Todo es aceptado, porque si afirmo lo contrario podría quedarme en aislamiento social y el confinamiento nos ha enseñado lo cruel de la situación y tememos, nos da pánico el regreso a la soledad.

Morderse la lengua, echar mano del humor, verlo de lejos …o la socorrida frase de verlo todo con altitud de miras, son nuestros recursos más inmediatos.Pero seguimos teniendo el arma más poderosa, en la que yo suelo esmerarme en utilizar positivamente, la palabra.Tenemos la enorme fortuna de disponer de un vocablo para describir la medida del sentimiento que estamos viviendo en cada situación. Un abanico riquísimo del que nace la bendición para ser comprendido, para no ser pisado, para demostrar la medida de nuestro afecto, no existe mejor herramienta de convivencia que la palabra bien catalogada y administrada. Este argumento recibe la pronta contestación etiquetada de que soy idealista. No lo tomo a mal, al fin y a la postre subyace un deseo de entendimiento común, de buena convivencia.

Me empaña la consecución de mi ideal objetivo, el hecho de la estupidez supina de algunos. Podría personalizarla porque oír a Irene Montero, vicepresidenta tercera de Gobierno, sus absurdas y peligrosas peroratas, barbarismos, nocivos a la lengua castellana y al pensamiento correcto, ya me da pie, aunque sus razo-frustaciones tendrá la moza. Lo realmente preocupante es como caen incautamente y a conciencia los temerosos de que se les excluya de la pomada. El antídoto está ahí, es para todos y se llama lectura, libros, ensayos, artículos de opinión, poemas… Formemos una coraza para que no se nos llame “ELLES”.

Volví a recoger una nueva etiqueta, ahora al parecer de algunos, me muevo en la quimera, por creer en algo que no parece que pueda ocurrir. Los vientos van soplando en contra, pero me puede el optimismo y confío en que ese mismo viento arrastre el gas venenoso que nos está intoxicando. Cada uno desde su pequeña atalaya, pongamos nuestro empeño.

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