Aspirar a la motricidad política

Los extremos nunca son sanos ni tampoco los excesos, así como un niño durante su desarrollo requiere de un aprendizaje y llevar a la práctica sus movimientos corporales para evitar torpezas que lo expongan a accidentes, los entes sociales que generan resultados en su conjunto, no estamos exentos de esta misma situación. Los dos hemisferios cerebrales tienen su función y si no se equilibran nos lleva la disrupción, momento susceptible que más de uno puede aprovechar, así como sociedad podemos aprovechar a reestructurarnos, tomando decisiones que nos lleven a soluciones y no a la locura, mediante una ¨terapia biaural social¨ en la cual se ponen en funcionamiento los dos hemisferios a la vez con “sonidos” sincronizados.

La pregunta es, ¿Cómo lo hacemos? El primer paso es deconstruir y cuestionar la idea inicial, ¿Quién nos avala que tomando decisiones y moviéndonos en el tablero de izquierdas y derechas es lo más conveniente? ¿Quién? Nosotros solo nacimos en este tablero y, por ende, intentamos adaptarnos a las piezas más cercanas por la necesidad natural de ser aceptados. Vemos en este ajedrez al Rey como quien todo lo puede, sin notar que es una pieza más del mismo juego, no pensamos en cambiar ese tablero.

A través de la historia, se mezclan y elaboran combinaciones y permutaciones de términos achacando ideologías políticas a estratos sociales y a los estratos sociales ideologías religiosas. Así van encapsulando personas en los dos bandos necesarios para que los individuos tengamos claro según las ideas de ellos; contra quien ir y en qué posición nos encontramos. Estos son constructos mentales ya que si en el opositor encontrásemos una característica suelta en común que nos uniera, jamás lo atacaríamos. Un discurso divisorio y clasista, dice así; “los opositores (en este caso los conservadores) aborrecen a los pobres ya que son: clasistas, racistas e hipócritas”. Sin vergüenza alguna y bajo la bandera de defensor, arremete contra una parte de la población generalizando, al parecer un caso como el que cita el periodista Jonathan Turrientes cuando asegura que el mediocre se abandera en el conflicto puesto que, su talento no llega a ser infinito.

¿Qué es lo que realmente se está comunicando con ese discurso? Número uno, marca diferencias económicas (aspecto divisorio mediante las clases sociales) en donde quedó la inclusividad?. Número dos, incluye en la clase social, el aspecto ideológico de conservadurismo. Encapsula el aspecto ideológico con condición económica, recordemos que el conservadurismo engloba el aspecto moral. Número tres, etiqueta. Y el número cuatro, si hablamos de odio, deja de lado la realidad de que el odio existe entre las personas de las mismas condiciones económicas: pobres contra pobres, pobres que no odian a nadie, clase medieros odiando a clase medieros, pobres odiando a ricos, ricos infelices y ricos que no odian a nadie, etcétera, etcétera. Nunca se debe generalizar.

El odio se da entre los mismos miembros de los mismos estratos sociales, también en sus múltiples combinaciones, multilaterales (su palabrita de moda) y transversales. Y la realidad más sencilla en donde se puede encontrar el origen al intento de división, es la de que el propio individuo intenta dividir o se acaba encontrando dividido en sí mismo, propiciándose en sí mismo un auto-odio. Esto siempre se va a proyectar de alguna manera.

La ciencia ha estudiado como funcionamos neurológicamente; el comportamiento humano organizacional y social, por ende, el tema de “resolución de conflictos” mismo que he tenido la fortuna de impartir en cátedra, y tal conocimiento afirma que, es necesario observar e integrar hasta cierto punto las visiones de los opuestos, dado que, los individuos que enfrentan la circunstancia (desde conflictos internos a externos) poseen intrínsecamente de los dos elementos.

A través del tiempo, los seres humanos hemos aprendido a tomar partido, porque así se transfiere la idea a lo largo de generaciones, pero ¿por qué mejor no tomar unido? Eso es mejor que fijar una sola postura extrapolada, tal cual jugador de futbol. Y desmontar además los argumentos anacrónicos inoperantes, mezclados con tintes de chantaje.

Por un lado, la derecha considera que el estado no debe intervenir en las decisiones económicas, que tiene la capacidad auto reguladora, “lazes faire” o lo que es lo mismo, “la mano invisible”. Por el otro, la izquierda considera que el Estado debe tomar el control para compensar las desigualdades y redistribuir las riquezas. En lo personal considero que no nos encontramos en un momento de holgura económica ni nada parecido, como para arriesgarnos a que el mercado se regule orgánicamente. Para que eso funcionase de modo efectivo, necesitaríamos poseer como mínimo la conciencia del consumo, y por lo visto distamos mucho todavía de esa condición. Asimismo, tampoco será conveniente que el Estado tome mayor control ya que con ello, somos propensos a los abusos, el totalitarismo y al sometimiento con personas pretenciosas a cargo.

De inicio es necesario establecer normas acordes a las situaciones y necesidades muy particulares que nuestro país atraviesa, combinando las de derecha y las de izquierda. En sí, no se trata de una actitud tibia sino de actitudes concretas, firmes y definidas para diversos tipos de problemas. Imposible que todos requieran el mismo tratamiento. Los sistemas flexibles difícilmente colapsan con el menor golpe, pues son carentes de fragilidad. De lo contrario, a los depredadores políticos se les facilita construir idiosincrasias al gusto. Eso ha venido ocurriendo y así continúa, siendo objetivos, los cambios de color o de concepto partidista carecen de relación alguna con nuestro nivel de susceptibilidad social, nada de esto nos va a mantener más o menos a salvo.

En México, por ejemplo, podemos presenciar como surgen repentinamente movimientos que se hacen llamar centroizquierdas, centro- derechas, se dice por otro lado, que en este momento todos los sistemas liberales son democráticos. Sin embargo, al final se terminan inclinando de modo fijo más como apoyo a uno de los dos bandos. La tentación por el poder de estos los lleva a generar divisiones entre ellos, como bien cita el columnista Alfonso Aznar, “el sistema debe ser diseñado contra ataques”. La imparcialidad en el diseño es el primer requisito, el segundo para que funcione, debe ser corroborar la honestidad y capacidad de quienes lo operen. Al parecer algo difícil pero no imposible.

En este camino de readaptación y aprendizaje individual, estamos generando cambios a pasos agigantados a nivel colectivo, con duras pruebas y con embates. El proceso no es fácil. Aquí la única diferencia (no por ello confortativa) entre unos y otros, obviando las económicas e ideológicas, es que unos somos conscientes y otros aún no, y es importante estar al tanto de que el depredador no se aproveche de ese proceso.

Lo ideal es que el mercado se autoregule sin intervención alguna del Estado. La única intervención beneficiosa es la de la propia conciencia colectiva en el consumo. Es lo único que nos puede defender de quienes meten mano negra. Por lo pronto, está claro que la ficción disgregadora contribuye a una oligarquía invisible que se esconde tras máscaras: de distintos colores y con un arma muy poderosa: “el desconocimiento de las masas” en donde fácilmente nos inducen al autoritarismo bajo conceptos verborréicos como la inclusividad serían ideal que se llevarán a la acción bajo un sistema de valores humanos, revisando estos las consecuencias también a mediano y largo plazo. Todo esto para así obtener momentáneamente simpatías, algo que, finalmente tendrá un costo muy alto que nos dejará en déficit y no solo en lo económico, sino que también en lo moral. Es como solo dedicarse a gastar sin invertir.

Son contraproducente las decisiones que no apoyen la auto-sustentabilidad social en donde el ciudadano se apoye momentáneamente para utilizar sus propios recursos y capacidades con el fin de crecer independiente. La dependencia es enfermiza, y los líderes que la propicien son asesinos dolosos. Es preciso sostener la mirada mientras proponen y aspiran a mover los hilos de los aspectos más privados de nuestras vidas.

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