¿Cuándo se jodió el Perú?

Esta pregunta, hecha por un personaje de una novela de Vargas Llosa, se responde señalando a los que jodieron a toda la América Española y no sólo al Perú, a los Malditos Libertadores (tomo esta denominación del libro de Augusto Zamora que lleva ese título) Con lo cual no es preciso ya decir cuándo sucedió: en los años de la Independencia, cuando, por desmembramiento de la unidad anterior española, nacieron las actuales naciones. Oponer a los españoles de hace 500 años y a los de hace 200, que causaron la catástrofe americana, no es más que tratar de continuar la leyenda negra, promovida con tanta eficacia por Inglaterra.

Los llamados libertadores desarticularon un imperio civilizador sólo para caer en las garras de uno depredador, uno de esos imperios europeos del siglo XIX cuya estructura y funcionamiento explica Hanna Arendt en Orígenes del totalitarismo. Sucedió cuando España había perdido su flota y había sido arrasada por las tropas de Napoleón, quedando Inglaterra como dueña absoluta de los mares y con acceso libre a los inmensos territorios de los Virreinatos americanos. Los llamados libertadores se encargaron de abrirle las puertas de par en par. Inglaterra los apoyó en su lucha por el poder, mientras que ellos, en nombre de las oligarquías americanas, aceptaron que Inglaterra saqueara las naciones recién constituidas.

Bolívar, por ejemplo, se dio perfecta cuenta de que Inglaterra no deseaba que España mantuviera posesiones como Perú y que prefería que fuera independiente con un gobierno débil, como le hizo saber a Sucre en 1823. Inglaterra perseguía lo mismo que cuando el Duque de Wellington, vencedor en la batalla de los Arapiles, se dedicó también a destruir instalaciones industriales en España, lo mismo que hacía el ejército de Napoleón. En eso estaban de acuerdo los dos enemigos. Bolívar, pues, no quiso un país libre, dueño de sí, fuerte y soberano, sino una colonia de nuevo cuño, una de las colonias que el imperialismo de varias naciones europeas del siglo XIX fijó por todo el planeta.

El nuevo imperio se distinguía del anterior en que no deseaba asimilar a los habitantes de los nuevos territorios mediante leyes y organismos iguales a los propios, sino controlar los mercados y las materias primas. Esta colonización es más difícil de detectar, pero es casi imposible liberarse de ella, porque forma parte del tejido de la población y, sobre todo, sustenta el poder de sus oligarquías y produce estados fallidos o casi fallidos. En conclusión, nadie liberó a nadie de nada, porque no hubo independencia, sino una dependencia más férrea y obscena.

Un solo dato, entre mil que podrían traerse a colación, puede dar idea del resultado actual de aquel proceso que comenzó hace doscientos años: según dijo la ONU el año 2018, la emigración de Iberoamérica fue de 37 millones de personas, en tanto que la de África fue de 34, siendo la población africana de 1.260 millones y la de Hispanoamérica de 620.

Pero ellos se seguirán refugiando en la leyenda negra para explicar su infortunio.

El personaje de la novela de Vargas Llosa respondió: “¿Todavía lo preguntas, imbécil? El Perú es el país que se jode cada día”.

¡Informado al minuto!

¡Síguenos en nuestro canal de Telegram para estar al tanto de todos nuestros contenidos!

https://t.me/MinutoCrucial

Be the first to comment

Leave a Reply

Tu dirección de correo no será publicada.


*