La culpa fue del calamar

Hace unas semanas que la plataforma de streaming Netflix estrenó una producción coreana llamada «El juego del calamar». La serie, te cuenta la historia de varias personas en estado de desesperación por deudas económicas, a las cuales les ofrecen participar en un extraño juego clandestino a cambio de un estratosférico premio metálico. A pesar de la rareza de la proposición, muchos aceptan la invitación creyendo que será la solución a todos sus problemas.

Tan solo hay tres reglas; el jugador no puede dejar de jugar, el jugador que se niegue a jugar será eliminado y los juegos terminarán si lo deciden la mayoría. Cuatrocientas cincuenta y seis personas se presentan sin conocer realmente a lo que van a enfrentarse. Y desde el primer juego llamado «Luz roja, luz verde», se desata el horror de una manera frenética masacrando a más de la mitad de los jugadores revelando así la brutalidad escondida tras el misterioso comienzo. A lo largo de la serie vamos viendo la evolución de los personajes y las fuerzas que los motivan a seguir adelante, además de revelar con pequeños detalles sus personalidades verdaderas, puesto que no hay nada que logre sacar las miserias humanas de forma tan eficiente como el traspasar un límite y llevarle al abismo de lo insoportable.

La serie en si tiene una critica social brutal y además al capitalismo más empoderado. Nos hace pensar en lo que habrá escondido por ahí y no sabemos. Tenemos bastante claro lo que las personas, seguramente no todas pero sí la mayoría, seríamos capaces de hacer por sobrevivir. Incluso se adentra en profundidad en el poder del dinero y la increíble maestría que porta el conseguir que participen los concursantes sin obligaciones de ningún tipo (la obligación ya la traen ellos desde casa). Añadiendo al pack el morbo que mueve a los VIP a esas situaciones tan crueles de las que se mofan sin escrúpulo alguno.

En cierta manera, me recuerda a aquellos tiempos en los circos romanos, veinte siglos atrás, en los que los ricos proporcionaban a la plebe el morbo que ansiaban para poder así distraer las miras de sus propios abusos en impuestos. A lo que por supuesto, surtía el efecto esperado, ya que la gente se entregaba totalmente al contemplar semejante espectáculo de desesperación humana. Son muchas las ocasiones en las que me avergüenzo de mi propia especie, porque a pesar de tener el raciocinio mundial sobre cualquier otro ser en la tierra, muy lejos de avanzar y aprender de la historia, nuestro instinto sigue siendo vil y despiadado incluso con nuestros semejantes. Si no nos respetamos a nosotros mismos; ¿cómo vamos a esperar que se respete la vida en general? Aún con esa visión tan negruzca, demos gracias de que no todas las personas son iguales y conservemos la esperanza de que algún día este sin sentido cambie para bien y nos detengamos en ese arte tan antiguo de tropezar con la misma piedra.

De cualquier manera, la polémica se desató con esta serie, cuyo visionado no está indicado para menores de dieciséis años. Sin embargo, por una extraña razón que desconozco, en los colegios se comenzó a hablar de ella, incluso entre los estudiantes de edades muy tempranas. Es cierto y verdadero, que la producción de Netflix, basa sus juegos en los infantiles que muchos hemos jugado. ¿No obstante, es este suficiente motivo para dejar que nuestros hijos (aquellos que no han alcanzado la edad recomendada) la vean sin antes haber pasado una supervisión adulta? He llegado a escuchar justificaciones de todo tipo (sí, las llamo justificaciones): «la han visto bajo mi control, así aprenden lo que es el mundo mediante mis explicaciones». Lo lamento mucho, pero lo dudo.

Las mentes de nuestros hijos son esponjas que absorben e imitan lo que hacemos o les enseñamos, además de muy influenciables y se encuentran bajo la presión social de descubrir qué es el mundo. Lo que tienen alrededor todavía les es desconocido y las acciones egoístas humanas las deberían ir aprendiendo sobre una buena base sólida, no empezando la casa por el tejado. Si ni tan siquiera entienden el verdadero beneficio que les aportará el estudiar a largo plazo, ¿cómo esperamos que comprendan que todo vale por dinero, inclusive matar y traicionar? ¿ Realmente podemos asegurar que incluso con una madura explicación de la extrema violencia que porta esa serie, ellos van a llegar a entenderlo? ¿Es una enseñanza conveniente el adelantar los acontecimientos? (Y no, no me refiero a sobreprotegerlos como ha estado ocurriendo en las dos últimas décadas). En mi opinión, no considero que sea un visionado apto para nuestros menores por ningún lado, más bien pienso que el mundo se está llenando de incongruencias que cada vez llego a comprender menos; permitiéndolo todo, criticándolo todo, cojuntado con un bonito «tapando y excusándolo todo».

Estamos perdiendo ciertas viejas costumbres muy buenas a una rapidez apabullante, confundidas por la excesiva permisividad y la falta de comunicación provocada por la escasez de tiempo. Internet es una herramienta poderosa, pero no apta para niños que se sienten solos y sin tener con quien compartir sus inquietudes, puesto que todo eso lamentablemente puede derivar a las futuras; madres mías. Y aquí viene la típica frase que nos decían nuestros sabios padres y que jamás pasará de moda: «Lo verás y entenderás cuando te hagas más mayor». ¡Y en su momento que rabia nos daba! No obstante ahora todas las piezas del puzle encajan.

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