¿A quién le amarga un dulce?

Soy una golosa del chocolate; de los dulces, de las chuches y de todo aquello que suponga endulzar las endorfinas de la vida a manos llenas y con los cinco sentidos. Y no os penséis que es de ahora, no. Es así desde siempre, por los siglos de los siglos. En mi infancia fui una niña delgada y de huesos marcados, a pesar de que me alimentaba bien y me atiborraba de lo que me gustaba. Sí, de lo que ya os he dicho, de dulces. Jamás pensé que un anuncio me sirviera para inclinarme a comer más o menos chocolatinas ya que la cosa es que me gustaban tanto si ese día veía la tele como si no. Y esto es algo que hoy en día no ha cambiado. Soy consciente de que, como yo, habrá muchísimos niños a los que les guste el chocolate, independientemente de los anuncios que vean y también soy consciente de que no todos los niños son delgados como yo lo fui en su día.

Culpar a la publicidad de los productos de pastelería de ser los causantes de la obesidad infantil, me suena a canción trillada para la manipulación burda y continua. Cualquier médico sabe que el sobrepeso no parte únicamente de una variable. Pero el social-comunismo lo hace y se queda tan ancho, pensando así que, ya ha conseguido, desde el ministerio de consumo, convencernos a todos de su necesaria función e inmejorable trabajo desviviéndose por los más vulnerables. Y nada más lejos…

Sin embargo, no observo ninguna apreciación para que los niños de ahora obtengan aquello que sí teníamos los niños de antaño; la seguridad en las calles. Hace escasos días tuvimos la desgracia de perder en ellas y a manos de un vil asesino, a Alex de nueve añitos. Todo un despropósito de sistema judicial con condenas inocuas que se conjugaron a favor de la maldad, todo lo que se podría haber hecho no se hizo y todo lo que pudo faltar, faltó. Ningún Ministerio protegió a Alex, ni a otros niños como él. Los ministerios estaban a otras cosas como la de prohibir los anuncios de dulces. Qué triste es llegar a comprobarlo, qué miserable es ver que no mira por el interés del menor, sino que el Gobierno lo hace por el suyo propio.

A los menores que les falta seguridad para poder salir a jugar entre amigos al parque, les faltará también el hacer buena parte del ejercicio que les vendría bien para consumir carbohidratos y energía que, si de verdad fuera la obesidad la preocupante máxime para prohibir anuncios, igualmente preocuparía que los menores pudieran estar seguros mientras juegan y hacen ejercicio, para de la misma manera tomar medidas a favor de ello. Así que otro dato más que nos asegura aquí que el bien del menor no importa.

Lo que le va a esta izquierda manipuladora es romper la inocencia infantil, amoldarla a su perversa doctrina marxista para poder dominar desde ahí y conseguir sus fines en el día de mañana con personas adiestradas. Fines que pasan por ponderar adultos obedientes ceñidos desde siempre a sus imposiciones ideológicas. Lo estamos viendo, lo estamos comprobando cada día, vienen a por los niños. Los quieren acostumbrados y aborregados desde pequeños sin que los padres puedan intervenir, sin que pueda el amor filial decidir si hoy un niño puede merendar pan con chocolate sin sentir culpabilidad por ello. Pero es que hay muchas más atrocidades.

Contar que en nuestro país será posible hormonar a un niño para que retrase o no pase por su pubertad biológica mientras se le prohíbe observar publicidad de pasteles lo dice todo del país que este gobierno intenta construir y de alguno que no se atreve a pronunciarse para no hacerlo enfadar, que con su cobardía se repliega en continuo devenir con tamaña insensatez y comulga con sus ruedas de molino, alguno que pacta incluso sin el menor remordimiento. Ya sabéis de quienes hablo, ya sabéis sin citar, quien está con vosotros y vuestros hijos, con las familias españolas. Y quienes no.

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