Mariscal está en mi casa

Mi primer coche fue un Ford Fiesta del 98 gris plata de cuatro puertas. Lo recuerdo con mucho cariño porque fue un elemento de libertad en mi existencia vital, libertad con la que, estoy seguro, aquellos que pertenecen a mi generación, se sentirán muy identificados. Recuerdo que, en una ocasión, mi forito sufrió una avería y tuve que acudir a una chatarrería, en busca de la pieza que necesitaba para repararlo. También logro rememorar el olor de aquel cementerio de coches, el típico “olor metálico” que se introduce hasta lo más profundo, dejando el recuerdo hasta mucho después de haberme marchado de allí.

También me acuerdo de la imagen decadente de los coches apilados uno sobre otro, una imagen triste, poco edificante; ya que dejaba muy a las claras la supuesta utilidad de toda aquella maraña, aprovechar, como mucho, alguna pequeña pieza para deshacerse del resto más pronto que tarde. Pero, sin duda, lo que más recuerdo es la sensación. Una sensación que transmitía la inutilidad de elementos que no aportaban nada y que, en la mayor parte de los casos, sólo contribuían a intoxicar el ambiente y a contaminar el entorno. Pues algo muy parecido es lo que sentí ayer, al presenciar el aquelarre separatista/comunista llevado a cabo en el Congreso (que, no olvidemos, es la morada de la Soberanía Nacional). Y es que ayer, 15 de diciembre, tuvo lugar en el Congreso de los Diputados un acto con el título “Los seis de Zaragoza”. Este acto, con un título de esos que gusta tanto a la muchachada reaccionaria, fue organizado por los socios del Gobierno socialcomunista, con el único fin de criminalizar, insultar y humillar a jueces y policías, siempre (por supuesto) con el visto bueno del PSOE, a través de la Mesa del Congreso, en la que tienen mayoría junto a Podemos.

“Los seis de Zaragoza”, para que todos ustedes lo sepan y a pesar de lo épico que parece el título del evento, no son más que seis de los delincuentes que en 2019 intentaron reventar un acto de Vox en la capital aragonesa, que reunió a más de 200 personas. Amenazas, insultos, lanzamiento de piedras y de pedazos de baldosas y agresión a la Policía (seis policías resultaron heridos) son los actos heroicos de los homenajeados por la troupe comunista. Estos seis individuos resultaron detenidos y, posteriormente, condenados por la Audiencia Provincial y por el Tribunal Superior de Justicia de Aragón, que aumentó la condena previa.

Pues bien, como pasa siempre, separatistas y comunistas se posicionan del lado del agresor, estos seis delincuentes, en lugar de hacerlo del lado del agredido; en este caso, las Fuerzas de Seguridad del Estado. Esto no supone ninguna novedad. Y con ese espíritu, ayer, en la sala Clara Campoamor del Congreso de los Diputados pudimos contemplar como Mertxe Aizpurua, flanqueada, entre otros, por Gabriel Rufián y Pablo Echenique, dedicaron tres horas de su inservible tiempo a insultar a jueces y Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado. Lo mejorcito de cada casa. Digo “entre otros”, porque no estuvieron solos. Estas tres figuras cósmicas estuvieron acompañadas por más representantes de Podemos, BNG, la CUP, ERC y Bildu; utilizando la casa de todos los españoles como cueva en la que echar a la marmita brujeril todos los ingredientes para obtener su pócima de odio y ya, de paso, para justificar las agresiones a la Policía y a la Guardia Civil; además de para acusar a los jueces de prevaricación por condenar a los agresores, en lugar de a los agredidos… ¡Cómo se atreven!

Pero, amigos, la vergüenza ominosa de ver como estos deshechos morales chapoteaban en su odio hacia todo lo decente, dentro de la sede de la soberanía nacional, sufrió una transformación sorprendente hacia un sentimiento de orgullo patrio cuando, mientras Aizpurua esputaba su veneno, una melodía comenzaba a escucharse en la sala.  El himno de la Policía Nacional sonaba. Y tras él, el himno de la Guardia Civil. Cual Nosferatu abriendo la ventana a las 12 del mediodía, la cara de Mertxe Aizpurua comenzaba a mutar, mientras preguntaba a los asistentes si alguien reconocía la canción que se escuchaba (a un volumen considerable) en toda la estancia.

En el momento en el que uno de los asistentes identificó el himno de la Policía Nacional e informó a la proetarra, pareció como si de una obra de Tolkien se tratara. Disfrutamos, en directo, la transformación de Sméagol en Gollum. Maravilloso. No están acostumbrados a que se les plante cara. Lo han tenido demasiado fácil. Pero ya no. Y no sé quién habrá sido, pero lo que sí sé es que Mariscal está en mi casa.

¡Informado al minuto!

¡Síguenos en nuestro canal de Telegram para estar al tanto de todos nuestros contenidos!

https://t.me/MinutoCrucial

Be the first to comment

Leave a Reply

Tu dirección de correo no será publicada.


*