Es curiosa la capacidad infinita de comportamiento hipócrita de algunos políticos. No sólo por el incumplimiento constante de las promesas que, en campaña electoral, llenan titulares de medios subvencionados y que, además, crean ilusiones en la ciudadanía que no redundan en nada más que en constantes decepciones, sino porque, además, para todos aquellos ciudadanos cuyo único contacto con la política son las campañas electorales en las que no pueden escapar de los partidos.
La imagen de los políticos tradicionales se ha convertido en la de aquellos vendedores de crecepelo del viejo oeste americano que se subían a su carreta de madera a vender botellas de algún mejunje que nada tenía de utilidad, mientras ellos siguen en las mismas. La gran mayoría de los ciudadanos están hasta las narices de aguantar a políticos petulantes cuyo único interés es sumar un día más de sopa boba, mientras que la gente de la calle observa asqueada como sus problemas no se solucionan, ni tan siquiera se tratan.
En base a lo anterior, es curioso que alguien que llegó a la presidencia de la Junta de Galicia gracias a promesas como la de dar libertad a los padres para escoger el idioma de escolarización de sus hijos hace cuatro legislaturas, siga sin cumplir lo que prometió, y no se trata de ir en contra del gallego como he tenido que escuchar en muchas ocasiones. No se trata de eso. Se trata de libertad, esa palabra que para algunos políticos les da tanto miedo. Porque la libertad tiene un precio y ese precio es el de que si defiendes la libertad es muy probable que te pongas en contra y te eches encima automáticamente a los que la odian.
Lo que no puede hacer un presidente autonómico como Alberto Núñez Feijóo es tener contentos a los que odian la libertad y, al mismo tiempo, mantener engañados a los que la amamos. Las dos cosas a la vez no pueden ser, soplar y sorber no puede ser. Y, mientras tanto, su ¿jefe? Aunque no sabría decir quien es el jefe de quien, a estas alturas, mientras tanto Pablo Casado desde Madrid defiende la libertad educativa. ¿Ustedes lo entienden? Yo tampoco.
En 2022, con este panorama que acontece en Galicia, en apenas una semana, hemos comprobado en dos ocasiones cómo, una vez más, ese discurso inicial, previo a obtener la presidencia de la Junta de Galicia y que iría pervirtiéndose con el paso del tiempo y de los sucesivos acercamientos al separatismo por parte del señor Feijóo, han derivado en un proceso de inmersión lingüística sin rubor que, a buen seguro sería la envidia del Pujol de los 80. Sí, he dicho inmersión lingüística. Y es que no se entienden de otra forma cuestiones como que se haya establecido una prueba eliminatoria de idioma gallego en las pruebas para conseguir el título de gestor administrativo en Galicia. Tampoco se entiende de otra manera que cuestiones como que la campaña “21 días co galego e máis”, obligue a los alumnos a hablar en gallego en las aulas durante esos 21 días. Y es que no se entiende de otra forma las cuestiones como que, además, los padres de esos mismos niños hayan recibido instrucciones para que, en su propia casa, la comunicación también sea solamente en gallego. Inmersión lingüística. Para quien no lo sepa, ese periodo de 21 días no e al azar.
21 días son lo que se necesitan para la formación de un nuevo hábito, ya que la plasticidad cerebral del ser humano lleva a que el biorritmo emocional dure exactamente esos 21 días.Es decir, nuestro cerebro convierte un gesto en un hábito a través de la repetición en 21 días. Así que esto, lejos de ser una anécdota graciosa, no es más que una maniobra de ingeniería social para intentar modificar la conducta lingüística de nuestros niños de manera artificial. No es algo gracioso, y es que, además, ni siquiera le están haciendo un favor al gallego. Porque fomentar, de manera artificial, la demanda de la lengua regional con el coste añadido que esto supone conduce a la desnaturalización del gallego.
Si se ocuparan de defender la libertad de elección de los padres sobre el idioma en que aprenden sus hijos, mejor nos iría a todos, también al gallego. Porque como les decía, no se trata de estar en contra del gallego. El gallego es una realidad y como tal, hay que tratarlo. Todos aquellos que repiten constantemente que lo que quiere Vox es acabar con el gallego, son esos mismos que les contaba al principio. Esos a los que quiere tener contentos Núñez Feijóo, los que odian la libertad, porque la libertad pone en peligro sus intereses ideológicos y políticos.El comunismo, ya sea de índole separatista o no, nunca se ha llevado muy bien con la libertad. El problema surge cuando, como pasa en Galicia, encuentran a alguien que les hace el caldo gordo y, entre medias, el fin de semana pasado, Feijóo se fue de Tournée a Castilla y León como ejemplo de aplastante mayoría absoluta y para hablar de voto útil.
Afortunadamente, a estas alturas, las caretas ya están en el suelo y la gente ya abe lo que defiende el Partido Popular en Galicia, Castilla y León y en todas partes. El aborto libre, las leyes de género, el adoctrinamiento escolar, las subvenciones a chiringuitos y sindicatos, el reparto de los jueces e instituciones, el mantenimiento de los menas en la España de los machetes… y así podríamos seguir hasta el infinito. Por ese motivo están tan nerviosos. Porque ya no pueden esconder que su discurso ideológico no es que esté vacío, sino que es inexistente.Feijóo es la mejor muestra de cómo, solo con dinero, creando un sistema clientelar pueden ganarse elecciones. Algo que está muy lejos del bien común y del interés general.
El problema para ellos es que la gente ya se ha dado cuenta… y cuánto más desprecio muestran públicamente los líderes del PP hacia Vox, más crece Vox. Y, mientras tanto, en el último debate electoral de las elecciones a Castilla y León, Mañueco nos regala un último empujón para que todos los castellanoleoneses voten a Vox el día 13. “Tengo que recordar que fue el Partido Popular en Castilla y León quien aprobó la primera Ley de lucha contra la violencia de género y ahí no vamos a dar ni un paso atrás”. Como dice Españabola… dejen trabajar a Teodoro.
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