¿Y ahora qué?

En estos tiempos que corren, me gustaría saber, sin intención alguna de molestar, quién demonios vota al PP o al PSOE. A ver, ni busco respuesta, ni voy a señalar a nadie, no se preocupen, no trabajo en La Sexta. Sinceramente, entiendo que cada persona tiene su forma de pensar, sus creencias y sus gustos y por supuesto que los respeto. Si usted quiere votar a Perico de los palotes, allá usted y su conciencia, sólo faltaba. A los que, por ejemplo, votamos a VOX, nos cuesta entender cómo alguien en su sano juicio puede desplazarse a un colegio electoral y entre todas las papeletas, elegir la de Podemos y meterla en una urna. Obviamente, a los comunistas les pasa lo mismo, pero al revés y creo que en cierto modo es la parte divertida de la democracia; entender que hay diferentes ideologías, tratar de convivir unas con otras y cada cuatro años esperar que haya más personas que piensan como tú. Pero he de decir que hay algo que me descoloca más y más con cada noche electoral y con cada escrutinio: Que la gente siga votando a los dos grandes partidos. A esos que juntos suman tantos casos de corrupción como alemanes hay en Mallorca; a los mismos que han gobernado en España desde que Franco estiró la pata; a los que han vendido por piezas el país como si de una moto robada se tratase; a los que suben los impuestos cada vez que les pica un dedo y a los que han dirigido nuestra vida los últimos 40 años. Así que, si las cosas no van como debieran ir, no hace falta que nos volvamos locos buscando culpables. Están delante de nosotros, llevan traje y corbata y van en flamantes coches eléctricos pagados con nuestros impuestos y se lo han montado tan bien gracias a nosotros, que viven la vida padre sin dar un palo al agua.

Señores, ni soy nueva ni me chupo el dedo, sé cómo funciona todo esto, sé que son las redes clientelares las que vuelcan la balanza, sé que dependiendo de quien gobierne, hay mucha gente que se puede quedar sin pan que poner en la mesa y que, a parte de los sueldos de los alcaldes, concejales, ministros y demás escalones de la política, nuestro bolsillo también sufraga todos esos contratos y subvenciones a dedo, sindicatos, asociaciones y chiringuitos ideológicos. Todos y cada uno de ellos se alimentan de ese delicioso pastel que cocinamos el resto, sólo a cambio de rendir pleitesía en las urnas. Al final, son votos pagados con el que aseguran un número de escaños fijo antes de dar el pistoletazo de salida en cualquier comicio. Si a estos votos le sumas los del “más vale malo conocido que bueno por conocer”, ya saldrían las cuentas. No hay que quitarles mérito. Llevan mucho tiempo dedicando esfuerzos para que el negocio sea rentable y no van a venir ahora unos ciudadanos honrados a desmontarles el garito. Han conseguido que, al igual que ganarle un partido al Real Madrid sin el VAR, quitarles de en medio sea una tarea prácticamente imposible.

De lo mejor de la noche electoral en Castilla y León, además del más que notable ascenso de VOX, fue poder ver a Ignacio Escolar intentando explicar que el gran perdedor fue el Partido Popular. Según el ilustrado, el descalabro de Ciudadanos, PSOE y Podemos era algo anecdótico y que el que lo tenía complicado era Mañueco. Ahora bien, Casado no se encuentra la bragueta y ha dicho que no quiere pactar con los de Abascal y pretende que la formación se abstenga gratis para así ir pactando con quien le convenga a la hora de gobernar. Supongo que espera que los conservadores se bajen los pantalones y no se da cuenta de que la mano que sujeta la sartén es la de Santiago. Que, si no forma gobierno con ellos, Mañueco lo va a tener muy complicado para salir investido y que tener que pactar cada paso que de los próximos cuatro años, puede hacerse muy cuesta arriba. Porque ya no vale eso de apelar al sentido patriótico de VOX para que se abstenga y no gobierne la izquierda y luego tratarlos como al del ojo vago de la clase.

Si no hacen bien las cosas, serán Casado, Egea y Mañueco los que tengan que explicar a sus votantes por qué no quieren pactar con un partido cuyas exigencias son bajar los impuestos, derogar las leyes ideológicas de la izquierda, atender a los ciudadanos que viven en la España vaciada e impulsar la industria, la ganadería y la agricultura.

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