Lo de Casado no tiene nombre

El Partido Popular adelantó las elecciones en Castilla y León con dos objetivos: la desaparición de Ciudadanos y la demostración de que Casado tiene, al menos, el mismo tirón que Ayuso. Y ni una cosa ni la otra. Sí, es cierto que los de Arrimadas se han quedado en cuadro con un único parlamentario -procurador, para ser más exactos- pero la meta era poder gobernar en solitario -como en Madrid- y, al final, Vox le ha arruinado la fiesta narcisista que se habían montado en Génova 13. Se han quitado de encima a un partido en claro proceso de liquidación para depender de la fuerza política más esperanzadora de las últimas décadas. Y en cuanto a lo de desinflar el “efecto Ayuso”, el batacazo se ha escuchado hasta en la China Popular -sin dobles sentidos-. Casado ha perdido más de 55.000 votos respecto a 2019, esto es, no ha recuperado absolutamente nada de la práctica desaparición de los naranjas. En la cabeza de Casado todo parecía espectacular.

Pero lo peor para el PP no son las ridículas cifras obtenidas sino la actitud con la que anoche salió un Teodoro al borde del llanto y que centró su discurso en intentar vender como épica una victoria, a lo sumo, pírrica. Su discurso victimista no escondía otra cosa que una palpable inseguridad ante el enorme crecimiento de los de Santiago Abascal que, con sus resultados en un tradicional feudo del PP, ya amenaza al andaluz Juanma Moreno y hace prever un explosivo resultado en las próximas elecciones generales.

Lo que parece claro -aunque no lo quieran aceptar ni expresar- es que si quieren gobernar Castilla y León, Andalucía, Comunidad Valencia o España, deber acatar el mandatos de las urnas que no es otro que el que Vox es un partido responsable y maduro para entrar en gobiernos y poner en práctica una Agenda España que es, de lejos, la apuesta más firme y sincera sobre las necesidades de una Nación soberana que debe quitarse de encima de podredumbre moral de una extrema izquierda que nos conduce inexorablemente al abismo.

Además, el Partido Popular tiene poco margen para explicar a sus votantes por qué hace tres años aceptaron incluir en el gobierno a un Ciudadanos que contaba con un procurador menos de los que hoy los castellanos y los leoneses han confiado a Vox. Casado está arrinconado por sus propias decisiones y, todo hay que decirlo, por una sucesión de catastróficas desdichas de palabra, obra u omisión. Desconozco si Teodoro ejerce sobre él un control infinito o simplemente se deja llevar por la deformada imagen de líder natural que ve Pablo cada mañana al mirarse al espejo. Sea lo que fuere, lo que es evidente es que hoy el Partido Popular es un problema para echar a Sánchez. “Hemos ganado las elecciones y para conformar un gobierno del Partido Popular hablaremos con todos”, Mañueco dixit. Esto incluye la que intuyo es la vía preferida para Casado: la abstención del PSOE. Y esta salida es fruto de un miedo atroz a vérselas con Santiago Abascal en lo único en lo que el PP se escuda: la gestión.

Si Vox entra en los gobiernos demostrará su firmeza para aplicar sin paliativos las medidas cuya promesa le han llevado a ser la tercera fuerza nacional a pesar de la vomitiva campaña de demonización impulsada desde partidos y medios de comunicación subvencionados. Ningún discurso disponible le quedaría ya ante un Vox que tiene la garra de la que se carece en Génova. Y si ya demuestra determinación en la ejecución del programa electoral, apaga y vámonos. Pero ¿qué salida puede tener el PP en las generales, autonómicas y municipales venideras? No supera a Vox en programa. No supera a Vox en movilización. Ni en proyecto nacional. Ni en su labor de oposición a Sánchez. ¿Con qué cara puede afrontar Casado unas elecciones generales después del enorme batacazo de ayer? Han perdido votos y han perdido credibilidad. Y lo que es peor para él: ni Vox es Ciudadanos ni Santiago Abascal es Albert Rivera.

El Partido Popular ya no es ni el partido más liberal ni el partido más conservador. El Partido Popular ha quedado únicamente como una bestia política, una maquinaria chirriante de “funcionarios de partido” a los que únicamente les preocupa seguir en el poder. Ninguna esperanza de cambio pueden tener los españoles si Génova obvia a los más de cuatro millones de españoles que en 2019 -imagínense cuanto serían hoy- dieron su ilusionado respaldo al proyecto que claramente se conforma como la única alternativa al totalitarismo sanchista.

Desde aquella moción de censura de Vox a Sánchez y el deleznable ataque persona de Pablo a Santiago, el de Palencia va en picado y lo peor de todo es que arrastrará las esperanzas de cambio y, por ende, de la salvación de España. Lo jodido -permítanme la vulgaridad- es que hoy parece más cerca un pacto “antiVox” del PP y PSOE que un gobierno anticomunista en el que Vox juegue un papel crucial que es, a todas luces, lo que quieren los españoles.

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1 Comment

  1. Estoy completamente de acuerdo con su artículo, más acertado no puede ser.
    Ahora el PSOE se abstiene para que el PP gobierne en pago por los servicios del PP en la votación de la reforma laboral.

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