En nombre del amor

14 de febrero, día de San Valentín, una fecha señalada en la que se celebra el amor por todos los confines del planeta tierra (o casi). Es la excusa perfecta para culpar a Cupido por disparar sus flechas por doquier sin miramiento alguno. Es lo etéreo materializado en carne y huesos, que además porta nombre y apellidos. Sin embargo, lo hemos convertido en algo comercial, como todo lo que hacemos. Chocolates, champán, flores y un largo etcétera de artículos son promocionados en estos días, enviándote el incesante mensaje de que así puedes demostrar mejor tu cariño. ¿Queréis que os cuente un secreto que lo es y no al mismo tiempo?; el amor ni se compra, ni se puede probar con nada material.

«¿Es el amor una fantasía o un fervor?», pregunta Shakespeare en uno de sus famosos sonetos, y en consecuencia, no puedo evitar cuestionarme; ¿es una bendición, o en ocasiones, una maldición? ¿Conocemos realmente lo que significa amar o vive perdido en la veleidosa bruma del misterio? Como bien sabemos, miles de artistas de todas las épocas han intentado dar respuesta a esas preguntas con la mirada puesta en la grandeza de lo relativo; sus experiencias y sueños, sus hipocresías y egoísmos, sus alegrías y desventuras, en la vacuidad de la pretensión y el robo de las libertades, en la dependencia y la necesidad, en la soledad y el deseo de posesión, en el abismal y eterno miedo. Partiendo de esa base deduzco que a muchos de nosotros no nos extrañarán estos devenires, ya que la fina linea que separa el amor del odio dicen que es tan sumamente frágil, que se rompe con tan solo un suspiro. Además pienso que casi todos hemos pasado por algo parecido incluso aun cuando nunca nos hemos percatado de ello; no obstante, ¿es tan vulnerable en realidad? ¿Llegado a un determinado momento o situación, se termina?

Las palabras son caprichosas y de fácil acceso para todos, los te quiero van perdiendo su sentido en escala ascendente por la sencilla razón de que las confianzas merman y los cambios generacionales van dejando su huella. A su vez, todo ello ocurre por los dictados de una sociedad cada vez más superficial que crea unas expectativas falsas de lo que se debe ser y en consecuencia muchas personas se muestran como no son en realidad. Consejo; mírate al espejo, y si no te gusta lo que ves, no exijas a los demás lo que ni tú mismo consigues ser. Pero eso no lo hacemos, la práctica de la autocrítica es nula en un mundo en el que impera la hipocresía y el engañarnos a nosotros mismos, además en conciencia.

El amor verdadero existe, yo lo veo cada día, lo siento a cada segundo; en padres, hijos, hermanos, familiares, amigos y un largo etcétera.  Ahora bien, quizá el que más dolores de cabeza nos ocasiona es al que llamamos de pareja. ¿Por qué hallar a tu media naranja resulta tan complejo, incluso, una proeza casi titánica diría yo? Es muy simple en la teoría, según mi punto de vista, y se complica en la práctica; puesto que idealizamos, esperamos y deseamos. Encontrar a alguien con quien compartamos «la conexión» y descartar esas materias no es tarea fácil.

Aceptar a los demás tal como son y al contrario; ser aceptados sin condiciones, es una misión imposible, un expediente x, una ocupación que anhelamos y que jamás cumplimos. Nuestro inconsciente ya se encarga de que el egoísmo de las expectativas se superponga a todo y encomendemos, con suma facilidad, nuestra felicidad en manos de otra persona tan solo porque nuestros sueños así lo dictan. ¿De verdad queremos amar y ser amados bajo nuestras estipulaciones, bajo nuestras reglas, escondiéndonos tras un tupido velo de aceptación resignada, basando un sentimiento tan hermoso en algo que no somos, en una mentira que luego lamentamos que haya salido mal, en culpas echadas por el despecho de no asumir una única verdad: «me equivoqué»?

La ciencia no es lo que determina a quién elijes, tú y solamente tú, eres el dueño y señor de tu vida, de tu felicidad, de tu realización personal. No pongas cargas y excusas donde no tienen cabida, ni otorgues responsabilidades que no competen a otras personas. No pretendas volcar tus sueños frustrados en una idealización que es absolutamente tuya. No conviertas tus errores en involución, ni tampoco te atrevas a no aprender de ellos. No los obvies, no los dejes en la caja de las tareas a ignorar, no te ciegues a ti mismo con la venda de la irrealidad. En definitiva, como decía uno de nuestros poetas más queridos; «Caminante no hay camino, se hace camino al andar». Atrévete sin miedo, y si se tuerce, que el dolor sirva de guía para una aventura más. Que el amor bien lo vale, y quien sabe lo que nos estamos perdiendo por esa testaruda necedad nuestra.

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