Sesión continua

Dejo para otra ocasión  asuntos de más enjundia y gravedad, ya que quería escribir sobre algo ya desaparecido de nuestras ciudades y que a los que hace  unas cuantas décadas éramos niños nos proporcionó gratos momentos, esperando interese  a alguno que me lea y sea más joven, cosa nada improbable .Antes de eso solo decir que deseo a los castellanos-leoneses que se les abra ahora una etapa de buen gobierno. Se trata de los cines de sesión continua, que abundaban en nuestras ciudades entre al menos los años 50 y los  90, cuando fueron  desapareciendo  por la implantación de los televisores a color, los videocasetes y los discos DVR, CD-ROM y no sé cuántos artilugios más, sobreviviendo sólo las salas de estreno y los cines en grandes superficies comerciales.

Me pilló en edad infantil la década de los 60 y entonces en los hogares solo había aparatos  de radio, en los que a veces también se transmitían cuentos infantiles. Pero sobre todo disponíamos de la lectura de los tebeos, que nos abrieron a la imaginación para disfrutar de las aventuras, con héroes nacionales tales como  el Capitán Trueno o el Jabato o extranjeros como Superman o Batman. Sin embargo, el auténtico lujo de esos años era asistir por un precio muy módico a una de aquellas sesiones dobles de los cines de barrio y pasar un rato frente a la gran pantalla. Creo que fueron buenos tiempos para muchos de nosotros, así lo recuerdo viviendo en el corazón del barrio madrileño de Arganzuela, arropados por el amor familiar, aprendiendo en el colegio y jugando por las calles de un Madrid que crecía en todos los sentidos, pero que nunca dejaba de ser muy habitable y abierto a todas las personas que entonces se trasladaban desde zonas rurales a trabajar y vivir en la capital.

A veces éramos muy pocos niños los que ocupábamos el cine en alguna tarde de verano y en general  nos portábamos bien, atentos a lo que nos ofrecía por su pantalla aquel auténtico Templo de las Maravillas. Pero cuando reponían películas muy demandadas entonces acudíamos una jauría de chicos y ahí se perdían un tanto las formas. En una ocasión la entonces Policía Armada vino y nos hizo guardar la fila. Me alegré mucho de verla  allí, dejando sus importantes misiones, pensé, de perseguir a ladrones y malhechores habían acudido a controlar un poco nuestra desmedida ansia de entrar en la sala.

Actualmente, podría pasarme un rato viendo por ejemplo “El Álamo”, película con John Wayne y otras estrellas que era una de las más admiradas. Con mis criterios políticos actuales diría que se trata de un panfleto de EE.UU. en el que se pretende embellecer mediante una gesta heroica (¡Recordar el Álamo!). Lo que fue lisa y llanamente un robo norteamericano a México ( herencia del Virreinato de Nueva España ) de las inmensas tierras de Texas, California y otros lugares, tierras con petróleo y oro, dos millones de kilómetros cuadrados, el 60% de la superficie actual. El hoy presidente de esa nación, Andrés Manuel López Obrador, exige al Rey de España que “pida perdón por la “conquista””. Pero, sin embargo, creo que nunca le hará el más mínimo recordatorio a un mandatario de USA de sobre qué fue de aquellos extensos territorios que se llevaron por el Tratado Guadalupe Hidalgo, tras ganarles una guerra a tal fin. A pesar de todo esto, creo  que sí, mientras veo la película, me adormilo y bajando la guardia me olvido de todo  eso, es posible que, al mirar en esas condiciones  imágenes de la película,  por momentos reviva la emoción sentida cuando la vi en la niñez.

Ciertamente, las niñas acudían menos a los cines porque la mayoría de películas eran de guerreros y batallas de todos los lugares y épocas al gusto de los chicos. Aunque hubo excepciones, como por ejemplo las películas que interpretó Hayley Mills, “Tú a Bostón y yo a California” y Pollyana”, que nos gustaron a todos, todas y todes..Trayendo a colación en esa desigualdad al ir al cine  a Irene Montero y sus mensajes de igualdad regados con miles de millones de euros, creo que entonces no se hubiese entendido para nada esa imposición de igualdad.

Pasado el tiempo me agradó la película italiana “Cinema Paradiso”. Bella pero que contiene una carga de crítica “progresista” al cura del pueblo, supuestamente “retrógrado”, pues censuraba las escenas de besos de los filmes. Aquí los niños nunca tuvimos especial interés en esos besos, se veía como cosas de los protagonistas, cuando en vez de pelear  se enamoraban y punto. Lo que sí me resulta más familiar es la canción de Juan Manuel Serrat titulada “Los fantasmas del Roxy“, que el cantante relata con ojos de adolescente que ya se interesa por las cosas de los mayores. Pero, sin embargo, son las mismas lágrimas (como dice la canción) las que unos y otros derramamos cuando se demolían nuestros cines favoritos, para dar paso a negocios y actividades más pujantes.

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