Escapismo ilustrado

¿Habéis oído hablar del nuevo reto viral que corre como la pólvora entre los jóvenes, el cual consiste en desaparecer durante 48h? Lo sé, aterrador cuando menos. Y es que la viralización de este tipo de «challenges» resulta cada vez más peligrosa e incomprensible.

Según parece se inició en Irlanda, donde un grupo de amigos desapareció durante 55 horas desatando la angustia extrema en sus progenitores, como es natural. La madre de una de las chicas comentó su experiencia y la excesiva frialdad de su hija ante el suceso cuando fue hallada. Al parecer, iba tan feliz tomándose selfies con sus otros compañeros del reto incluso en el coche policial, destacando además que no parecía consciente de la aflicción y sufrimiento que les había causado a sus familiares pensando en lo que le podría haber ocurrido. Se nos ofrecen todo tipo de retos; a cual más peligroso, pero este me resulta especialmente déspota y cruel. 

Inicia con una nominación en redes sociales, después tienes que desaparecer durante un mínimo de 48 horas causando el mayor revuelo posible; ya que cuanto más tiempo pase y cuanto más mediático se vuelva, mayor puntuación generas. Parece ser que jugar con la angustia y sufrimiento de los familiares les genera diversión, o en el «peor» de los casos, ni lo piensan. De todas formas, la pregunta del millón sería: ¿qué ganas con ello, puntos para conseguir que a tus progenitores les de un «parraque»?

Pues resulta ser que no, ya que la mayoría responden que fama, popularidad y llamar la atención, pero yo me pregunto; ¿estamos ante una fiebre de «todo vale» por alcanzar un minuto de gloria?¿Tan importante es? Como bien es sabido, en la actualidad hay una competición muy activa en tal de lograr ser youtuber o streamer y captar muchos seguidores cuyo único propósito radica en ganar sumas exageradas de dinero. El problema, en mi opinión, es que los que se decantan por este tipo de vida son los adolescentes y una generación (o varias, crucemos los dedos para que no empeore) va a quedar marcada con esta nueva moda.

«¿Qué relación tiene la velocidad con el tocino?», os estaréis preguntando seguramente. Y la respuesta es todo, ya que va implícito en las reglas del juego. Me preocupa pensar que estamos llegando a un punto en el que hasta los icebergs tienen más humanidad que nosotros, y no es coña. Miles de años de evolución, que en vez de haber sido usados para mejorar, han servido para crear una especie de estupidez crónica sin final. ¡Bravo! Tenemos acceso a tantas cosas de una forma tan fácil que se nos olvida constantemente lo que lucharon nuestros antepasados para conseguir de lo que hoy día nos beneficiamos.

Así pues, ¿qué importa si mis padres se mueren del susto porque he desaparecido? ¿Qué importa si el país se moviliza y gasta dinero de manera innecesaria en despliegues policiales y rescates? Si cuanto más famoso me haga, incluso si es mediante una noticia falsa, más ganancias me va a generar. Aunque me gustaría aclarar que no estoy diciendo que todos ellos estén metidos dentro de este saco tan ambicioso llamado; «ganar poder sin pegar palo al agua», pero la inmensa mayoría lo están. Lo peor de esta situación, (y a su favor diré que creo que no son conscientes) es que alguien puede pagar estos errores muy caros al son del cuento de Pedro y el lobo. 

Obviamente, no les estoy culpando a ellos de lo que pasa, la sociedad es una gran rueda y lo que sucede en ella tiene consecuencias, muchas veces terribles. Es imparable y un simple gesto puede hacer añicos cualquier cosa sin que te des apenas cuenta; familias, educación, personalidades y vocaciones. La mayoría sigue al líder pensando que no hay otra opción, y es que amigos míos hecha la ley hecha la trampa, es así desde hace muchísimos años; pero la hay, por supuesto que la hay. Solo que resulta menos agotador ir por el atajo para alcanzar la gloria, total; «cuando mi familia vea que me encuentro bien se van a alegrar y se les va a pasar» y en su cabeza quedarán excusados de todo mal. 

Debo decir que yo no estoy a favor de la violencia, me repulsa, opino que siempre es mejor hablar las cosas a buenas y que no se logra nada con ella. Sin embargo, si a un hijo mío se le ocurriera obrar de esa manera, la onda expansiva de la cachetada que le daría conseguiría fijo que aplaudieran los huevos del caballo de Espartero y no precisamente de alegría. De todas formas, no considero que vaya a ser una situación con la que me tenga que enfrentar en un futuro gracias al cielo, pero para ser honesta con vosotros, cachetadas imaginarias doy unas cuantas al cabo del día; otorgan un relax en ocasiones que no os lo podéis ni imaginar. (Quien dice cachetadas dice puñetazos contra un saco de boxeo, ya sabéis, imaginación sin límite).

Por último, pediros disculpas por si os ha resultado este artículo un tanto sarcástico y mordaz; en esta ocasión no he podido evitarlo, no obstante lo tendré en cuenta para los venideros. Recordad: mi intención dista mucho de intentar ser cruel con mis maneras de hablar o imponer mis ideas, tan solo quiero construir un mundo mejor para todos y para eso, necesito toda la ayuda del universo.

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